Lecciones de un semestre

En el inicio de su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump apuesta por la ruptura

José M. de Areilza

Cátedra Jean Monnet-Esade

Sábado, 26 de julio 2025, 19:52

Al principio de su segundo mandato, Donald Trump demuestra que ha vuelto al poder con más ideas y mucho mejor conocimiento de los resortes y ... medios con los que gobernar. El balance del primer semestre se puede resumir con la palabra ruptura. El presidente no cree en las reformas, sino en el choque, la tensión y la voladura de lo que existe.

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Trump tiene el mérito de arbitrar a diario entre los intereses contrapuestos de tres grupos de votantes. Por un lado, los olvidados de la América profunda, reunidos en el movimiento MAGA ('Make America Great Again'). Los ha contentado con una lluvia de aranceles (cuyos costes acabaran pagando ellos mismos), brotes de aislacionismo internacional y medidas contra la inmigración ilegal. Pero se han revuelto contra el presidente por el caso Epstein, al que ha querido dar carpetazo en vez de cumplir su promesa de investigarlo.

A sus votantes libertarios y tecno-optimistas Trump les ha dado nada menos que la desregulación de la energía, las finanzas y la tecnología digital. Asimismo, ha bajado los impuestos a los que más ingresos tienen y ha desmontado parte del gobierno federal, aunque lo ha hecho de forma chapucera (la gran aportación de Elon Musk). Este grupo de votantes, en cualquier caso, pone todas sus esperanzas en los efectos positivos de la revolución digital en marcha. Creen que los avances producidos por la Inteligencia Artificial compensarán la gestión imprevisible y de trazo grueso de la economía. La única fuerza que hasta ahora ha frenado con eficacia los desmanes de Trump han sido los mercados financieros. Por un lado, no se creen sus planes para subvertir la economía de mercado, pero por otro limitan los intentos de llevarlos a cabo.

Finalmente, los votantes evangelistas se contentan por ahora con el nombramiento de jueces muy conservadores, el desmontaje de la cultura 'woke' y el freno a las políticas de identidad. Los objetivos de los demócratas de promover la inclusión, la igualdad y la diversidad en el gobierno y las empresas se han esfumado. Las grandes universidades sufren los ataques y la arbitrariedad de Trump por haber impulsado esa visión del mundo.

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En el plano internacional, una nueva doctrina de «unilateralismo agresivo» está debilitando a la superpotencia occidental. Es más difícil ser un aliado que un rival de Estados Unidos. El llamado poder blando, es decir la admiración por los valores, cultura y políticas del país, ha quedado en entredicho. Pero solo han pasado seis meses en este segundo mandato y nadie es capaz de anticipar cual será el guion de los próximos tres años.

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