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Lucas Abajoy Laxmi Nazabal, creadores de Abana Bilbao, junto a varias lámparas Matiko y una mesa Marzana. MAIKA SALGUERO

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La firma Abana Bilbao presenta su primera colección de muebles entre los que destaca una lámpara de cerámica fabricada por impresión 3D

iratxe bernal

Lunes, 28 de enero 2019, 01:12

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El aparador Uribitarte, la mesa de comedor Marzana, el perchero Fika… Son algunos de los muebles que componen la primera colección de la firma Abana Bilbao, con la que los diseñadores vizcaínos Laxmi Nazabal y Lucas Abajo fusionan el estilo nórdico con un «puntito de aquí» y las nuevas tecnologías: una de las piezas de la colección, la lámpara Matiko, está íntegramente fabricada por impresión 3D.

Nazabal, licenciada en Bellas Artes, y Abajo, ingeniero, coincidieron cursando un máster de diseño en Coventry. A su regreso, trabajaron en sendos estudios de interiorismo y diseño de producto hasta que decidieron crear hace seis años el suyo propio, Muka Desing Lab. «Además de diseñar para otros queríamos tener nuestra propia marca y ya habíamos lanzado algunas piezas que yan tenido buena acogida y hasta algún premio, así que el año pasado nos pusimos ya a ello hasta llegar ahora al lanzamiento de Abana como un 'spin-off' de Muka», explica Nazabal. «Queríamos plasmar nuestro gusto por ese tipo de diseño y traerlo un poco hacia casa. Así, cogemos elementos clave como las maderas claras y los textiles, que siempre dan calidez a los entornos haciéndolos más hogareños, pero lo hacemos con materiales de aquí, sostenibles y duraderos, como el haya y el roble o el barro rojo a los que pronto nos gustaría incluir añadir el metal. Nosotros definimos el estilo como nórdico atlántico, porque decir que es nórdico desde el sur de Europa suena un poco raro», dice divertida.

Esa calidez, en claro contraste con el minimalismo en blanco y negro de los 90, ha ganado muchos adeptos gracias a la expansión de Ikea, lo que para el lanzamiento de nuevas firmas tiene sus pros y sus contras. La ventaja más evidente es la familiarización del público con un diseño donde prima la sencillez y la funcionalidad. La desventaja, la resistencia a pagar más que lo que se paga en la caja en la cadena sueca. «Cuando hablas de estilo escandinavo tienes dos referencias. O las marcas muy exclusivas o Ikea, que es la marca más popular. Es lógico, tiene el mérito de hacer democratizado el diseño. Pero también han marcado pautas en el precio y ahí no podemos competir. Si quieres fabricación artesanal y que los carpinteros sean de La Rioja o San Sebastián y la tapicería de Arrigorriaga, hay que pagarlo y, además, respetar su proceso de producción. Las piezas se hacen de una en una. No somos Ikea, somos conscientes, pero eso tampoco quiere decir que seamos una marca exclusiva», matiza la joven diseñadora. «Nosotros queremos que ese trabajo artesanal sea una de las características de nuestras piezas, porque además contamos con profesionales que se han ganado nuestra confianza en encargos anteriores», insiste.

Lámpara impresa

De hecho, algunas de las ideas surgen precisamente de los artesanos. Es el caso de lámpara de cerámica realizada con una impresora 3D. «Fue Álex González, Loitz Cerámica, el artesano de Deusto que elabora las tazas. Él compró la impreso sin una idea clara de qué realizar con ella y cuando nos lo contó nos gustó la idea de 'enredar' con él para ver qué juego daba esa tecnología. Habíamos hecho cosas en 3D pero siempre en plástico. En cerámica no sabíamos a qué atenernos y ha sido muy laborioso. Pensamos en un diseño sencillito para que no diera mucha guerra, pero al final hemos hecho como veinte prototipos», reconoce.

«Había que estar muy pendiente de la temperatura ambiente, de la humedad y del amasado para que la cerámica tuviera el punto óptimo de plasticidad y la máquina la pudiera trabajar como hace con una impresora normal de tinta; de forma homogénea y sin obstruir el cartucho. Luego queríamos resaltar la textura que da la propia impresión por extrusión, esa rugosidad tan característica, así que hubo que probar muchas mezclas hasta dar con una en la que se añadió parafina a la cerámica. Ha tenido mucho de investigación y lo bonito es que al cambiar los cartuchos, variar las condiciones de calor o humedad o cocer después la pieza en el horno, pese a ser una tecnología tan avanzada no hay dos lámparas exactamente iguales», dice ilusionada.

Abana ya ofrece sus productos a través de la web o de prescriptores como decoradores o arquitectos que ya les hacen pedidos desde Estados Unidos, China o o Italia gracias al premio RedDot Award Design Concept logrado por su silla revés en 2015o a su participación en ferias de diseño en Milán o Los Ángeles. «Nos gustaría tener tienda propia pero de momento no es posible. Además, tampoco vamos a crear una colección por temporada como en la moda, sino que iremos incorporando piezas poco a poco, cada una a su tiempo. Poco a poco», dice Nazabal resumiendo la filosofía de Abana Bilbao.

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