La transición energética en Europa: una misma meta, distintos caminos
Expertos de varios países europeos debaten en Bilbao sobre las estrategias desarrolladas para descarbonizar el consumo de energía
La transición hacia un modelo que garantice un suministro energético suficiente y seguro, pero al mismo tiempo sostenible desde el punto de vista medioambiental, es uno «de los mayores desafíos» a los que se enfrenta la sociedad en la historia reciente. Un problema «de gran complejidad» al que hay que dar respuesta «urgente», y no sólo con la palanca de las políticas públicas, sino que la ciudadanía ha de situarse «en primera línea del frente». El diagnóstico es de Iñigo Ansola, director del Ente Vasco de la Energía (EVE), y sirvió para introducir un debate celebrado este jueves en Bilbao sobre los modelos de transición energética en algunos países de Europa. De cómo elegir distintos caminos para llegar a un mismo destino, la descarbonización del sistema energético.
La jornada, organizada por el EVE y Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad, contó con la participación de voces autorizadas en la materia procedentes de Noruega, Alemania, Francia y Reino Unido. El debate partió de una premisa, subrayada por Iñigo Ansola, y es que «cada país necesita plantear una estrategia única e intransferible« para alcanzar sus objetivo, »ya que cada cual parte de una realidad y coyuntura energética con características demográficas, territoriales, económicas y políticas propias».
La paradoja de Noruega
El primer caso expuesto fue el de Noruega, atrapado en la paradoja de ser el principal productor de gas y petróleo de Europa, pero al mismo tiempo uno de los que más avances ha logrado en la descarbonización de su sistema energético. Eirik Waernes, vicepresidente senior y economista jefe de la empresa energética Equinor -mayoritariamente participada por el Estado noruego- recordó que su país se enfrenta a mayores dificultades que otros para alcanzar el objetivo de reducir un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero para 20350 respecto al año 1990. Por la sencilla razón de que contamina menos.
Cabe recordar que Noruega obtiene casi toda su electricidad (un 97%) de las plantas hidroeléctricas. El reto para el país nórdico se centra en reducir las emisiones que se generan en la actividad de exploración y extracción de petróleo y gas, y en el transporte. «Sólo somos 5,5 millones de habitantes, pero muy repartidos en un territorio extenso, que de Norte a Sur mide 1.500 kilómetros», recordó Waernes. Eso hace que las necesidades de transporte de la población sean muy altas. De ahí que estén intensificando la implantación del coche eléctrico (actualmente suponen el 50% de los que circulan por las carreteras). Ocurre que en muchas familias hay al menos dos utilitarios, «y normalmente el que se usa para las distancias largas es el diésel», añade. El gobierno noruego incentiva la compra de vehículos eléctricos con una exención total de impuestos en su compra, además de otras ventajas como no tener que pagar peajes o circular por carriles exclusivos.
En cuanto a las emisiones generadas en la actividad del 'oil&gas', Noruega quiere avanzar en la electrificación de las plantas petrolíferas marinas.
La estrategia noruega está basada también en la participación de importantes sectores de la economía en el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión (RCDE), junto con elevados impuestos sobre el CO2, en el transporte y en otros sectores.
Sin embargo, el país nórdico siente sobre su conciencia el papel contaminador que juega en su condición de país exportador de combustibles fósiles. Por eso ha dedicado «muchos millones de coronas noruegas» a programas para combatir la deforestación en el Amazonas brasileño. El directivo de Equinor recuerda, además, que «está en la mano de los ciudadanos asumir esa tarea de reducir las emisiones».
Alemania, pionera en el desarrollo renovable
Alemania se ha fijado la ambiciosa meta de ser un país prácticamente neutro en emisiones de gases de efecto inverdnadero para 2050. El problema es que en ese camino, además del cierre de todas las centrales de carbón (para 2038) también se contempla el de las nucleares. Y eso sucederá en 2022. El radical portazo a la energía nuclear se produjo a raíz del desastre de Fukushima. Un cambio de enfoque que implicó retrasar el cierre de las plantas de carbón ocho años respecto a la fecha inicial de 2030.
La transición energética alemana se acompaña también de un fuerte impulso a las renovables. Un proceso en el que el país fue pionero hace casi 30 años, cuando se implicó a miles de pequeños inversores en programas de instalación de paneles fotovoltaicos en domicilios particulares y empresas. «En 1990 el programa se fijaba el objetivo de los 1.000 techos. Diez años más tarde eran ya 100.000», explicó Steffen Koch, consejero de Asuntos Económicos de la Embajada de Alemania en España. En la actualidad la expansión de las renovables se centra sobre todo en la hidroeléctrica y en la eólica: primero la terrestre, y luego en la 'offshore'.
Alemania implementa además una política de precios crecientes de los derechos de emisión de CO2, desde los 10 euros -como mínimo- por tonelada en 2021 a los más de 35 euros -y hasta un máximo de 70- para 2026. Además, desde ese año las calefacciones de los hogares no podrán funcionar con 'fueloil'. También penalizarán el consumo de combustibles tradicionales en el transporte. Y se promueve la inversión en I+D para impulsar la tecnología de hidrógeno y el almacenamiento de energía.
Francia quiere renovar y reducir su gran parque nculear
El consumo final de energía en Francia, la electricidad supone un 27%. Y casi tres cuartas partes de ella son generadas por los 58 reactores de las 19 centrales nucleares. Es el motivo por el que el país vecino cuenta con un suministro eléctrico bastante más barato que el español. Pero al precio de depender de una energía que cada vez goza de más contestación social. Así que el gobierno galo se ha propuesto cerrar 14 reactores y construir otros de nueva generación, en teoría más eficientes y seguros. El objetivo es que la electricidad proveniente de las centrales nucleares no supere el 50% en 2035.
«En la industria se ha hecho un gran esfuerzo para reducir su consumo de petróleo, y en las viviendas también. El mal alumno de la ecuación es, como en otros países de nuestro entorno, el transporte», asegura Yasser Absoulhoussen, consejero de Desarrollo Sostenible e Industria de la Embajada de Francia en España. Como aquí, la penetración del vehículo eléctrico es casi residual, «entre el 1% y el 2% del parque», señala.
La estrategia francesa para modificar su sistema energético tiene como punto de partida la Ley de Transición Energética para el Crecimiento Verde (LTECV) de 2015. En esa norma se incluye el compromiso de fomentar los sectores de la eficiencia energética, de las energías renovables y de la economía circular «como vectores de especialización y creación de empleo».
Reino Unido, el 'padre' del carbón
El primer país que hizo del carbón su gran motor de progreso es al mismo tiempo uno de los que cuentan con una trayectoria más larga de políticas energéticas «coherentes y estables en el tiempo». La transición energética en el Reino Unido se basa en la Ley de Cambio Climático (Climate Change Act) aprobada en 2008. Entre sus objetivos, reducir la emisión de gases de efecto invernadero en un 100% para 2050 respecto a los niveles de 1990.
Las centrales de carbón cerrarán de aquí a cuatro años, y se renovará el parque nuclear. Reino Unido apuesta de manera firme por la eólica marina «a través de acuerdos sectoriales que ofrezcan garantías a largo plazo y agilidad regulatoria con el objetivo de impulsar la innovación, reducir costes e incorporar la perspectiva de género en el sector», Keiran Bowtell, agregado de Cambio Climático de la Embajada de Reino Unido en España. También se proponen mejorar la eficiencia de las redes «a través de un marco regulatorio que incentive la flexibilidad y la generación distribuida».
Reino Unido también encuentra las mayores dificultades a la hora de reducir las emisiones del transporte. Para conseguir ese objetivo prohibirán la venta de coches de combustión tradicional a partir de 2040. Invertirán 450 millones de euros en infraestructuras de carga para el vehículo eléctrico, y 1.000 millones en la renovación tecnológica del sector del automóvil. Eso incluye invertir tanto en innovación como en fabricación de baterías eléctricas, sistemas electrónicos y pilas de hidrógeno.