'Impeachment' a la sociedad americana
Crece el número de republicanos, incluido Pat Toomey y Arnold Schwarzenegger, que piden a Trump que dimita ante un juicio que afila las divisiones
El Partido Demócrata presentó este lunes formalmente la solicitud de apertura de un juicio político a Donald Trump por «incitación a la insurrección» ... como consecuencia de la arenga que lanzó el pasado miércoles a sus simpatizantes en Washington, que terminó con el violento asalto al Capitolio y seis víctimas mortales tras conocerse este fin de semana el fallecimiento de un segundo policía. Desde el instante en que los manifestantes rompieron las puertas y ventanas de la Cámara, ya se presuponía que no habría marcha atrás y que la diatriba del líder republicano tampoco se quedaría solo en una 'boutade' como tantas otras veces.
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El asalto al Capitolio era un estudiado golpe de Estado
Ahora Trump se ve sometido a un proceso cuya virtud es la de incomodar a muchos –comenzando por el propio Joe Biden, deseoso de que senadores y congresistas se centren en sus planes de reforma– y agudizar las divisiones, no solo en el Partido Republicano, sino también en la calle. La relación de quienes apoyan el 'impeachment' y quienes lo rechazan es del 56%-44% de la población y muchos analistas y políticos argumentan que un proceso de destitución podría aumentar las tensiones.
En previsión de incidentes, las autoridades federales han pedido al medio centenar de capitolios del país que refuercen la seguridad. Hablan de una amenaza de atentados. En Washington se han aumentado los efectivos policiales y de la Guardia Nacional de cara a la investidura del líder demócrata el próximo día 20. Nadie descarta ahora que se puedan producir nuevos disturbios según se aproxima la fecha.
Al mandatario republicano se le estudiará en los libros de Historia estadounidense, algo que él seguramente siempre ha querido. Pero no para bien. Es el tercer presidente sometido a 'impeachment', aunque el primero que pasa por el trance en dos ocasiones y nada menos que en el reducido plazo de catorce meses. Por si fuera poco, cabe la posibilidad de que este último proceso no acabe tan bien como los anteriores. Andrew Johnson, en 1868, por abuso de poder, y Bill Clinton, en 1998, a causa de una denuncia de delito sexual, salieron airosos de sus propios juicios. Y el propio Trump se salvó en febrero pasado tras ser enjuiciado políticamente en 2019 por sus acusaciones sobre los negocios de Hunter Biden, el hijo de su rival demócrata, en Ucrania.
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De viaje al muro
Enmarcado en un país que debía renacer de la Guerra Civil, el caso de Johnson y el de Trump son significativamente similares en un sentido: más allá de la lucha entre la Presidencia y el Congreso, se trató de un proceso a toda una sociedad dividida en dos bandos, los resistentes a perder los antiguos privilegios del Sur y quienes apostaban por una renovación plena que incluyera todos los derechos de los esclavos liberados. Hoy la grieta social vuelve a estar presente. El 'trumpismo' cuenta con millones de votantes que no han visto un problema democrático en el ataque al Congreso.
Otro punto de acuerdo: la influencia del Sur profundo y el giro de Estados Unidos hacia una cultura entonces personificada por los caballeros sureños y ahora por esos simpatizantes furibundos de Trump que arrasaron el Capitolio. Y queda aún un tercer punto: el 'impeachment' histórico de 1868 puso negro sobre blanco la relación de poder entre el gabinete del presidente y la Cámara de Representantes, de modo que el primero no quedara desprotegido pero la segunda tampoco fuera arrollada por la autoridad del Ejecutivo.
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Y el actual mandatario sabe mucho de esto último. De hecho, según distintas fuentes de la Casa Blanca, ahora estaría aprovechando los útimos días de gobierno para promulgar perdones e indultos entre su círculo de excolaboradores, agitar un poco más el escenario internacional –su Ejecutivo acaba de meter a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo– y abrir una batalla contra las grandes multinacionales digitales que acaban de vetarle en las redes sociales. Aparte, también tiene un hueco para el folclore: al parecer, organiza un viaje al muro construido por iniciativa suya en la frontera con México para dar un mitin.
En este clima, cada vez más políticos opinan que Trump debería hacer como Richard Nixon en 1974 con el 'caso Watergate' y dimitir antes de ser sometido a un proceso de destitución. Pat Toomey, senador republicano por Pensilvania y auténtico peso fuerte del partido, lo expresó directamente el domingo al señalar que «lo mejor» para EE UU es que el presidente «renuncie y abandone la Casa Blanca. Utopía.
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Los pocos colaboradores afines aseguran que el gobernante no tiene la menor intención de irse antes de que Biden asuma el poder. Según Toomey, Trump «llevó la situación a un lugar completamente distinto» del previsto –una «transición pacífica»– tras la derrota electoral de noviembre, que terminó el miércoles al «reclutar a miles de estadounidenses de todo el país para que descendiesen sobre el Capitolio, prometiéndoles un 'viaje salvaje' e incitándoles a atacar el edificio». «Cayó en una espiral de una especie de locura», sentenció. La situación ha llegado a tal extremo que el propio Toomey aboga por una inhabilitación que no le permita regresar a la carrera electoral en 2024.
El nazismo
Y no es el único. Otros compañeros de filas del presidente se sumaron ayer al coro de quienes piden su dimisón, como la congresista por Alaska, Lisa Murkowski, o el que fuera gobernador de California y estrella de Hollywood, Arnold Schwarzenegger. A su modo, el actor, de 73 años, empuña en un vídeo la espada que utilizó en 'Conan' para aseverar que la democracia «es firme como su acero». Luego, ejerce de 'Terminator' con un duro discurso donde compara a los 'trumpistas' con los nazis y el ataque al Capitolio con la noche de los cristales rotos y la subida de Hitler al poder.
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La iniciativa contra Trump fue presentada ayer por los congresistas demócratas Ted Lieu (California), David Cicilline (Rhode Island) y Jamie Raskin (Maryland). Hoy se cumple el plazo de 24 horas concedido por la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, al vicepresidente Mike Pence para que invoque la vigesimoquinta enmienda de la Constitución, que permitiría iniciar un proceso para invalidar al mandatario. Lo previsible es que esto no suceda, de modo que los demócratas votarían mañana por el 'impeachment'. Son mayoría en esta Cámara y, por lo tanto, carecerían de problemas para aprobar la iniciativa. Pero no parece que en el Senado –donde se requieren dos tercios de apoyo– vayan a tener la misma suerte. No, al menos, hasta que Biden tome posesión de la presidencia y arranque la legislatura. Entonces, con la mitad del hemiciclo para cada partido, la vicepresidenta Kamala Harris haría uso de su voto excepcional con el fin de inclinar la balanza del lado demócrata. En cualquiera de los casos, resulta casi imposible que Trump sea destituido antes del día 20, aunque los impulsores del 'impeachment' parecen ahora contentarse con la posibilidad de inhabilitarle para cualquier cargo público en el futuro y, desde luego, evitar su posible candidatura a las elecciones dentro de cuatro años.
La iniciativa, no obstante, tampoco satisface plenamente a todos los demócratas. El propio Biden prefiere quedarse al margen y ha mostrado sus reticencias al entender que un juicio político al líder republicano distraerá al Senado de asuntos para él prioritarios; sobre todo, el plan de relanzamiento económico del país y su promesa de llegar a los cien millones de vacunas en sus primeros cien días de mandato.
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En su opinión, Trump ya es un hombre desacreditado que cargará con el peso histórico de una presidencia enjuiciada políticamente en dos ocasiones. Y por si fuera poco, la asociación de golfistas profesionales ha renunciado a jugar en sus campos y el colegio de abogados deNueva York estudia expulsar a su letrado, Rudy Giuliani. Solo falta que aparezca Schwarzenegger con la espada de Conan.
El Gobierno declara a Cuba «patrocinadora del terrorismo»
Estados Unidos anunció este lunes, a nueve días de la salida del poder del presidente Donald Trump, que declara nuevamente a Cuba «Estado patrocinador del terrorismo», una medida que el Ejecutivo de La Habana denunció como «oportunismo político». Cuba había sido retirada en 2015 de esa lista negra estadounidense, que conlleva sanciones económicas, por el antecesor de Trump, Barack Obama, quien consideró que los esfuerzos de medio siglo de EE UU para aislar a la isla comunista fueron un fracaso.
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