Muguruza vuelve de la mano de Conchita
La aragonesa reconduce a la hispano-venezolana y la devuelve a la élite
Aquel memorable anuncio de la agencia Sra. Rushmore en la que se veía al 'Mono' Burgos levantando la tapa de una alcantarilla y saliendo a ... la calle soleada de la Primera División tras dos años en el infierno admite muchos 'remakes'. Uno de los más claros podría ser el de Garbiñe Muguruza, que de repente ha vuelto a la élite para sorpresa de todos. O al menos de una gran mayoría de aficionados que ya la habían dado por amortizada debido a su evidente fragilidad mental. Desde las primeras rondas del Open de Australia, sin embargo, se le vio con una actitud más positiva y un nivel más propio de una tenista de su talento. El martes llegó a las semifinales con autoridad y ya fue inevitable empezar a hablar de su posible resurrección, de la mano de Conchita Martínez.
Pese a todo, nadie quería precipitarse con las celebraciones. En este caso, con los titulares rotundos. Por si acaso. El expediente de Muguruza en Melbourne estaba siendo impecable. Se había llevado por delante a dos 'tops' 10 como Elena Svitolina y a Kike Bertens, y también a Plavliuchenkova en un duelo con mucho morbo. Lo decimos porque a la rusa la entrena ahora Sam Sumyk, el técnico que modeló a Muguruza, con quien no acabó muy bien que se diga. Su relación, de hecho, se fue deteriorando hasta acabar pareciendo un capítulo de 'La guerra de los Rose'. Aún así, incluso después de tres victorias de tanto valor objetivo, no convenía lanzar las campanas al vuelo. La hispano-venezolana ha dado demasiadas muestras de flaqueza mental como para no medir bien las palabras sobre ella.
Su enfrentamiento de esta pasada madrugada con Simona Halep se planteaba como la prueba del algodón definitiva. La rumana, número 2 del mundo, es un hueso. Aunque ambas han ganado los mismos títulos de Grand Slam –un Roland Garros y un Wimbledon–, se podría decir que es el reverso de Muguruza en términos de regularidad y equilibrio. Un dato de lo más revelador: si Garbiñe llevaba desde finales de 2017 sin ganar a una 'top' 10, Simona llevaba todo ese mismo tiempo entre ese grupo de escogidas. En una élite tan volátil como la del tenis femenino, donde todas las estrellas parecen fugaces ya que no tardan nada en perderse en el firmamento, es la única que ha sido capaz de mantenerse en el cielo.
Había que superar, por tanto el muro Halep y Muguruza lo hizo a lo grande, en dos sets ajustados y durísimos (7-6 y 7-5). Al acabar la batalla, disputada en unas condiciones de calor tan extremas que la suspensión estuvo muy cerca de producirse, ya se puede hablar del regreso de una tenista formidable. Queda el último paso ante Sofia Kenin, una chica sin demasiado nombre que está jugando el Melbourne el torneo de su vida, pero lo que no pude ocultarse ya es la noticia feliz: da la impresión de que Muguruza ha vuelto para quedarse –al menos por un tiempo– y que ha encontrado en Conchita Martínez la entrenadora que necesitaba para espantar sus fantasmas –y tenía los suficientes como para llamar a los Ghostbusters– y poder volver a ofrecer su mejor versión, la que le hace ser una tenista prácticamente inabordable.
No es extraña esta química que parece existir entre las dos únicas tenistas españolas que han ganado sobre la hierba del All England Tennis Club. En su momento, Conchita Martínez siempre pareció una jugadora que, por falta de solidez mental e instinto competitivo, rendía dos peldaños por debajo de lo que le permitía su potencial. Justo lo contrario que Arantxa Sánchez-Vicario, al que fue su carácter indomable el que la elevó muy por encima de lo imaginable. En este sentido, Muguruza siempre ha sido una Conchita. Y la que mejor lo sabe es la propia entrenadora aragonesa. Es lógico que haya sabido actuar tan bien sobre las debilidades de su pupila porque un día fueron las suyas. El tenis español cruza los dedos para que esta sociedad perdure y, a sus 26 años, Garbiñe Muguruza pueda volver a ser la que era en septiembre de 2017, antes de desplomarse y acabar vagando por los subsuelos del circuito. La número 1 de WTA, ni más ni menos. Y es que pocas cosas hay más tristes en el deporte que observar el desperdicio de un talento tan extraordinario como el de Garbiñe Muguruza.
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