Esclavistas, alcohólicos, Trump... ¿Cuál ha sido el peor presidente de Estados Unidos?
Hay unas cuantas figuras que aparecen de manera recurrente en las listas que confeccionan los académicos del país
A los estadounidenses les gustan mucho las listas y les apasiona la institución presidencial, así que no es de extrañar que, cada cierto tiempo, los ... académicos del país participen en votaciones para ordenar a sus mandatarios de mejor a peor. Como afirma James P. Pfiffner, de la Universidad George Mason, a lo mejor esos ránkings «acaban diciendo más de quien los hace que de los propios presidentes», pero tienen el valor de que, al deliberar sobre los méritos de figuras históricas, se esclarecen cuáles son los criterios vigentes sobre el buen gobierno. Siempre se producen vaivenes, con presidentes reivindicados y otros a los que cada vez se contempla con peores ojos, pero en la cabeza y la cola de la tabla se aprecia cierta unanimidad: arriba suelen mantenerse con aplomo las cuatro efigies esculpidas en el monte Rushmore (Abraham Lincoln, George Washington, Thomas Jefferson y Theodore Roosevelt) junto a Franklin D. Roosevelt, mientras que por debajo destaca un puñado de presidentes del siglo XIX... y también, sí, Donald Trump. Repasemos por orden cronológico.
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William Henry Harrison El 9º
El presidente efímero
Seguramente no debería estar aquí, aunque no haya nada bueno que decir de él: el pobre William Henry Harrison aparece en el pelotón de los torpes porque no le dio tiempo de hacer muchas cosas, más allá de aburrir a las ovejas con el discurso de investidura más largo de la historia. Fue una fastidiosa alocución de hora y tres cuartos que Harrison, de 68 años, pronunció con bravura en mitad de una tormenta de nieve, sin ponerse abrigo ni guantes. Un mes después falleció de neumonía.
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Millard Fillmore El 13º
Un mal que ya existe
Más claras están las culpas de los tres presidentes consecutivos que gobernaron Estados Unidos desde 1850 hasta 1861 y que fueron incapaces de controlar las tensiones crecientes que condujeron a la Guerra de Secesión. El primero fue Millard Fillmore, el último presidente del viejo partido Whig, un hombre nacido en una cabaña de troncos que se vio sobrepasado por sus responsabilidades: aunque era moderadamente antiesclavista, permitió que la propiedad de seres humanos se extendiese a los territorios ganados por la Unión tras la guerra con México. «Dios sabe que detesto la esclavitud, pero es un mal que ya existe», argumentó en un torpe intento de lavarse las manos.
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Franklin Pierce El 14º
Seguramente, el más alcohólico
A Fillmore le sucedió el demócrata Franklin Pierce, de quien Theodore Roosevelt escribió que era «una herramienta servil de hombres peores, siempre dispuesto a hacer cualquier trabajo que los líderes esclavistas tuviesen para él». También fue, probablemente, el más alcohólico de los presidentes de Estados Unidos, aunque en esa lista sí que hay una feroz competencia: «Ya no queda nada que hacer más que emborracharse», dicen que declaró Pierce al abandonar la presidencia, y ciertamente su hígado devastado acabó matándole.
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James Buchanan El 15º
El soltero titubeante
El último de este trío catastrófico fue el también demócrata (e, igualmente, bebedor de varias botellas de licor en una tarde) James Buchanan, otro político opuesto a la esclavitud que no hizo nada por acabar con ella ni con la desunión entre el norte y el sur. El titubeante Buchanan, cruzado de brazos mientras se gestaba la guerra civil, fue también el único presidente soltero, aunque eso no cuenta a la hora de evaluar negativamente su mandato. Tras él, Abraham Lincoln abrió un paréntesis de excelencia, pero los dos siguientes, Andrew Johnson y Ulysses S. Grant, volvieron a suspender sin remisión.
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Woodrow Wilson El 28º
La ventaja de la segregación
No es frecuente, pero algunos presidentes polarizan a los historiadores. El demócrata Woodrow Wilson, por ejemplo, está bien considerado en general, aunque se mostrase un tanto ingenuo en su idealismo sobre las relaciones internacionales, pero no faltan especialistas que lo consideran el peor de los peores. Desde luego, no quedó bonito que saliese reelegido en 1916 con el eslogan 'Nos ha mantenido fuera de la guerra' para, en su segundo mandato, empujar decididamente a Estados Unidos a participar en el conflicto mundial. Para colmo, su postura cerrilmente contraria a la integración racial lo ha vuelto bastante antipático: «La segregación no es una humillación, sino una ventaja», sostenía.
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Warren Harding El 29º
Con pinta de presidente
Hay otra figura en la nómina de ocupantes de la Casa Blanca que también resplandece por su ineptitud. Al republicano Warren Harding, presidente entre 1921 y 1923, ni siquiera haría falta juzgarlo con dureza, porque ya se adelantó él mismo: «No soy apto para este cargo y no debería estar aquí», admitió una vez, como si se estuviese observando a sí mismo desde su oficio original de periodista. Todas las crónicas coinciden en que el mujeriego Harding era un tipo encantador y atractivo, puro don de gentes: le empujó hacia la Casa Blanca un amigo, con el sólido argumento de que «tenía pinta de presidente», y una vez en el puesto se dedicó a saturar el organigrama de parientes, allegados y paisanos. Aquel amigo que le había alentado en la carrera política acabó de fiscal general y protagonizó feísimos episodios de corrupción, una costumbre muy extendida entre sus enchufados. «No tengo problema con mis enemigos, son mis amigos quienes me tienen dando vueltas por la noche», se lamentó Harding, que en realidad se dedicaba esencialmente a navegar en yate, jugar al golf y, sobre todo, organizar interminables timbas de póquer en la Casa Blanca, bien abastecida de alcohol ilegal.
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George W. Bush El 43º
¿La posteridad? Todos muertos
Curiosamente, los estudiosos que participan en las encuestas no suelen tratar con excesiva dureza al republicano Richard Nixon, pese a que el escándalo del Watergate lo convirtió en el único presidente de Estados Unidos forzado a dimitir. Sin embargo, ya en este siglo irrumpió una nueva revelación. Es George W. Bush, el hombre de la invasión de Irak y la crisis financiera, que ya en su segundo mandato tuvo que leer cómo lo ubicaban entre los peores presidentes de la historia. «Bush ha elegido actuar de maneras que han dejado el país menos unido y más dividido, menos conciliador y más resentido», escribió entonces Sean Wilentz, ilustre profesor de Princeton, en un demoledor artículo publicado por 'Rolling Stone'. Claro que, cuando le preguntaron al propio Bush por el sitio que le reservaba la historia, respondió con una frase lapidaria: «¿La historia? No vamos a saberlo. Estaremos todos muertos».
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Donald Trump El 45º... y en enero el 47º
Todas las casillas marcadas
Queda un poco raro incluir a Trump entre los peores presidentes de la historia cuando acaba de arrasar en las urnas, pero se ha convertido en una presencia fija en estas listas y a menudo ocupa el lugar de honor, o más bien de deshonor: su negativa a aceptar el resultado de las elecciones de 2020 y el asalto al Capitolio ya bastan como argumento. A eso podemos sumar las cuentas con la justicia y también sus ofensas a buena parte de sus compatriotas. Por ejemplo, esta: «¿Por qué debería ir? Está lleno de perdedores», dijo al cancelar la visita a un cementerio de la Primera Guerra Mundial, junto al campo de batalla en el que cayeron 1.800 soldados americanos. El analista Steve Benen enumera como razones su corrupción, su ignorancia, su tendencia al abuso de poder, su propensión a mentir, su indiferencia ante la ley y su efecto polarizador en la sociedad. «Ha habido presidentes que han marcado algunas de estas casillas, pero solo Trump las ha marcado todas», añade. Claro que, como repitió incontables veces al inicio de esta última campaña, para Trump el «peor presidente de la historia» ha sido... Joe Biden.
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