Demasiado previsible
La Pole ·
juan carlos otaduy
Lunes, 10 de mayo 2021
Montmeló acogió ayer un gran premio de Fórmula 1 como viene haciendo de manera ininterrumpida desde 1991. En el año del estreno la carrera se ... disputó a finales de septiembre, un domingo lluvioso, con Senna y Prost disputándose el título y Mansell doblegándoles en meta. Aquel día no había aparcamientos asfaltados ni accesos señalizados y la única grada permanente era la parte baja de la tribuna principal. El desarrollo del circuito vendría más tarde, pero lo que abundaban entonces eran aficionados llegados desde toda España y el sur de Francia ávidos de una pista que tomase el relevo del Jarama y de Jerez para albergar pruebas de F-1 y motociclismo.
Con el paso del tiempo el Circuit de Catalunya fue construyendo unas instalaciones espectaculares que le convirtieron en cita imprescindible para los calendarios internacionales del motor. Sin embargo, hoy en día este polo de atracción económica fundamental para la comarca del Vallés parece abandonado a su suerte. Tan solo la persistencia del Real Automóvil Club de Catalunya por mantener los contactos forjados en treinta años de trabajo le mantienen en la agenda de la F-1, junto al prestigio que otorga la profesionalidad con la que organiza cada evento que aloja. Paradójicamente la pandemia le permitió albergar una carrera en 2020 después de haberse visto fuera del calendario y otro tanto ha ocurrido este año. Entonces fue el retorno del Gran Premio de Holanda y el año próximo puede ser Miami la que le empuje al ostracismo si no hay una reacción inmediata.
Además de a decenas de pilotos, Montmeló ha visto debutar todas las variantes técnicas introducidas en los monoplazas de las tres últimas décadas, como el Jarama asistió a la presentación hace 45 años del Tyrrell de seis ruedas, aquel coche de Scalextric por el que suspirábamos los que ya hemos alcanzado cierta edad. El P34 fue un proyecto insólito de Derek Gardner, el genio que gobernaba una escudería tan innovadora como Tyrrell. Se diseñó sobre un tablero de dibujo con lápiz, escuadra, cartabón y calculadora; el método que aún hoy utiliza otro talento como Adrian Newey para esbozar los primeros trazos de los nuevos Red Bull. Volviendo al P34, su debut resultó prometedor, alcanzó el podio en su segundo gran premio y firmó un doblete en el tercero. Pero tuvo un éxito fugaz, perjudicado por el desinterés de Goodyear para desarrollar los pequeños neumáticos del doble eje delantero. En 1978 Tyrrell volvió a los monoplazas convencionales y el seis ruedas se convirtió en el icono que ha llegado a nuestros días.
Pese a que marcó una época, no hay en el Jarama un recuerdo al P34 y mucho menos en Montmeló, un trazado al que cabe achacarle que apenas haya ofrecido carreras apasionantes más allá de aquella de 1996 que bajo la lluvia supuso el primer triunfo de Schumacher con Ferrari. La de ayer fue más estratégica de lo habitual pero Hamilton ganó desde la pole, como suele suceder en un trazado demasiado previsible.
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