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'El conquistador del Caribe' sigue su curso con aventuras y, sobre todo, desventuras garantizadas. Los Corocote celebraban su estancia en el campamento rico, pero el destino (y un pez en mal estado) les guardaba una desagradable sorpresa. Gorka, Carra y Raquel sufrieron una intoxicación al comer un pescado «cocinado al sol», confesaban entre vómito y vómito. El equipo médico acudió a ayudar al trío con inyecciones.
Llegado el juego de inmunidad, azules y amarillos se enfrentaban en las torres de fuego. Cada grupo debía coger, una a una, cuatro antorchas que había en una plataforma alta. Las iban llevando a un pebetero para encenderlas y devolverlas luego a la atalaya. Así, cuatro veces. Una vez colocadas todas, un quinto elegido subía a la torre, encendía otra tea, se vinculaba en una tirolina, cuya cuerda debía quemar para caer al agua y llevar la última antorcha a otra plataforma donde estaba la preciada ikurriña.
Killo perdió mucho tiempo subiendo a la estructura elevada, mientras Álex ascendía como un rayo, pero las prisas son malas compañeras y la antorcha se le cayó al agua mojándose entera. Aquello les hizo perder la prueba, un reto que conquistaron los Corocote para gran alegría de su líder. «¡Por vosotros!», gritaba emocionado Gorka agitando la bandera vasca. Y les quedaba lo mejor. «Estáis en la unificación», informaba Patxi Alonso. «¡Vamos, mis niños, lo hemos conseguido!», brindaba el jefe azul. «La resurrección Corocote, Gorka», elogiaban los presentadores.
El que se vino abajo fue Álex. «Me presento al duelo yo y asumo toda la responsabilidad», declaraba el getxotarra decepcionado. «Me da rabia, es un cagadón», manifestaba la capitana Joana señalando al remero vizcaíno. «Estoy totalmente decepcionado, ya sé que les he regalado el juego», insistía Álex. Pero, curiosamente, su deseo no se cumplió.
Como vencedores, los Corocote pintaron la cara de Famo, condenándole al duelo. La asamblea estaba cantada y Marcela tenía todos los votos. La monitora de Busturia estaba en el punto de mira y se cumplió lo previsto, recibiendo la mayoría de las lanzas. Solo quedaba el voto de la capitana y se lo dio a Unai. Había estrategia porque, al tener Unai el comodín, la jefa proyectaba que iba a utilizarlo y solo se batirían dos. Así fue.
El duelo consistía en subir una impresionante tirolina de cien metros. Antes, debían lanzarse al mar y nadar hasta el comienzo del cable aéreo. El objetivo era coger los tres banderines, situados a diferentes distancias. Famo cogió ventaja desde el primer minuto, pero Marcela le alcanzó en la tirolina donde iba como un tiro. El guipuzcoano se desfondó, prácticamente tiró la toalla, aunque logró coger dos enseñas. Pero Marcela tiró de garra y ganó la carrera. «Me he quedado sin fuerzas. Esto de no comer…», se justificaba el encofrador reconociendo que su rival fue «como una flecha». La unificación ya está armada y Famo se ha quedado a las puertas de la misma.
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