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Virginia Díaz (Astillero, Cantabria, 29 años, residente en Las Arenas) confiesa que, cuando era pequeña –nació un año antes de Barcelona 92-, solía seguir las citas olímpicas por televisión, contemplaba esas imágenes y surgía una especie de conexión. «Recuerdo que veía los Juegos en el sofá de mi casa y me emocionaba. Se me ponía la piel de gallina. Y pensé: 'esto te importa'». Sin embargo, no se planteó que ella pudiera ser la protagonista, que ella pudiera lucir la equipación de España en un evento de tanta envergadura. «Cuando empecé a remar no pensé en ello». Pero aquí está. En Tokio, donde competirá la madrugada del sábado, a partir de las 3.10 horas, en la tercera eliminatoria de 2 sin timonel junto a su compañera Aina Cid. «Las sensaciones son buenas», desliza a EL CORREO esta remera que defiende los colores del club Raspas de Getxo.
Los resultados avalan esta impresión. La pareja española acabó tercera en el Europeo de Varese, Italia, en abril. Y se llevó la Copa del Mundo de Lucerna, en mayo. Este triunfo confirma que pueden colgarse un metal, que es una posibilidad, que no supone algo remoto, para un dúo que se construyó en 2019, y que logró un éxito inmediato: el Europeo en Suiza. Poco después, un quinto puesto en el Mundial les concedió el billete para Tokio. «Ser olímpica supone algo único. Creo que muchos deportistas soñamos alguna vez con estar aquí y poder vivirlo es increíble», cuenta desde la capital nipona.
Allí se desplazó junto a todo el equipo español. «Fue un viaje largo pero aún así llegué con muchísima ilusión. Viajar con la delegación ya es algo especial ya que normalmente viajamos solo el equipo de remo. Todo está muy bien preparado para nuestra llegada y además nos han recibido con mucho cariño. Así que está siendo una experiencia inolvidable», se felicita esta cántabra con corazón vizcaíno que se plantó en el remo por casualidad, gracias a que un entrenador de Astillero realizó una búsqueda por colegios de candidatas. Díaz, que aúna talento y disciplina para el trabajo, levantó la mano, y desechó la natación y el baloncesto, otras de las actividades que había probado.
Y eso le ha llevado a unos Juegos extraños por la pandemia y por la poca adaptación que han tenido a los nuevos horarios. Ellas, Díaz y su compañera tarraconense, han tratado de ir acoplándose poco a poco. «Ya hemos intentado cambiar poco a poca la hora antes de viajar y que interfiera lo menos posible a la llegada. Sí que necesitamos dormir bastante pero se lleva bien», cuenta este mujer ambiciosa que lanza otra confesión. «Cuando empecé con el remo, no pensaba en los Juegos. Me ponía metas personales porque me gustaba ir mejorando y poco a poco logré un nivel más alto donde pude ver la posibilidad de la clasificación a unos Juegos así que trabaje más y me enfoque totalmente en ello». Y allí está. A punto de debutar.
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