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Es de los que mira siempre con las luces largas cuando analiza lo que sucede y tiende a ver mucho más allá del corto plazo. Prefiere decir que está «ocupado», quizá para no admitir que está «preocupado» porque se mueve en estos momentos justo en ... el centro de una tormenta perfecta. A los problemas generales provocados por la pandemia y el Covid-19 se suman en su caso las turbulencias del sector del petróleo. La teoría capitalista más básica dice que un producto vale lo que alguien esté dispuesto a pagar por él. En los últimos días, el crudo en Estados Unidos ha llegado a tener valor negativo. Te daban dinero por comprar un barril. Emiliano López Atxurra, presidente de Petronor, cree que hay muchos peligros detrás de esta crisis y también que Europa tiene el reto de apostar por la tecnología y la industria para garantizar un futuro próspero.
– ¿Había pensado alguna vez en una situación como la actual?
– Jamás lo hubiese imaginado. Es que además no me gustan las novelas de ciencia ficción ni las de miedo. Pero siempre me ha parecido que el ser humano es capaz de adaptarse a las circunstancias más insospechadas, por negativas que sean. España tiene una ciudadanía ejemplar y eso es un activo extraordinario.
– En el capítulo de urgencias, en este momento, ¿cuál le parece la primera?
– Sin duda, ayudar a la gente que lo está pasando peor, a los más vulnerables. Eso es lo urgente, el resto es importante.
– Y una situación en la que el petróleo llegase a tener un precio negativo, aunque fuese de forma puntual, ¿la había imaginado?
– Jamás, porque en un entorno de normalidad no se hubiese producido. Estamos ante una desestabilización global, la primera vez que la economía se para prácticamente en seco en un 90%. En el caso del petróleo lo que se ha producido es una situación combinada. Descenso brutal de la demanda y problemas para almacenar las entregas que vencían ahora.
– Hay analistas que apuntan a una auténtica debacle en Estados Unidos, como consecuencia del enorme endeudamiento que la banca norteamericana tiene en el sector del 'fracking'.
– Tengo un amigo que dice que yo me altero por cualquier cosa pero… debo reconocer que hace algunos días me asusté ante esa posibilidad. La industria del 'shale oil' sobrevive con precios del petróleo entre 35 y 40 dólares el barril. Por debajo de ese precio es ruinoso, de ahí que en estos momentos las explotaciones estén paradas. Y sí, es verdad, el sistema financiero norteamericano puede resentirse por el abultado endeudamiento.
– ¿Es el petróleo ahora la casa del año 2007? ¿Las 'subprime' en formato petróleo en vez de inmobiliario?
– Si quiebra el sector del petróleo en Estados Unidos, en Europa podemos pasarlo muy mal. Uno de los problemas de Europa es que no estamos siendo capaces de que el euro sea una referencia mundial. Mire, en estos momentos no hay forma de comprar un barril de petróleo en euros, hay que hacerlo en dólares.
– El mundo se divide entre optimistas y optimistas. ¿Dónde se coloca?
– Saldremos, de esta saldremos. Quizá no a la velocidad que quisiéremos, pero saldremos. La pandemia ha aflorado las debilidades estructurales que tenemos los europeos. Y también creo que en Europa o vamos todos juntos o vamos a estar mucho tiempo comiendo berzas. Y, hombre, la berza un día y como acompañamiento de algo pase, pero de seguido…
– En un artículo reciente usted se mostraba muy crítico con la posición de los países del norte de Europa que ponen problemas a la hora de aprobar los planes de ayuda.
– Sí. Antes debo decir que tenemos la gran suerte de que Nadia Calviño dirija el equipo económico y que tenga a su lado como secretaria de Estado a Ana de la Cueva. Las dos conocen perfectamente los entresijos de la UE y cómo se trabaja entre bambalinas en Bruselas. Y respecto a la postura de algunos países, me cabe la duda de si pretenden aprovechar un momento de debilidad nuestro para sacar tajada.
– Es una posibilidad. Pero también es cierto que hace apenas unas semanas, antes de esta crisis, España pedía margen de déficit en Bruselas para endeudarse más.
– También tenemos que ser corresponsables en la gestión, efectivamente. Mire, hace cuarenta años viajábamos por ejemplo a Holanda y nos maravillaban sus trenes. Hoy, que tenemos más kilómetros de alta velocidad que nadie, volvemos a Holanda y nos parece que tienen unos trenes bastante viejos. E imagino que cuando ellos vienen a España piensan que vivimos en un mundo de lujo. De acuerdo, tenemos que demostrar que somos capaces de gastar los fondos que lleguen de la UE con un criterio lógico, reforzando la apuesta tecnológica, por ejemplo. Pero con rigor, que hay quien piensa que invertir en I+D es construir un edificio de lujo y cuando van a montar el laboratorio ya no tienen dinero…
– ¿Se impone recuperar la producción de algunas cosas?
– Hay que preguntarse cómo es posible que no seamos capaces de fabricar mascarillas o respiradores. ¿Qué hemos hecho? El juego de China no es el nuestro. Sus reglas no son las nuestras… Hay que establecer barreras para equilibrar algunas cosas.
– ¿Aranceles como promueve el presidente de los Estados Unidos?
– No necesariamente, hay otras fórmulas. Se pueden establecer barreras técnicas, de calidad, de homologación e incluso laborales y de emisiones.
– La práctica totalidad de las ayudas públicas hasta ahora se han dirigido a pymes y autónomos. ¿Cree que el Gobierno se ha olvidado de las grandes empresas?
– No. Las grandes empresas tenemos que trabajar de forma seria para consolidar nuestra posición de cara al futuro. Las pymes y los autónomos son una prioridad estratégica en estos momentos porque son el eslabón débil y hay que protegerles.
– Desde algunos foros se habla de la posibilidad de que el capital público intervenga en las grandes empresas. La Unión Europea ya ha mostrado claramente su disposición a rebajar la vigilancia sobre las ayudas de Estado, al menos de forma puntual ante esta crisis.
– Una intervención del capital público que sea estratégica y temporal es defendible. Pero tiene que responder a eso, a salvar sectores o empresas que sean claves en el desarrollo industrial de un país. Lo hizo Obama para salvar General Motors. Lo han hecho el Reino Unido y Alemania cuando lo han considerado necesario. Italia también. El Estado tiene que tener mecanismos para preservar la fortaleza industrial. Otra cosa es que haya algún aprendiz de brujo que quiera aprovechar que una situación de este tipo se convierta no en una iniciativa temporal sino en algo estructural. Y… no hay cosa que me preocupe más que un aprendiz de brujo con el boletín oficial en las manos...
– ¿Es partidario de la renta mínima?
– Hay que hacerlo porque hay muchas personas en una situación muy delicada y porque hay que trasladar a los ciudadanos que es una obligación del Estado protegerles. Sobre esto hay pocas dudas. Pero tiene que haber limitaciones.
– ¿A qué se refiere cuando habla de limitaciones?
– La renta mínima tiene que ser temporal, coyuntural, no puede ser algo permanente. Una ayuda hasta que la economía vuelva a una velocidad de crucero. Dar dinero por dar dinero no es una buena opción.
– En esa fase, con la actividad normalizada, ¿dónde pondría el acento de eso que se denominan las ayudas sociales?
– Formación. La formaciónactiva es el futuro.
Petronor es el principal contribuyente de la Hacienda vizcaína y por ello también de las arcas públicas vascas. La suma del IRPF que genera el salario de sus empleados, del Impuesto de Sociedades que proviene de sus beneficios, el IVA de las ventas y los impuestos especiales de los combustibles se sitúan, en un año normal, por encima de los 800 millones de euros. En torno a 5,5 de cada 100 euros que recauda el País Vasco sale de la actividad que genera esta compañía.
- Ustedes son fundamentales en la recaudación de impuestos en Euskadi. Si esta empresa se constipa…
- Sí, es cierto. Somos un actor industrial con un peso muy importante en la estructura económica del País Vasco. Hay quien piensa que somos simplemente una refinería, pero somos mucho más. En realidad, ahora se aprecia mejor que nunca que somos un motor que alimenta el bienestar social. Sin recaudación de impuestos no puede haber gasto público. Y, por cierto, esto hay que agradecérselo a las enormes inversiones que ha aprobado el grupo Repsol. Sin ellas, Petronor quizá ya no existiría.
- ¿Es consciente de la preocupación que existe entre los responsables institucionales en relación a la marcha de la empresa?
- Lo soy porque tenemos un contacto permanente, constante, con el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, y con el diputado de Hacienda, José María Iruarrizaga.
- ¿Me puede decir cuál es el daño estimado para este año en Petronor como consecuencia de la crisis del Covid y sus derivadas en el petróleo?
- Es tal la volatilidad de todo, que nos resulta difícil establecer ahora previsiones creíbles. Lo haremos en cuanto se normalice un poco la situación.
- ¿Van a congelar las inversiones?
- No, en absoluto. Vamos a mantener todos los objetivos que nos habíamos fijado en nuestro plan estratégico. Otra cosa es que ahora estemos obligados a afinar esas inversiones, a asegurarnos de que no tienen grasa y que cada euro que se invierte es necesario. Sin inversión eficiente no hay futuro, ni para nosotros ni para nadie.
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