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Las empresarias y empresarios estamos acostumbrados a dibujar diferentes escenarios y contar con planes B, C y D para hacer frente a ellos, minimizando riesgos. En un mundo de incertidumbre es lo que nos toca. Pero nadie, al menos que yo conozca, había podido imaginar los últimos acontecimientos y establecer un plan E para esta contingencia actual.

Me pongo en el lugar de las personas que tienen que tomar decisiones rápidas, en el ámbito científico, sanitario, político y empresarial; decisiones con pocos datos y en escenarios cambiantes por horas, creando protocolos nuevos en tiempo récord y que tienen un gran impacto directo en la vida de las personas. Intentando no dejar a nadie atrás. Es en estos momentos en los que cobra toda importancia el ejercicio del liderazgo. Es fácil ser líder cuando el viento sopla a favor. Admiro a todas las personas que asumen liderazgo, a las empresarias y empresarios que se arriesgan diciendo lo que piensan y tratando de sostener la economía, que es la de todos, a los científicos y asesores que se inclinan por una opción u otra, sabiendo que luego, en breve, las cifras o los datos les pueden contradecir y demostrar que no fue la mejor opción. Es momento de confiar en nuestros líderes, en los que hemos elegido a nivel político y en los que dirigen las empresas y organizaciones en las que estamos. Toman decisiones dificilísimas pensando en el bien común, no me cabe ninguna duda.

EL Gobierno Vasco, siguiendo también la decisión del gobierno central, ha apostado por mantener activa la actividad económica que se pueda. Siempre teniendo en cuenta que la primera premisa es mantener la salud y tomar todas las medidas necesarias para atajar de una vez la pandemia. Pero con los datos que tenemos en estos momentos, aquí y ahora, la paralización total traería consecuencias fatales. Debemos de pensar que estamos en el medio de un problema terrible pero temporal a corto; nada que ver en ese sentido con la crisis de 2008. Paralizar la actividad económica en su totalidad, a excepción de la estrictamente necesaria para atender las necesidades básicas de la población, haría muy difícil una reactivación después. Pensemos que una cuarta parte de la actividad económica de Euskadi es industrial, con muchas empresas que exportan más de un 90% de su producción, a países que no han parado (Alemania, Reino Unido…). Sus clientes buscarán otros proveedores que será muy difícil volver a reemplazar luego. La línea roja está en poder mantener los protocolos de seguridad necesarios para no poner en riesgo en ningún caso la seguridad de las y los trabajadores. Cobra especial sentido el diálogo entre empresas y plantilla para que todo el mundo se sienta cómodo, sin tomar posturas radicales. Que los sindicatos, todos por favor, se sienten a hablar; es también su responsabilidad. En un mundo de oferta y demanda, con una gran parte de la población confinada, los pedidos y consumo van a decaer por sí mismos y la actividad económica tendrá que adaptarse a esa realidad, así que no vayamos más allá alargando más la salida de esta situación que no olvidemos: es temporal.

En estos momentos de tanta incertidumbre, en el que el corto plazo dirige nuestras vidas y decisiones, las empresarias y empresarios, y la sociedad en su conjunto, tenemos que superar los miedos y ser capaces de prepararnos para el día después, y para eso es importante no parar de forma absoluta. Seguro que estamos ante un cambio de paradigma, pero es necesario que nos encuentre preparados y activos.

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