«Trabajar ocho horas diarias no puede ser un sufrimiento»
Carolina Pérez Toledo y Eduardo Junkera, responsables de Cebek y Adegi, creen que las empresas están empezando a cambiar la contabilidad financiera «por la social»
Conseguir que los empleados se impliquen con sus empresas y que «trabajar ocho horas diarias no sea un sufrimiento» forma parte del cambio de cultura empresarial que quieren promover las patronales vascas. Porque dentro de poco «las personas no querrán trabajar en una empresa sin valores». Así lo cree al menos Eduardo Junkera, presidente de Adegi. El máximo responsable de la patronal guipuzcoana ha disertado junto con su homóloga vizcaína de Cebek, Carolina Pérez Toledo, sobre las iniciativas y retos a la hora de reforzar éticamente las empresa vascas, en un acto organizado por el Centro de Ética Aplicada-CEA de Deusto.
Pérez Toledo y Junkera creen que se está produciendo un cambio de modelo en la función de las empresas y en las relaciones de estas con sus trabajadores. Un escenario en el que además de la contabilidad financiera empieza a pesar cada vez más «la social». Los empresarios quieren dejar atrás tiempos aún no demasiado lejanos, en los que los trabajadores recibían a final de cada mes el famoso sobre cerrado con un complemento en negro a su sueldo, y cuya cantidad variaba en función de las circunstancias personales de cada empleado. «Hoy en día algo así sería impensable», sostiene Pérez Toledo.
Más allá de la retórica hueca, ese cambio de cultura basada en los valores «tiene que traducirse en discursos y comportamientos», considera Junkera. «Y se tiene que producir de arriba a abajo». El máximo responsable de la patronal guipuzcoana sostiene que esos valores pasan por contar a los empleados que su empresa tiene una función social, dejar que expresen sus opiniones sobre la marcha de la compañía, o incluso hacerles partícipes de los resultados económicos. «Y esa persona acabará comprometiéndose con la empresa», apostilla.
Trabajadores «más felices»
Junkera asegura que ese nuevo concepto de cultura empresarial «funciona, y consigue que los trabajadores sean más felices». Lo ha podido comprobar gracias a la experiencia del programa, denominado precisamente Nueva Cultura Empresarial, que Adegi viene desarrollando desde hace más de una década. Un proyecto que tiene su continuación en Fabrika, un centro de alto rendimiento «para la transformación de las empresas a través de las personas».
En Cebek ese nuevo paradigma de relaciones entre empresa y trabajador «trasciende» todas las actuaciones de la patronal vizcaína a través de proyectos como EkinBarri -una aceleradora de procesos de transformación y cambio para las compañías- y Ondo Izan -la encuesta que cada año realiza sobre el entorno laboral saludable-. O del código ético que cada cuatro años, coincidiendo con el final y principio de mandato, se somete a revisión.
Sin embargo, a veces la realidad atropella a las buenas intenciones. «Las empresas estamos en nuestro día a día y muchas veces no vemos más allá de nuestro negocio», admite Pérez Toledo, quien no duda en señalar que lo más costoso «es el tiempo». Para conseguirlo apela a la colaboración público-privada entre empresas, centros de investigación y administraciones públicas.
Percepción «negativa» de los empresarios
Junkera cree que este cambio de cultura empresarial puede a su vez contribuir a eliminar «esa percepción negativa que se tiene del empresario», lo que a su juicio constituye «un error tremendo de la sociedad». Por eso «sería conveniente» que desde el propio sistema educativo «a nuestros niños se les hablase de la figura de la empresa, para que se les explique su función social de mantener el Estado del Bienestar».
El presidente de Adegi cree que uno de los retos para las empresas es ya no sólo conseguir atraer talento, «sino que además se implique». También es responsabilidad de las compañías que el trabajador «sea feliz trabajando». Estas cada vez tienen más en cuenta que el trabajador «presente rasgos compatibles con la cultura de la empresa». La mayoría de ellas, apunta Pérez Toledo, «ya premian más la actitud que la aptitud» del empleado.
Ambos admiten que en muchas ocasiones las mayores resistencias a esa cambio de cultura «provienen de los propios empresarios». Junkera reconoce que «venimos de una sociedad con sus usos y costumbres». Una época en la que el 'enchufe' era una herramienta clave a la hora de contratar, y donde el empresario mantenía una relación «paternalista» con sus empleados. «Era capaz de irse a potear con ellos, pero manteniendo siempre las distancias a la hora de hablar de cosas de la empresa». Ahora, cree, se transita hacia un modelo en el que la empresa «ya no es sólo del empresario: también de sus empleados, proveedores, e incluso de Hacienda».
Su homóloga de Cebek cree que las resistencias al cambio «son consustanciales al ser humano» y no se pueden achacar sólo al empresario. «No todo el mundo quiere participar en las decisiones de la empresa. Muchos trabajadores te dicen que lo único que quieren es que les paguen, y de los demás se ocupa el empresario».