Duplantis, nacido para tocar el cielo
Herencia y ambición ·
El atleta de Luisiana, que superó su récord mundial en salto de pértiga el domingo a los 25 años, se formó en una familia entregada al deporteJosé Félix Cachorro
Bilbao
Lunes, 16 de junio 2025, 23:49
El niño nacido en Lafayette (Luisiana, Estados Unidos) hace 25 años tenía marcado su destino antes de venir al mundo. Armand Duplantis es desde hace unos años el mejor pertiguista de la historia. El domingo batió de nuevo el récord del mundo al saltar 6,28 metros en Estocolmo. Viene pulverizando las plusmarcas desde que en febrero de 2020 alcanzara los 6,17 en recinto cubierto en la ciudad polaca de Torún. En la capital sueca consiguió su duodécimo mejor registro internacional.
Su padre, Greg, fue también saltador de pértiga, aunque nunca pudo clasificarse para unos Juegos Olímpicos representando a Estados Unidos. Su madre, Helena, hija de pertiguista, fue una heptatleta y voleibolista sueca que recibió una beca para formarse en Luisiana. Cómo no, ambos se conocieron en una pista de atletismo y formaron una familia con el deporte como fuerte lazo de unión. Sus hijos Andreas, el primogénito, y Johanna, la pequeña del clan, también son excelentes pertiguistas, mientras que Antoine, el segundo, se decantó por el béisbol profesional.
Con los antecedentes de sus mayores, Armand Duplantis tenía que ser atleta sí o sí. Siguió la tradición y ya desde muy pequeño, a los 3 años, utilizaba un palo de escoba para brincar. La familia habilitó un aparato para entrenar en el jardín de su casa, donde comenzó la brillante carrera del mejor de la historia. Cuando tenía 7 años, batió el récord mundial infantil al superar los 3,86 metros. De aquella primera hazaña surgió el apodo de 'Mondo', bautizado así por amigos italianos de su padre y con el sobrenombre que se le conoce en el planeta del atletismo.
Mientras Greg siempre se ha ocupado del perfeccionamiento técnico de su vástago, Helena ha sido su preparadora física, la que ha modelado su cuerpo hasta conseguir que su hijo sea un gran velocista. «Hay tantas cosas en las que tengo que mejorar para saltar un centímetro más alto; parece poco pero suma mucho», ha reconocido el recordman mundial, quien considera que para ser pertiguista hay que ser «velocista, saltador de longitud y gimnasta». A tenor de los resultados, el matrimonio lo ha hecho muy bien en todos los aspectos. «Cuando están en el estadio, hablo con ellos como entrenadores, no como padres», dice el plusmarquista.
Pese a nacer en Estados Unidos, Armand defiende los colores de Suecia, destino de las vacaciones veraniegas de los Duplantis. Pero además del apego por el país escandinavo por motivos familiares, hay razones deportivas que explican la 'marcha' a tierras nórdicas. «El atletismo es mucho más relevante allí que en Estados Unidos. Por ejemplo, en Suecia hay muchísimas más instalaciones indoor en todo el país. En el club de 'Mondo', ves a muchos niños saltando a todas horas. En Estados Unidos, el acceso a las instalaciones ha ido a peor con los años, está peor que cuando yo competía», justificaba Greg Duplantis el año pasado. Tampoco hay que olvidarse de los 'trials', las pruebas en las que se deciden qué atletas acuden a unos Juegos, sin tener en cuenta su palmarés o sus marcas más recientes. El mismo Greg fue víctima del inflexible sistema clasificatorio norteamericano cuando se quedó fuera de la cita olímpica de Atlanta'96 porque no tuvo el mejor día en el examen final.
Su raigambre atlética no supuso que Armand tuviese el camino libre en su propia casa para dedicarse sólo al atletismo. Sus padres le instaron a que estudiara y no centrara su vida únicamente en el deporte. Su tercer hijo se matriculó a regañadientes en la Universidad Estatal de Luisiana, que abandonó al cabo de un año para volar hacia metas legendarias.
Futuro optimista
Los ídolos de este astro siempre han sido su padre y el excampeón mundial y olímpico francés Renaud Lavillenie, que cree que el plusmarquista puede llegar a los 6,35. Greg Duplantis incluso piensa que podría rebasar los 6,40. Lejos queda ya el techo mundial logrado por el mítico Serguéi Bubka en 1994 (6,15 metros), derribado años después por el francés y triturado varias veces por el genio de Lafayette, que siempre manifiesta que pretende progresar «centímetro a centímetro» y que él se ve capaz de alcanzar los 6,30 este mismo año. «No es un margen tan grande, supongo que se vuelve un poco más difícil a medida que subimos más alto, pero creo que solo estoy a otro día perfecto de lograrlo».
Tan grande como su palmarés es el carisma del pertiguista, dueño de una sonrisa eterna y abierto a atender a sus fans. Hasta sus competidores le animan cuando le surge en la pista la ocasión de batir otra marca mundial. Celebra sus triunfos con efusividad, lo que le gusta al público. Como ocurrió el domingo en Estocolmo, cuando dejó la colchoneta y se arrancó la camiseta para correr hacia su novia y abrazar a su madre y al resto de los suyos.
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