El candelabro

Pasillo

En los aviones soy mucho más de ventana que de pasillo. Pero en el fútbol estoy totalmente a favor de que cualquier equipo, el que ... sea, reconozca al ganador de la Liga haciéndole un pasillo de honor. La verdad es que el merengue no me suele gustar ni en los pasteles. Pero eso es lo de menos. Da igual la camiseta. Si la tradición es que se rinda un pequeño reconocimiento al campeón de esa temporada, hay que cumplirla. Y el campeón de esta Liga (¡oh, novedad!) es el Real Madrid, manque duela.

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Porque deportividad viene de deporte y significa justo eso: saber reconocer al contrario aunque te fastidie que haya ganado. Aunque te haya metido una goleada. Incluso aunque le hayan regalado un penalti dudoso. Sin embargo, vivimos tiempos de maniqueísmo rampante, de blancos y negros, de conmigo o contra mí. Y eso lo contamina todo. Hace tiempo dije aquí que la militancia política cada vez me recordaba más a la hinchada futbolera más irracional. Entonces los llamé hooligans, pero un colega y amigo me hizo ver que los hooligans además de fanáticos son vándalos, así que dejémoslo en hinchas. Y hay un tipo de hinchada (magnífico término para la gente inflamada e intransigente) que tiene como principio (in)moral: al enemigo, ni agua. Es ese odio africano lo que impide ahora mismo a los jugadores del Atlético de Madrid hacerles el pasillo a los de Ancelotti.

Podrán inventar mil excusas, desde que es un acto humillante a que es una estupidez perfectamente prescindible. Podrá aducir el Cholo que los del Real Madrid tampoco lo han hecho otras veces... Pero la verdadera razón es esa actitud intolerante, sectaria, frentista y belicista que por desgracia parece abarcarlo todo. Y esta no es la filosofía del 'partido a partido'. Es la del 'diente por diente'.

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