Un gesto de cariño entre padre y hija.

Leonor visita por sorpresa el Náutico de Palma

La Princesa de Asturias ha acompañado este sábado a su padre hasta el pantalán pero no se embarcó

Sábado, 2 de agosto 2025, 14:00

Despejadas todas las dudas. Tras muchas especulaciones y muchas voces que aseguraban que no se acercaría a los pantalanes del club, «porque no le gusta ... el ambiente» o «porque navegar le marea»… La princesa Leonor dio este sábado un golpe de efecto visitando por sorpresa el Real Club Náutico de Palma. Podría decirse que lo hizo en el último minuto, porque hoy era la última jornada de la 43 Copa del Rey Mapfre de Vela. Pero como dice el refrán y como suspiraron aliviados algunos: «Más vale tarde que nunca».

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La princesa llegó al Náutico poco antes de las diez y media de la mañana acompañando a su padre. Él, como todos los días, con atuendo de regatista. Ella, vestida de un modo (pantalón largo de lino, blusa bordada y sandalias planas de tiras), que ya indicaba que no iba a navegar. El almirante Jaime Rodríguez-Toubes y el presidente del club, Rafael Gil, fueron los encargados de recibirlos en la entrada. Acto seguido, el Rey y su heredera se dirigieron a los pantalanes donde se encuentra amarrada la flota de la Balearía Women's Cup. Con más de 200 mujeres inscritas, de 29 nacionalidades y de entre 17 y 68 años, la cita reina de las regatas del Mediterráneo, que este año ha pasado a ser Campeonato de Europa, también puede presumir de haber batido el récord de participación femenina.

Leonor departió distendidamente con algunas de las regatistas y no dudó en agacharse y poner rodilla en tierra para posar en grupo con ellas junto a la piscina del club. Desde allí, don Felipe y su hija se acercaron al pantalán del Aifos, donde, antes de que soltaran amarras, la princesa conversó brevemente con la tripulación y les deseó suerte... Podría decirse que la necesitaban porque en ese momento iban sextos.

Un beso en la mejilla a su padre fue el último gesto de Leonor antes de abandonar el Náutico. La suya fue una visita fugaz, de un cuarto de hora de reloj. Un encuentro formal y protocolario, muy alejado de la distendida imagen que había dado el rey Felipe la tarde anterior cuando, tras desembarcar, se quedó con otros regatistas en el club para disfrutar del concierto de su amigo Jaime Anglada. Allí se pudo ver al monarca tarareando y moviéndose al ritmo de la música. En el contexto actual resultó muy significativo el gesto de Anglada, que pidió un fuerte aplauso para el Rey «para agradecerle que un año más esté aquí defendiendo lo que es su copa, su trofeo».

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