Cuando el cartero es un banco
La exclusión financiera impulsa a empresas que ofrecen operaciones básicas: ingresos en estancos y reparto de dinero a domicilio
La abuela de Izaskun Sarabia fue pionera de una tendencia que ya se ha extendido por todo el país: en el estanco familiar que regentaba en Berango, añadió el servicio de lotería. Ahora, su nieta da los mismos pasos y, aprovechando que los vecinos tienen que desplazarse hasta Algorta para ir al banco y que los dos cajeros existentes en la localidad están a un cuarto de hora andando, ha sumado un nuevo servicio al negocio: un punto Nickel.
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La empresa que los gestiona, adquirida en 2017 por la entidad francesa BNP Paribas, ofrece la posibilidad de realizar en su red de estancos y administraciones de lotería las operaciones más básicas de un banco: ingresos y reintegros en metálico por una comisión del 2% del importe ingresado y 50 céntimos por cada reintegro. Por 20 euros al año, permite abrir una cuenta en cinco minutos utilizando solo el documento de identidad y operar con ella de forma híbrida: 'online' o en puntos Nickel como el de Sarabia.
«Tenemos una visión universal y el objetivo de acercar los servicios financieros a todas las personas para promover la inclusión financiera», explica Mónica Correia, consejera delegada de Nickel, que ya cuenta con casi 1.050 puntos en toda España y más de 60 en Euskadi, donde los bancos han cerrado un 19% de las sucursales en los últimos tres años. «En el primer semestre se han realizado más de 100.000 operaciones en nuestros puntos, lo que demuestra que existe necesidad de este tipo de servicios», añade.
A Sarabia, ese discurso le convenció. «Como están cerrando bancos por todas partes y la gente está harta de que los que abren solo permitan realizar algunas operaciones en horario reducido, pensamos que el servicio nos permitía hacer una labor social a la vez que añadimos una nueva fuente de ingresos, porque ingresamos parte de la comisión por cada operación», explica junto al ordenador en el que ayuda a abrir cuentas. «La ventaja es que a los usuarios les damos una tarjeta MasterCard que activamos con el datáfono y que pueden utilizar como cualquier otra –sin coste de emisión– porque va asociada a una cuenta IBAN española, de forma que pueden hacer transferencias, ingresar recibos y demás».
Los perfiles
Aunque Sarabia afirma que hay clientes de todo tipo, reconoce que la mayoría responde a dos perfiles muy marcados: gente mayor, muchas veces de los caseríos de las inmediaciones, e inmigrantes más jóvenes, algunos de ellos aún sin papeles. «Hay gente mayor de la huerta que quiere que le atiendan en persona y le expliquen bien las operaciones. Y luego están los extranjeros a los que les cuesta mucho que un banco les abra una cuenta», señala. La propia Correia, portuguesa, recuerda cómo tardó más de un mes en lograrlo cuando llegó a España. Por eso, con los inmigrantes en mente, Nickel también ha comenzado a abrir sus puntos en otros negocios, como los locutorios.
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«Nuestro objetivo es alcanzar los 2.500 en 2025», comenta la directiva, que incide en el coste cero de todo el equipo necesario para quienes gestionan sus puntos. No obstante, Sarabia reconoce que los clientes se muestran reticentes con el servicio al principio. «Somos un poco cerrados y la gente tarda en aceptar las cosas nuevas. Pero el boca a boca está funcionando y quienes lo prueban están contentos», comenta. Nickel acaba de aterrizar en Bélgica, lo hará pronto en Portugal y llegará a Alemania el año que viene. «El problema de la exclusión financiera es europeo», sentencia Correia.
Quizá por eso, el de Nickel no es el único servicio bancario alternativo que ha surgido ultimamente. Numerosas 'fintech' ofrecen alternativas, aunque la mayoría se centra en el negocio 'online' y se dirige a nichos de mercado con un elevado conocimiento financiero: por ejemplo, Revolut atrae a quienes quieren operar con criptomonedas, Bnext ofrece pagos con tarjeta al mejor tipo de cambio y Wise da la posibilidad de crear huchas con diferentes divisas.
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Lo que Correos ofrece es la antítesis de estos complejos servicios: su capacidad para llegar al rincón más remoto del país con dinero en efectivo. Es Correos Cash, un servicio que la entidad pública ofrece en colaboración con seis entidades bancarias tradicionales –cuyo número irá creciendo según se vayan cerrando las negociaciones que están en curso– para que sus clientes realicen operaciones básicas en cualquiera de sus 2.400 oficinas –168 en Euskadi–.
«Los clientes generan 'online' una orden de ingreso en cuenta o de reintegro, y pueden llevar su dinero, o retirarlo, en nuestra oficina», explica Eztizen Díez, directora de la sucursal de Muskiz. «Cada entidad tiene su catálogo de productos, como el cobro de cheques, y el Banco Santander permite operar directamente con tarjeta. La gente está muy contenta con nuestros servicios, porque contamos con una capilaridad única y le facilitamos la vida», resume.
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Según informa la empresa, el número de operaciones de Correos Cash realizadas en los siete primeros meses de este año asciende a 86.000, lo que supone un crecimiento del 36% respecto a las realizadas a lo largo de 2021. «El importe medio de las operaciones, tanto de reintegros como de ingresos es de unos 500 euros», informan desde la entidad.
Dinero puerta a puerta
Precisamente ese es el límite que los carteros pueden llevar a domicilio, uno de los servicios que nació con las zonas rurales en mente. «El cliente tiene que hacer la petición el día anterior, de forma que el cartero prepare el dinero antes de hacer el reparto, lo lleva como cualquier correo, y todo se gestiona a través de su PDA», explica Díez, que hace hincapié en la ventaja que para Correos suponen tanto su amplísima red logística como su conocimiento tecnológico. «Todo tipo de gente hace uso del servicio, aunque el envío a domicilio suele centrarse más en gente mayor», agrega.
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En Euskadi hay actualmente 167 carteros rurales que funcionan como oficinas móviles: 70 en Bizkaia, 52 en Álava y 45 en el territorio de Gipuzkoa. Eukene Murillo es una de ellos. Trabaja en la zona de Derio y se muestra satisfecha de la acogida que tiene el servicio, aunque admite que «aún es poco conocido entre la gente». Luis Madinabeitia es uno los usuarios de Correos Cash. «El banco me queda mucho más lejos y todavía no soy lo suficientemente mayor para que me atiendan a cualquier hora del día, así que prefiero ir a la oficina de Correos. En un par de ocasiones he pedido que me lleven el dinero al caserío porque tenía que pagar a unos obreros, y la verdad es que ha funcionado muy bien», comenta.
Pero Correos no se queda ahí. Como si quisiera recuperar el papel que jugó cuando existía la ya desaparecida Caja Postal, también ofrece una tarjeta prepago MasterCard. «Sobre todo es para la gente que quiere comprar 'online' con tranquilidad, porque puede ingresar el dinero que vaya a gastar. Y también la ofrecemos a empresas y a ONG que quieren controlar el gasto de sus empleados o beneficiarios», cuenta Díez. Como sucede con Nickel, la tarjeta puede disponer de una cuenta IBAN para llevar a cabo otro tipo de operaciones, como transferencias o domiciliaciones.
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De forma adicional, Correos Pay permite abonar impuestos y recibos de diferentes administraciones en cualquier oficina por un coste de 1,95 euros. «Correos ha estado siempre habituada a gestionar dinero con productos como el giro postal. Ahora, los bancos se apoyan en nosotros para llegar a más gente», apostilla Díez.
Diversificar el negocio se convierte en obligatorio para sobrevivir
Z. A.
Hace tiempo que el estanco Ubaocalle dejó de vender exclusivamente labores de tabaco y productos relacionados con su consumo. Ahora tiene las estanterías llenas de chucherías, una nevera con bebidas frías y una máquina de lotería. Además, se ha convertido en un punto de recogida de paquetes, así como en sucursal del Nickel para ingresos y reintegros en metálico. «Tal y como están las cosas, hay que diversificar», justifica Izaskun Sarabia, que regenta el negocio junto a su madre. «Además, servicios como el de paquetería o el de Nickel ayudan a incrementar la clientela y propician la compra ocasional», afirma.
Y tiene razón: durante la hora que EL CORREO pasa con ella, diferentes clientes llegan para recoger paquetes o hacer apuestas y, ya que están, salen con algún paquete de tabaco o con unos chicles.
Esa diversificación no es exclusiva de pequeños comercios como el de Sarabia. Grandes empresas como Correos trascienden también su ámbito de acción natural para ofrecer todo tipo de servicios y productos. Eztizen Díez, directora de la oficina de Muskiz, por ejemplo, trabaja detrás de una mampara en la que están colgados un par de los calcetines que venden. Y a pocos metros de una vitrina con objetos de mercadotecnia que van mucho más allá de la filatelia, como una hucha con forma de buzón o una miniatura de un camión de reparto. En una ventana, un cartel promociona la compañía de telecomunicaciones de Correos Telecom, con ofertas de móvil e Internet. «Ante las dificultades por las que pasa el negocio postal, hay que abrirse a otros», comenta.
Las actividades bancarias también, porque el constante cierre de sucursales y la imparable retirada de los cajeros automáticos de las fachadas, abre oportunidades para empresas dispuestas a llenar el enorme vacío que dejan.
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