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Vista general de una de las ceremonias de la entrega de los Premios Nobel en Estocolmo. AFP
Los Nobel de Economía, los premios con peor fama

Los Nobel de Economía, los premios con peor fama

Sus detractores los acusan de machismo, excesivo neoliberalismo y ven demasiados nombres de EE UU entre los premiados. Además, Alfred Nobel, no los incluyó en la lista de galardones de su legado

helena rodríguez

Domingo, 18 de octubre 2020, 03:13

Machistas, falsos, neoliberales y demasiado estadounidenses. Así es como catalogan muchos a los premios Nobel de Economía, cuya última edición se falló este pasado lunes. No tienen buena prensa y eso salta a la vista con solo echar un ojo a las hemerotecas del mundo. Los datos, por desgracia para el prestigio del galardón, avalan a los críticos.

Vayamos por orden. Solo dos mujeres han sido distinguidas desde 1969, primer año en el que entregaron: la francesa Esther Duflo en 2019 y la norteamericana Elinor Ostrom en 2009. Ninguna en solitario. La primera se lo repartió con Abhijiit Banerjee (India) y Michael Kremer (EE UU) «por su enfoque experimental para aliviar la pobreza global» -según el jurado-; y la segunda se lo llevó junto a Oliver E. Williamson, «por sus teorías sobre el papel de las empresas en la resolución de conflictos y por el análisis del papel de las empresas como estructuras de gobierno alternativas y sus límites». Es decir, durante cuarenta años lo recibieron única y exclusivamente hombres. Hay 86 en la lista, incluidos los dos últimos: Paul Milgrom y Robert B. Wilson, que se han llevado el Nobel de Economía en este 2020.

Y eso que, como recuerda el profesor de Historia de la Economía de la UPV/EHU, Iban Zaldua, «no solo hay muchas mujeres economistas sino que las hay muy buenas». Es el caso de Joan Robinson, una inglesa (1903-1983) «cuyas tesis fueron calificadas como muy de izquierdas aunque era keynesiana». En épocas más actuales, el jurado «también ha dejado fuera a todas las que estudian las teorías económicas feministas, de las más novedosas e importantes de los últimos tiempos».

Quienes deslucen estos galardones apuntan otro punto negro. Y es que en realidad, ni siquiera se llaman así. Su nombre oficial es Premio de Honor de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel. El químico, inventor e ingeniero sueco a quien debemos la dinamita, dejó estipulado en su testamento que su fortuna debía destinarse a premiar a quieres aportaran avances a la humanidad.

Su voluntad quedaba clara en el documento: «El total se dividirá en cinco partes iguales, que se concederán: una a quien, en el ramo de las Ciencias Físicas, haya hecho el descubrimiento o invento más importante; otra a quien lo haya hecho en Química o introducido en ella el mejor perfeccionamiento; la tercera al autor del más importante descubrimiento en Fisiología o Medicina; la cuarta al que haya producido la obra literaria más notable en el sentido del idealismo; por último, la quinta parte a quien haya laborado más y mejor en la obra de la fraternidad de los pueblos, a favor de la supresión o reducción de los ejércitos permanentes, y en pro de la formación y propagación de Congresos por la Paz». La economía no figura en la lista, algo que en 1969 el Banco Central sueco decidió cambiar, con el consentimiento de la Fundación Nobel.

«Inaceptable robo»

Algunos familiares del inventor, sin embargo, no son muy favorables. «Lo que el Banco de Suecia hizo fue similar a una infracción contra una marca registrada, lo que significa un inaceptable robo a los verdaderos premios. Dos tercios de esos premios fueron a economistas de Estados Unidos, a gente que especula en mercados de valores. Éstos no tienen nada que ver con el objetivo original de mejorar la condición humana y de propiciar nuestra supervivencia, ellos son exactamente lo opuesto», proclamó Peter Nobel en 2005.

Y precisamente en su argumentación aparecen otros dos de los argumentos en contra de los premios suecos: demasiado neoliberales y excesivamente pro EE UU. De nuevo es mejor echar mano de los números para comprobar estas acusaciones. 45 de los 86 galardonados hasta ahora poseían esa nacionalidad. La Academia argumenta que ese dominio se debe a que tras la Segunda Guerra Mundial el gigante americano ha invertido más que Europa en el terreno académico.

Curiosamente, es la Universidad de Chicago, que se considera cuna del neoliberalismo más duro, la que más nombres aporta a la lista de distinguidos. En sus instalaciones tiene reservado un pasillo en el que reinan óleos con las 10 caras de tan insignes expertos. Entre ellos Milton Friedman, que lo obtuvo en 1976 y que sostuvo que lo que desencadenó la gran depresión de los años 30 no fue una falta de inversión como afirmaba Keynes, sino una contracción de la oferta monetaria. También procedía de ella Gary Becker, galardonado en 1992, y que mantenía tesis económicas en las que la mujer quedaba relegada a poco más que su papel reproductor.

«El dominio de los estudiosos de EE UU neoliberales en los 90 y primeras décadas de los 2000 es abrumador», confirma Zaldua. «Es un premio que entrega un banco central y se han dejado fuera a todos aquellos con tesis más de izquierdas o con posturas más alternativas». Una tendencia que parece que «en los últimos tiempos ha cambiado» con el reconocimiento, en 2019, a Esther Duflo, Abhijiit Banerjee y Michael Kremer por sus trabajos para aliviar la pobreza global». También los dos hombres distinguidos este año aportan cierto aire renovador. «Sus trabajos sobre la teoría de las subastas van más enfocados a la intervención en el mercado para el bien común que al neoloberalismo», explica el historiador de la UPV/EHU.

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