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Coger aire. «El humor es el único oxígeno respirable». E. C.
Millán Salcedo: «No me fío de la gente que sonríe todo el rato»

Millán Salcedo: «No me fío de la gente que sonríe todo el rato»

«Con el tiempo te das cuenta de que algunos quizá no te querían tanto y que las puertas ya no son tan fáciles de abrir», afirma el humorista

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Lunes, 16 de julio 2018

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Casi 40 años haciendo 'de reír', 32 de la famosa empanadilla... «Y no hay un solo día en que no me la recuerden». Pero el mundo ya no es el de Martes y Trece y, a sus 63 años, a Millán Salcedo a veces le entran ganas de apearse. Luego se viene otra vez arriba y se sube «a lo más alto: un escenario». Acaba de presentar en el teatro Cofidis Alcázar de Madrid 'En mis trece 2.0'. Y ahora está pensando en hacer gira... «Es que el gusanillo sigue estando ahí –dice–. Y yo lo tengo enorme».

Pues creo que ha estado a punto de tirar la toalla.

–Es que yo soy así, muy de sube y baja. Parece que me he tragado un ascensor en marcha. Es verdad que, viendo como está todo, he llegado a pensar en retirarme y dedicarme a tocarme la barriga.

Pero en lugar de eso, ha montado 'En mis trece 2.0'... Usted, tan poco amigo de la cibernética.

–Tiene razón, pero en este espectáculo he sido abducido por la tecnología. Salgo a escena en plan emoticono. He redecorado un chaqué que me compré hace años. Ya sabe que soy sastre y todavía tengo los dedos para darle a la aguja. Ahora todo para mí es terapia ocupacional.

Habla como un jubilado.

–No me pienso jubilar nunca, pero me voy a tomar las cosas con más tranquilidad. Cuando eres famoso y un poco sensible como yo te llevas palos. Con el tiempo te das cuenta de que cierta gente a lo mejor no te quería tanto... Que las puertas no son tan fáciles de abrir, que hay bastante hipocresía. A mí eso me deprime y me cabrea. A veces me dan ganas de escribirlo todo y soltar toda la bilis, pero no lo haré porque yo soy una persona fiel y jamás contaré esas andanzas.

¿No cuenta ahora en su show secretos de camerino?

–¿Sabe qué pasa? Que no hay un solo día, y han pasado ya 32 años, en que no me recuerden lo de la empanadilla. Por eso cuento las andanzas de Martes y Trece en sus comienzos. Imagínese a tres chavales jóvenes, metidos en un coche, girando como peonzas hipertróficas por la piel de toro. Hubo un verano que hicimos 130 galas. ¡En tres meses!

¿Eso se aguanta sin drogas?

–Sí, sí, absolutamente. Nosotros jamás... Quien nos acuse de haber salido drogados o cosas por el estilo miente como un bellaco. Nosotros pertenecemos a la famosa Movida. No solo es Alaska. Y la coca ha rodado en bandeja de plata. Lo que pasa es que para eso tenemos algunos la inteligencia, para utilizarla en nuestro propio beneficio.

¿Qué emoticono le define?

–Yo diría que el que está guiñando un ojo y sacando una lengua roja. Me gusta más que lo emoticonos sonrientes. Yo de la gente que sonríe todo el rato no me fío. Además esos guiños tienen que ver con mi personalidad, me sale natural.

Supongo que en el relato de sus anécdotas dejará bien a sus compañeros.

–Por supuesto que sí. Los amo por encima de todo.

¿Y para qué necesita un piano un humorista?

–Para mí es como un suplemento vitamínico. Ya lo conté cuando hice 'Yo me subí a un piano verde'. Uno de los traumas de mi vida es que hace muchos años, me fui con Pedro, el moreno de Los Pecos, a estudiar piano y él lo consiguió y yo no. No tengo fuerza de voluntad para eso. Es un instrumento que te abduce, se apodera de ti, de tu tiempo libre. Ahora en mi 'chou', como homenaje a los piano-bar, hago una especie de brasero alrededor del piano.

Muy manchego.

–Viva La Mancha, que es cada vez más grande. Hace veinte días me eligieron hijo predilecto de Castilla La Mancha, así que estoy encantado.

¿Qué tendrá la Mancha que produce tanto cómico?

–El humor es el único oxígeno respirable. Y La Mancha lo que tiene es la ventolera, el ramalazo del viento que nos da en los sesos. Por eso Cervantes situó en La Mancha a alguien tan zumbado como don Quijote. Por cierto, ¿qué pensaría don Quijote hoy en día si viera esos molinos eólicos?

Que le han crecido los gigantes.

–Un día, yendo de gira con el pianista, de pronto nos dio por saltar todas las vallas y prohibiciones y acercarnos a un bicho de esos. No puedes imaginarte lo que se oye cuando pasan las aspas: Fffzzzzuuu... Luego me dijeron que si nos llegan a pillar nos habrían metido en la cárcel, que por lo visto habíamos estado a punto de palmarla, que son peligrosísimos... Creo que me protege todavía María Auxiliadora, patrona de los Salesianos, donde estudié. Ahí fue donde me di cuenta de que a mí lo que más me gusta es subirme a lo más alto: un escenario.

¿Está para bromas la España de Sánchez?

–Todo cambio conlleva una ola de optimismo. Pero están pasando cosas muy raras. A mí no me ha gustado mucho el modo de llegar, lo digo como ciudadano votante: me alío con quien sea con tal de subir arriba... Pues no. No todo vale. Seguiré votando a quien he votado siempre, y que ahora está en lo más alto, pero a mí me tienen que aclarar un poquito más esto. Los políticos en el fondo son vedettes que se pavonean en sus pasarelas políticas constantemente y lo copan todo.

¿Le da como para un sketch tipo empanadilla lo de las cremas de Cristina Cifuentes?

–Hombre, a los humoristas los políticos nos lo ponen a huevo. No necesitamos ni guion. Vis cómica y gracia natural tiene Iceta. Cuando se pone a bailar es muy divertido porque es un poco desarmado, parece que su esqueleto lo haya construido Ikea.

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