Chrissie sigue siendo la jefa
Con actitud y emoción, los Pretenders bordaron un concierto salpicado de éxitos inolvidables
Un concierto como el de Pretenders en el Azkena se afronta con dos dudas inevitables. La primera, con una estrella de 71 años, es simplemente ... cómo estará, y más cuando hablamos de alguien tan icónico como Chrissie Hynde. ¿Y si anda la pobre maltrecha, renqueando para cumplir con el exigente oficio del rock and roll? La segunda es hasta qué punto lograrán los músicos reproducir un sonido tan reconocible como el de sus discos clásicos, que en este caso no es precisamente sencillo: otras bandas requieren sobre todo fuerza, dureza, pero el estilo de Pretenders exige una proporción exacta de impacto y claridad, un equilibrio preciso entre ruido y brillo.
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Para aclarar lo primero bastó un segundo. Apareció Chrissie Hynde y la gente empezó a hablar de ventajosos pactos con el diablo. Ahí estaba, como salida del mundo de las ideas, la mujer que ha encarnado durante décadas el arquetipo de la roquera: con los ojos cercados de maquillaje negro, ese peinado a lo Hynde, botas negras hasta la rodilla, vaqueros y una camiseta de Recycled Records, una tienda de discos de segunda mano de Nevada. Y, sobre todo, con esa actitud dura y un poco desdeñosa, al menos hasta que sonrió: se acercó al micro y dijo 'Vitoria' con la melodía del 'Victoria' de los Kinks, un juego que repetiría un par de veces más a lo largo de la actuación.
Para lo segundo, bastaron... ¿veinte segundos? Digámoslo ya: Pretenders establecieron ayer su propio estándar en la traslación de las canciones al directo. Sonaron como los discos pero mejor, con todos los detalles, con respeto a las producciones de la época, pero a la vez con la intensidad que pide el escenario. Chrissie Hynde, jefa entre las jefas, siempre ha sabido rodearse de talento ajeno, y el actual guitarrista de la banda, James Walbourne, es una estrella a la que deja espacio para lucirse. Además, estaba la voz de la cantante, claro: igual que siempre, precisa y segura, con su capacidad singular para expresar a la vez arrogancia y ternura, distancia y emoción.
Abrieron con 'Losing Sense', pero la primera descarga de artillería pesada se produjo a partir de la sexta canción. Primero, 'Message Of Love', con el diálogo entre las guitarras reproducido al milímetro. Después, 'Back On The Chain Gang', que dedicó a Pau Donés, con quien grabó un dúo hace casi veinte años: ¡cómo sonaron los solos de guitarra y los acordes poderosos tan característicos de esta canción! Y, como guinda, un 'Kid' también impecable, en el que se acordó de los miembros de Pretenders fallecidos.
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La cinta del coche
En dos momentos del concierto, Chrissie Hynde dejó la guitarra. Primero, en 'Hymn To Her', que cantó prácticamente a capela, con leves toques de guitarra y bajo, sin miedo a exponerse. Repitió la operación, con más acompañamiento instrumental, en otra balada inolvidable: 'I'll Stand By You'. La gente sonreía embobada y balanceaba las cabezas, como acunando recuerdos, aunque no todos eran tan sutiles como uno se podía esperar: «Esta la llevaba yo en el coche, en la cinta para seducir», le dijo un tipo a un amigo. Bueno, en realidad usó otro verbo. Por supuesto, tampoco faltaron 'Middle Of The Road', donde tocó la armónica y acabó arrojándola al público, ni 'Don't Get Me Wrong', su bombazo comercial de los 80. «¿Bailamos?», preguntó Chrissie. Y, claro, bailamos.
Pero, cuando se ponían a dar tralla, los Pretenders de anoche no se quedaban cortos. Lo hicieron en temas enérgicos como 'Turf Accountant Daddy' o 'Time The Avenger' (ahí el guitarrista se marcó un solo incendiario), pero sobre todo, ya cerca del final, con 'Thumbelina', un rock and roll que dejó un poco en ridículo a otros grupos que se dedican específicamente a eso. Ahí Walbourne hizo ruido a placer, mientras Chrissie lo contemplaba con una sonrisa entre la complicidad y el orgullo. Al fin y al cabo, es su jefa. Y, anoche, también la nuestra.
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