Media hora de escalofrío en el santuario del golf
Un milagro ·
Augusta vivió instantes de angustia hasta que se confirmó que los árboles caídos no habían herido a nadieEl caos y la angustia se apoderaron el viernes del Augusta National cuando las sirenas por el riesgo de tormentas eléctricas sonaron por segunda vez ... y, casi al mismo tiempo, empezaron a circular por las redes sociales las primeras imágenes de la caída de tres árboles junto al tee del hoyo 17 al ser arrancados de cuajo por el viento. Un escalofrío recorrió hasta el último rincón de este santuario del golf porque a través de las ramas se atisbaban aplastadas las tradicionales sillas verdes del Masters y había gente en el suelo junto a troncos de grandes dimensiones. Detrás, a unos pocos metros, varios espectadores se echaban las manos a la cabeza y corrían a socorrerles.
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La escena presagiaba una tragedia y la organización del Masters, siempre hermética y renuente a entrar en detalles más allá de la información estrictamente oficial, mantenía un silencio que, lejos de transmitir tranquilidad, generaba aún más incertidumbre. Las noticias llegaban con cuentagotas y había que tomárselas con cautela porque no había manera de confirmarlas. En Augusta están prohibidos los móviles y era imposible contactar con alguien que se encontrara en ese momento en el recorrido. La inmensa mayoría del público y todos los periodistas habían sido evacuados por la eventual aparición de rayos en el cielo de este rincón de Georgia.
¿Y cómo se habían tomado las imágenes del desplome de los árboles si no se pueden usar celulares y los vídeos son propiedad exclusiva del torneo? Al parecer alguien que seguía la retransmisión en directo desde su casa se percató de lo sucedido y rebobinó –en las televisiones inteligente se puede hacer– para cerciorarse de lo que había visto. Después grabó su propio monitor y lo colgó en la red.
Veinte minutos después del incidente empezaron a circular informaciones que apuntaban a la posibilidad de que se hubiera producido un milagro y que nadie había resultado herido. Al mismo tiempo llegaron fotografías de las agencias, y por tanto avaladas por la organización, en las que se apreciaba un enorme tronco y un puñado de aficionados observándolo. La extrema preocupación inicial dio paso a una inquietud más mesurada. El hecho de que se estuviera barajando la posibilidad de reanudar la jornada a puerta cerrada –finalmente fue suspendida– provocó el alivio general. Media hora después de la caída de los árboles ya se hizo oficial que por fortuna no había pasado nada.
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Hubo dos factores fundamentales que contribuyeron a evitar el drama: en el campo había menos aficionados de lo habitual porque muchos de los que habían sido evacuados por la amenaza de tormenta ya no volvieron; y además los árboles cayeron despacio y el ruido del crujido de las raíces al resquebrajarse alertó a los pocos espectadores que ocupaban las sillas, lo que les permitió apartarse a tiempo.
Ataque de nervios
Sergio García, ganador de la chaqueta verde en 2017, se encontraba en ese instante en el green del hoyo 15, muy próximo a la zona del suceso. Nada más sacar la bola del bunker, escuchó un ruido, giró de inmediato la vista hacia el bosque y fue testigo de lo ocurrido. «Sonó como si se hubiera volado una tribuna, súper fuerte», explicó. El viento soplaba con fuerza. «Podía haber pasado algo muy gordo», añadió el jugador castellonense. Su esposa seguía su recorrido en el Augusta National y también vivió muy de cerca el incidente. En los minutos iniciales sufrió un ataque de nervios porque aún no se sabía si había víctimas.
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«Oímos crujidos. Todo el mundo empezó a correr. Así que intentábamos pasar por encima de la cuerda (hacia la calle). No teníamos a dónde ir porque había gente detrás de nosotros», declaró Sylvia Martin, de Texas, al 'Augusta Chronicle'. Durante la tarde del viernes y el amanecer de ayer numerosos operarios revisaron de forma concienzuda el estado de los árboles.
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