Que hay elecciones el domingo? Eso dicen. Aunque en la calle apenas se nota. Sin exagerar mucho, casi hay más ambiente navideño que de ir ... de votar. La principal incógnita del 21-A es si el PNV pierde o no por primera vez su condición de fuerza mayoritaria ante EH Bildu. Una incertidumbre amortiguada por la supuesta certeza de que, aunque así ocurra, los jeltzales y el PSE repetirán en el Gobierno vasco. De forma que el dilema se reduce a si la actual dirección de Sabin Etxea pasa a la historia por esa derrota o salva los muebles por los pelos.
En esas circunstancias no es fácil movilizar a la población menos 'cafetera'. Y, sin embargo, de la participación dependerá probablemente el ganador. Es curioso que en la comunidad con más competencias de toda Europa sea muy inferior en los comicios autonómicos que en los generales, lo que incide en los resultados: el peso del nacionalismo es mayor en los primeros. ¿Acaso interesan más los problemas de España que los de Euskadi?
La campaña se ha reducido a dos grandes mensajes: lo mal que lo ha hecho el PNV en los últimos años y el miedo que da EH Bildu. La cuestión es la falta de alternativas con gancho de quienes sostienen el primero y que, desaparecida ETA, lo segundo ha dejado de ser cierto por el 'blanqueamiento' de la izquierda abertzale por parte de algunos de quienes repiten ahora tal eslogan y por un cambio generacional.
Amplios sectores de jóvenes, que se sienten ninguneados por los obstáculos para emanciparse y construir una vida propia, anhelan un cambio político, mientras el deterioro de Osakidetza resta votos al PNV entre los mayores. Todo ello beneficia a una EH Bildu que crece en nuevos caladeros sin resentirse en los clásicos por su apoyo, por ejemplo, a Presupuestos del Estado que financian placas en cuarteles de la Guardia Civil con el lema 'Todo por la patria'.
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