No quiero resultar 'astracínica' ni quitarle a nadie la intención (ni las ganas, ni la ilusión) de vacunarse con la simiesca fórmula de Oxford. Entre ... otras cosas porque el día que me llamen 'a filas' acudiré obediente. Qué remedio, cuando te dan a elegir entre susto o muerte la decisión está clara. Sin embargo, iré con un ligero temor y abundante resquemor. La culpa es de esos científicos que en su afán por tranquilizarnos han terminado metiéndonos el miedo en el cuerpo.
El otro día uno dijo que las probabilidades de sufrir un trombo con AstraZeneca son similares a las de ganar el Gordo de la lotería de Navidad. Si eso fuera así, entendería que aquéllos que alguna vez hayan resultado agraciados con el Gordo se nieguen a que les pongan esa vacuna. Porque ellos saben mejor que nadie que sí, que será difícil, pero que tocar, toca.
Además, si millones de personas invertimos cada año dinero en la lotería es porque vemos como algo real la posibilidad de que nos toque. Por esa misma lógica, tiene sentido que mucha gente vea como una posibilidad real llevarse un trombo en esa macabra 'trómbola'. Me indigna que a algunos nos sometan a una dicotomía insoslayable (AstraZeneca o covid) cuando existen otras vacunas de ARN mensajero (Amós García 'dixit') que no presentan complicaciones.
¿Por qué no nos vacunan a todos con ellas? Y no valen excusas. Si la energía, el tesón y el entusiasmo que derrochan los políticos en despellejarse unos a otros los emplearan en vacunarnos a todos con Pfizer, lo conseguirían. Incluso antes del verano. Pero no quiero ser 'astracínica', prefiero ser 'astraSéneca' y arrimar el hombro estoicamente cuando me toque el pinchazo. Porque entre susto o muerte: susto. Aunque el susto te pueda matar de un infarto.
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