Trump agita a la derecha al plantear la reclasificación de la marihuana
La decisión facilitaría el mercado y rebajaría las penas federales de una sustancia históricamente demonizada por los conservadores
La marihuana es el elemento recreativo de la izquierda, opina el comentarista político Michael Knowles. «Los conservadores estamos más cómodos con los placeres tradicionales, como ... el tabaco y el alcohol». Con esa premisa, la posibilidad de que Donald Trump reclasifique la marihuana para sacarla de la lista de las peores drogas -en las que a nivel federal acompaña a la heroína, el LSD y el éxtasis- ha escandalizado a la derecha, que no cree que «un país de porretas haya logrado nunca nada», tuiteó Matt Walsh, comentarista de 'The Daily Wire'.
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El presidente de Estados Unidos deslizó la idea por primera vez en una cena de recaudación de fondos celebrada en su campo de golf de Bedminster (Nueva Jersey), donde los asistentes pagaron un millón de dólares por cabeza, según 'The Wall Street Journal', y lo confirmó el lunes pasado en conferencia de prensa, sin certeza de que vaya a ocurrir. «Es muy complicado», admitió. «Lo estamos estudiando. Espero tomar una decisión en las próximas semanas».
Personalmente, Trump no apoya la despenalización de la marihuana. Desde que vio a su hermano mayor morir de alcoholismo a los 42 años, se opone vehementemente al consumo de alcohol y drogas, pero en sus cálculos políticos siempre entran otros factores: las encuestas -el 80% de los estadounidenses está a favor-; los negocios – facilitaría su venta e impulsaría una industria multimillonaria-; y la experiencia de sus amigos cercanos -dice tener algunos en Nueva York que la usan con fines medicinales para aliviar el dolor-.
Uso recreativo, fines medicinales...
La Casa Blanca, por supuesto, defiende que «el presidente siempre toma las decisiones políticas de acuerdo a los mejores intereses del pueblo estadounidense». Esta vez los compatriotas que le importan están divididos. El mundo conservador se ha escandalizado con la posibilidad de que «lleve a mis hijos a un parque nacional en el que huela a marihuana», dijo el activista Jack Posobiec, algo que ya ocurre en muchos lugares, porque la hierba estrella de los años 70 está legalizada para uso recreativo en 24 Estados, mientras que otros 16 la aceptan con fines medicinales. La puerta la abrió California en 1996 con dispensarios médicos, mientras que Colorado y Washington inauguraron la ola de la legalización recreativa en 2012. Desde entonces, la llama no ha hecho más que crecer, aunque el FBI y la DEA pueden actuar incluso en los Estados que la admiten, creando un conflicto potencial.
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La reclasificación que contempla el Gobierno de Trump trasladaría el cannabis de la lista de sustancias clasificadas en la categoría I -reservada para drogas consideradas sin valor médico aceptado- a la III, junto a fármacos regulados con uso médico reconocido, en la que también entran algunos estupefacientes modernos, como la ketamina, uno de los que consume habitualmente su amigo Elon Musk, según 'The New York Times'. El proceso no es nuevo, ya lo había iniciado el gabinete de Joe Biden sin llegar a completarlo. Para el demócrata, el escándalo hubiera sido aún mayor, porque la histeria conservadora le hubiera hundido en plena campaña electoral.
En el universo MAGA (Make America Great Again) no todo el mundo lo ve con malos ojos. El influencer de ultraderecha Rogan O'Handley lo vende como un golpe contra los cárteles corporativos de Big Pharma, Big Prison y Big Alcohol. Y el estratega conservador CJ Pearson lo ve como una política «guiada por la ciencia» que podría ayudar a veteranos con secuelas de guerra. Fuera de él, el progresismo aplaude, convencido de que no se trata solo de libertades individuales, sino de vaciar cárceles y abrir laboratorios.
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Wall Street celebró la idea con una fuerte revalorización en bolsa de las grandes empresas que comercializan el cannabis
Entre los multimillonarios que escucharon a Trump sugerir la idea públicamente por primera vez en su mansión de Nueva Jersey estaba Kim Rivers, directora ejecutiva de la empresa de cannabis Trulieve que, según fuentes internas, es una de las compañías que ha donado grandes sumas a su plataforma de acción política. Wall Street celebró la idea con una fuerte revalorización en Bolsa de las grandes empresas que comercializan el cannabis. Muchas de ellas están estrechamente vinculadas a las tabacaleras, que han encontrado un nuevo nicho a medida que se agota el de la nicotina.
El dilema para Trump es dejar que las calles huelan a marihuana, desafiando a la moral conservadora, precisamente ahora que quiere limpiar las ciudades, o dejar escapar un filón económico y electoral. Complicado, sí, «muy complicado».
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