Con Jon Rahm en el Masters de Augusta

Todo lo que rodea Augusta son aparcamientos gigantescos, pero como te equivoques...

Si entras con el coche en el estacionamiento que no debes, vuelves a la casilla de salida ¡y está en la otra punta!

Iván Orio

Enviado especial. Augusta

Viernes, 7 de abril 2023, 13:01

La semana del Masters, el Augusta National es una enorme isla verde rodeada de numerosos y ordenados aparcamientos con miles de plazas. La gigantesca extensión ... del terreno recuerda al Festival de Woodstock, pero sin sacos de dormir ni tiendas de campaña. Sólo miles y miles de coches y furgonetas que llegan al amanecer y reposan durante horas hasta que el ocaso anuncia la hora de marcharse. Los embotellamientos son de abrigo a la ida y a la vuelta, pero la pasión por el golf mueve montañas por estas tierras y la gente lo asume a cambio de ser protagonista de una experiencia única en un templo sagrado de este deporte. Estados Unidos es un país pensado para moverse siempre en automóvil y sólo quien viva enfrente del club sureño o a unos pocos minutos se plantea la posibilidad de acercarse a pie a la sede del Masters.

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Hay estacionamientos libres para los aficionados y otros restringidos que obligan a llevar una pegatina específica en el parabrisas para socios del club, invitados VIP, invitados 'normales' –la identificación es diferente–, familiares de jugadores, jugadores, patrocinadores, repartidores, agentes, personal interno, periodistas... Washington Road es la arteria en la que confluyen todos estos colectivos y desde la que se bifurcan los carriles que conducen a los accesos de los estacionamientos habilitados para el Masters. El problema es que cuando todavía no ha salido el sol esta muchedumbre el volante se encuentra en un mismo punto de Estados Unidos a la vez, una carretera incapaz de tragar tantos vehículos al mismo tiempo. Y claro, el lío que se monta es considerable.

El sector del alquiler de conos señalizadores hace el agosto en esta semana de abril que disturba la calma de este tranquilo paraje de Georgia cercano al río Savannah. Hay una flota inmensa de pequeñas camionetas que los colocan para 'dibujar' las diferentes intersecciones que conectan con las bocas de los solares que hacen las veces de aparcamientos. Son kilómetros y kilómetros de balizas naranjas, tanto en las rectas como en las curvas, cuyo objetivo es ayudar a orientarse y que sin embargo tienen un efecto hipnótico que favorece los despistes. Es difícil acertar en este mar anaranjado de conos infernales mientras los encargados de dirigir el tráfico apremian a los conductores con gestos ostentosos cada vez que pisan un poco el freno para tratar de situarse. Y como te saltes tu entrada, a la casilla de salida. Rodeo y vuelta a empezar.

Si eres de los afortunados que encuentras la entrada de tu aparcamiento a la primera –huelga decir que mis compañeros de viaje y yo no estuvimos en el grupo de los elegidos por los dioses– entras en otro mundo colonizado por conos. Pero ahora son verdes, verdes Augusta, por supuesto. Decenas de voluntarios con linternas rojas te dirigen a una plaza en concreto, como se hace en los aeropuertos con los aviones hasta que se detienen en su 'finger'. Si dudas un segundo en la maniobra, las linternas empiezan a zumbar y girar como luciérnagas enloquecidas para advertirte de que aquí nadie ha venido a perder el tiempo. Hay vecinos de la zona que aprovechan estos días para convertir sus jardines en improvisados parkings y sacar un dinero extra. El precio oscila entre 20 y 30 dólares el día entero. La verdad es que es para pensárselo.

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