Seis candidatos para un único sillón
Tres hombres y tres mujeres optan a la alcaldía de Bilbao
Las algo más de 273.000 personas que componen el censo electoral en Bilbao elegirán el día 26 la composición de la próxima Corporación municipal y por extensión a su alcalde, cargo al que optan seis políticos de distinta condición. Son tres hombres y tres mujeres. Están entre los sesenta y dos y los treinta y tres años. Hay entre ellos veteranos con décadas de vida pública a sus espaldas y recién llegados que concurren por primera vez a unos comicios. Sus partidos provienen de las más diversas tradiciones y atraviesan las más diversas circunstancias. Sus ideas son tan diferentes como puedan serlo las de la propia sociedad. Si les preguntásemos, coincidirían en algo: su amor por Bilbao. Quizá también en que no hay mayor satisfacción en la vida política que ser alcalde de tu ciudad. Tienen dos semanas para conseguirlo.
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Juan Mari Aburto (PNV)
El PNV o la costumbre de ganar
Casi lo primero que dijo Juan Mari Aburto (Bilbao, 1961) al ponerse en 2015 al frente del Ayuntamiento fue que prefería ser alcalde de la mejor ciudad del mundo a ser el mejor alcalde del mundo. Fue una frase sonora e intencionada. El primer nuevo alcalde electo en dieciséis años le explicaba a la ciudad cómo era eso de que no estuviese Azkuna al mando. Que Aburto, prosa de orden, fuese en muchos aspectos la antítesis del verso libre Azkuna justificaba la advertencia.
Cuatro años después, hay encuestas que sitúan al PNV rozando la mayoría absoluta, lo que hace pensar que Aburto ha manejado con eficacia el legado recibido y que ese legado quizá fuese menos sobrenatural y personalista de lo que imaginábamos. Lo ha hecho sin renunciar al Bilbao brillante de los premios y los eventos, pero añadiendo el marchamo personal de la ciudad de valores. Entre los logros de primera plana, el soterramiento del TAV o la inauguración de la isla de Zorrozaurre. Entre los logros de interiores, un Pacto por la Seguridad en el que involucró a todos los partidos.
No ha sido todo tan fluido en la rutina municipal. La oposición insiste en que el Ayuntamiento funciona «como un batzoki» y las marchas de Mikel Álvarez y Ricardo Barkala hacen pensar en que el alcalde ejerce un notable desgaste de 'manos derechas'. Con más confianza en la solidez que en el carisma, Aburto le transmite a una sociedad satisfecha que no quiere sobresaltos la adecuada sensación de fuste, ese intangible que tiene que ver con la fiabilidad y la honestidad. A partir de ahí, el PNV se perfecciona como una maquinaría política asombrosa. Existe la posibilidad de que Juan Mari Aburto no repita como alcalde de Bilbao. También existe la posibilidad de que la mar océana comience de pronto a arder.
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Jone Goirizelaia (EH Bildu)
Nuevo tiempo, vieja escuela
Si en algún momento reciente la izquierda abertzale buscó candidatos con un perfil acorde al «tiempo nuevo» -gente joven y frecuentemente sonriente, más próxima a la actividad civil que a la ortodoxia política-, eso se ha acabado. Al menos en Bilbao. Y de un modo llamativo. En términos de autoridad y pedigrí, Jone Goirizelaia (Bilbao, 1956), es a la izquierda abertzale lo que Galactus al universo Marvel: una presencia perpetua capaz de alterar seriamente la energía circundante.
Parlamentaria en Vitoria desde 1990, defensora de miembros de ETA en innumerables procesos, la hemeroteca confirma que Goirizelaia ya era una «dirigente histórica» hace quince años. Si su candidatura a la alcaldía de Bilbao puede relacionarse con la visibilidad adquirida como abogada de la familia en el 'caso Cabacas', fue una sorpresa por todo el sobrentendido que le imponía a una ciudad más que deseosa de pasar la página más siniestra de su pasado reciente. También porque en algún momento el objetivo de Bildu pareció ser podemizarse para neutralizar el avance de los de Pablo Iglesias en Euskadi. Una vez confirmada la extraordinaria capacidad de Podemos para neutralizarse solos, el objetivo de Bildu es confrontar con el PNV y presentarse no como la oposición, sino como la alternativa.
Jone Goirizelaia repite que viene a ganar y su discurso contundente y bien diseñado es el que más se ha oído en los meses preelectorales. En su papel de candidata, Goirizelaia blasona de bilbainía, cita a Doctor Deseo y se rodea de significantes limpios, actuales, luminosos: el 8-M, el Athletic femenino, la acogida a los inmigrantes. Los conocedores de la vida municipal calculan que sus debates con Aburto en el próximo pleno pueden constituir la segunda edad de oro del boxeo vasco.
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Alfonso Gil (PSE-EE)
Competir sobre dos ruedas
Político propenso a acuñar formulaciones de consumo propio y hasta a glosarlas («Como suelo decir…»), Alfonso Gil (Bilbao, 1967) repite últimamente que en 2015 los socialistas salieron «a resistir», mientras que ahora salen «a competir». El motivo tiene que ver con que esta vez se presentan con «los deberes hechos». Y también, quizá, con que a Gil no le gusta «perder ni a las canicas». Concejal en Bilbao desde 2007 y portavoz socialista en el Ayuntamiento desde 2011, Alfonso Gil ha situado al PSE como socio natural del gobierno de Aburto, posición de relevancia que se disfruta durante los mandatos pero no suele rentabilizarse en las elecciones.
Hay sin embargo algunos factores que quizá justifiquen el ánimo competitivo de Gil. Uno reciente: los buenos resultados del PSOE en las generales de hace quince días. Otro tiene que ver con que la política municipal es una política pegada a la calle y Alfonso Gil ha llenado de bicicletas las calles de Bilbao. Eso agrada a los numerosos usuarios del servicio, pero también a quienes, no teniendo la más mínima intención de subirse a uno de esos chismes, prefieren vivir en una ciudad llena de bicis a hacerlo en una llena de coches. El florecimiento de la bicicleta es una de esas cosas de las que realmente se habla en Bilbao (el PGOU se comenta menos en los bares y las charlas de ascensor).
Eso explica que el candidato socialista se presente a las elecciones con la movilidad por delante, desde el eslogan, como justificante de estilo y de gestión. No deja de ser curioso que fuera precisamente eso, la movilidad, lo que en 2017, a cuenta de unos hipotéticos peajes en Moyua, originó el único choque público de importancia entre los socios de un gobierno que, tampoco es tan frecuente, se ha mantenido estable hasta el final.
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Raquel González (PP)
Algunos problemas con la brújula
En los dos primeros mandatos de Iñaki Azkuna, el Partido Popular fue la segunda fuerza política en Bilbao con alrededor de cincuenta mil votos y ocho concejales. En las municipales de 2015, el PP no llegó a los veinte mil votos, consiguió cuatro concejales y se convirtió en el cuarto partido de la ciudad, aunque habría sido el último si Podemos acude a las urnas sin escisiones y con una marca reconocible. Dicho de otro modo: la trayectoria electoral del PP en Bilbao es la de un ascensor al que se le han roto los cables en los pisos superiores de un rascacielos. Cae deprisa y con previsibles efectos catastróficos.
Comprobar si Raquel González (Bilbao 1976), la portavoz popular de Getxo que en año y medio le arrebató a Nerea Llanos el control del PP vizcaíno y se presentó como candidata en Bilbao, puede frenar esa inercia por el método heroico es una de las incógnitas de estas elecciones. La apuesta de González es arriesgada y personalista. Como si la integración fuese para ella algo relacionado con los cereales, ha llegado al grupo municipal desalojando a Luis Eguiluz y provocando que una concejal como Beatriz Marcos salte tan lejos que ha aterrizado fuera del partido. Customizando el refranero, González parece creer que, a grandes males, leña al mono. Sobre todo, si el mono es «buenista». Su estrategia busca la visibilidad agitando avisperos: inmigración, delincuencia, ayudas sociales. Y atrapa en beneficio propio cualquier cliché municipal, desde la guerra al navajero hasta el Bilbao de postal. Como si las cosas no pudiesen dejar de complicarse para el PP, la mano dura de González llega justo después de que el partido haya virado hacia la derecha para hundirse en las generales. Y el presidente nacional haya dado la orden, inmediata, de centrarse.
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Ana Viñals (Elkarrekin Podemos)
Urgencia por darse a conocer
Es probable que la peor pesadilla de un candidato a alcalde sea que comience la campaña y su misión no consista tanto en repartir críticas y detallar propuestas como en darse a conocer. Es lo que le ocurre a Ana Viñals Blanco (Bilbao, 1987), que casi necesitaría un rato previo con cada bilbaíno para explicarle que tiene treinta y dos años y es de Santutxu, licenciada en Publicidad y doctora en Ocio y Desarrollo Humano, que participó en el 15-M y ha sido asesora de Podemos en el Parlamento vasco. También para sacar unas fichas bien grandes e intentar dejar claro que esta vez, para votar a Podemos, bastará con votar a Podemos, y no a Ganemos, que no son Podemos, ni tampoco a Udalberri, que sí fue un poco Podemos, pero ya no se presenta a las municipales.
Es probable que el votante bilbaíno, de darse estos encuentros, le dijese a Ana Viñals que eso de votar en unas municipales a Podemos mediante el procedimiento de votar a Podemos parece una novedad enorme y que cuesta hacerse a la idea, someterse de pronto a un orden tan lógico y no improvisar y meter en el sobre electoral una foto de León Trotski o Gaspar Llamazares. Todos estos preámbulos que por sí solos justificarían el suicidio de cualquier estratega político caen sobre la candidatura de Viñals por la mezcla habitual de méritos propios y caos universal. Si le añaden el desgaste de la marca Podemos a escala nacional, la conclusión es que la campaña no va a resultar sencilla para la nueva candidata.
El reto de Ana Viñals consiste en identificarse con la marca y remarcar la labor hecha estos cuatro años por Udalberri en la oposición. Ayudará la presencia de Carmen Muñoz en las listas. Viéndole el lado bueno a la situación, un candidato desconocido es también un candidato que no ha tenido tiempo de caer mal.
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Samir Lahdou (Ganemos Goazen)
Una marca entre el lío y el 'flow'
El análisis ponderado de la vida municipal indica que el pelo de Samir Lahdou ha sido una de las cosas más pujantes, imprevisibles y espectaculares que han ocurrido en el Ayuntamiento de Bilbao en los últimos cuatro años. Abundante y expansivo, a veces ese pelo se nos ha presentado al estilo afro y a veces recogido en trenzas, a veces organizado en un moño y a veces oculto bajo un pañuelo o una badana rastafari. Un observador desorientado podría pensar que el despliegue capilar corresponde antes a una estrella del hip hop que a un concejal. Qué tontería. En realidad, Samir Lahdou (Bilbao, 1978), es las dos cosas. Un concejal capaz de situarse enfrente de las políticas del gobierno sin perder nunca un talante francamente cordial. Y un repentino rapero que hace dos meses publicó un vídeo musical en el que cantaba un tema en plan protesta. Le atizaba en él a lo previsible, desde la vieja política a los poderes económicos, pero sobre todo a Podemos, partido al que la gente (no se sabe cuántos son) de Goazen o Ganemos (eso va por rachas) pertenecía antes de que se fuesen o les echasen (tampoco está claro). Ya se ve el lío.
Que ahora otro Ganemos falso y manifiestamente fullero les esté haciendo a ellos lo mismo, rentabilizar la confusión a la hora de elegir papeleta, no se sabe si es más un escándalo o una manifestación del karma. A Samir Lahdou Podemos comenzó tildándolo de «estafa», pero luego se les pasó. Pueden apostar a que el enfrentamiento reverdecerá en la campaña. Hay encuestas que le dan a Goazen la opción de mantener su representación en el Ayuntamiento. Parece un reto complicadísimo, pero quién sabe. «Conquistando lo local vamos a cambiar el juego», ha rapeado Samir Lahdou en plan promesa electoral. Con su pizca de 'flow' y todo.
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