El nuevo faraón
Salah, el crack del Liverpool, es una figura que une a los egipcios y genera una simpatía sin límite en el mundo árabe
mikel ayestaran
Jueves, 26 de abril 2018
Cada vez que Mohamed Salah mete un gol, y esta temporada ya ha marcado 43, diez en Champions repite dos cosas. Primero abraza a sus ... compañeros, segundo, se postra repitiendo el movimiento que todo musulmán realiza durante la oración (sujood, en árabe). Siempre tranquilo, sin grandes aspavientos, ni gritos. Una mesura alejada de la efusividad de otras estrellas, que ya empieza a tener un impacto directo entre sus seguidores como recogen los vídeos colgados por aficionados ingleses en las redes en los que los niños repiten el gesto piadoso de Salah tras marcar un gol. La afición del Liverpool ha captado esta postración de agradecimiento a Alá y ha compuesto incluso una canción homenaje al delantero egipcio en la que los hinchas del mítico Anfield cantan: «Mo Sa-la-la-la-lah, Mo Sa-la-la-la-lah (…) Si metes más goles yo también me haré musulmán».
El dorsal 11 del Liverpool, que el martes deslumbró al mundo con sus dos goles y dos asistencias contra la Roma en el partido de semifinales de Champions en el que su equipo se impuso por 5-2, ha sido elegido 'Jugador del año', el primer egipcio que consigue este galardón en la historia de la Premier Ligue y el segundo africano, después de que en 2016 el título recayera en el argelino del Leicester City, Riyad Mahrez. Salah se puso un traje negro, pajarita y camisa blanca para recibir el trofeo y acudió a la ceremonia con su pelo rizado alborotado y su inseparable barba, un look criticado por periodistas egipcios como Salah Montasser que pidieron a Salah un corte de pelo y, sobre todo, un afeitado. Como no se le puede criticar a nivel deportivo, algunas voces también le achacan su falta de compromiso con el país por no haber realizado el servicio militar obligatorio. El delantero sonrió y agradeció el premio, pero apenas habló con la prensa, como es habitual, y tampoco se le vio con su mujer, Magy Mohamed, en público. El matrimonio tiene una hija, Makka (nombre en homenaje a la ciudad santa de la Meca), y reside en Cheshire, donde tenía Ronaldo su mansión cuando era jugador del Manchester United, pero apenas se conocen detalles de la vida privada de un futbolista que esta semana ha superado los 5 millones de seguidores en Twitter. Este perfil público tan bajo podría ser, según periodistas egipcios consultados, fruto de su carácter conservador y de los consejos del futbolista egipcio ya retirado Abu Trika, por quien Salah no oculta su admiración, y quien le habría recomendado hablar solo en el campo y sobre todo no meterse en temas políticos relacionados con Egipto.
Europa abre los ojos ante la explosión de un nuevo crack que disputa el trono de goleador a Messi y Ronaldo, pero en Egipto el delantero se ganó ya el título de ídolo o 'faraón' en octubre, cuando marcó el penalti decisivo en el partido contra Congo que abrió las puertas del Mundial al país después de 28 años de ausencia. Nacido hace 25 años en la provincia de Gharbia, al norte del país, el paso por Suiza (Basilea), Italia (Fiorentina y Roma) e Inglaterra (Chelsea y Liverpool) no ha hecho que se olvide de unos orígenes humildes en la aldea de Nagrig. Salah no ha escatimado a la hora de enviar dinero allí para reparar el gimnasio o levantar un nuevo campo de fútbol. Quiere que los niños lo tengan más fácil que él, que cuando empezó a jugar se pasaba ocho horas cambiando de autobuses para poder ir y venir desde su pueblo al lugar de entrenamiento.
FICHAJE ESTRELLA
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En lo deportivo. Salah empezó en El Mokawloon, un equipo modesto de Egipto desde el que en 2012 saltó al Basilea y de ahí al Chelsea, la Fiorentina, la Roma hasta recalar el verano pasado en el Liverpool por 42 millones de euros, un récord en los fichajes de los Reds. En lo que va de temporada ha marcado 43 goles, más que Messi y Ronaldo y lidera la Bota de Oro.
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En lo personal. Tiene 25 años, está casado con su mujer Maggi desde 2013 (ambos son musulmanes) y son padres de una niña que se llama Makka en referencia a La Meca (Makkah en árabe).
Efecto cohesionador
El extremo zurdo se ha convertido en una figura que une a los egipcios en una etapa política complicada después de la revolución de 2011, que acabó con tres décadas de dictadura de Hosni Mubarak. Sus actuaciones son aplaudidas tanto por el sector oficial del régimen, como por los simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, pero siempre se ha mantenido alejado de cualquier expresión política. Su gran ídolo, Abu Trika, hizo campaña a favor de los Hermanos Musulmanes en 2012 y después del golpe de estado de Abdel Fatah Al Sisi tuvo que huir del país y buscar refugio en Catar. Ese efecto cohesionador se siente también a nivel de calle porque es un futbolista que no ha pasado ni por el Al Ahly ni por el Zamalek, los dos grandes clubes de El Cairo, por lo que genera una simpatía sin límites entre todos los aficionados al fútbol, sin excepciones.
El Arab Contractors (El Mokawloon), un equipo modesto de la mitad de la tabla, fue el primer club de un Salah que en 2012 dio el salto a Europa de la mano del Basilea, donde después de dos grandes temporadas fue traspasado al Chelsea. En Londres se encontró con un José Mourinho, que no le dio muchas oportunidades y fue cedido a la Fiorentina y Roma, club que decidió ficharle gracias a sus buenos números. El verano pasado llegó al Liverpool a cambio de 42 millones de euros, fue el fichaje más caro de la historia de los Reds, pero ese fue solo el primero de los récords que ha roto desde que su zurda comenzara a dar lecciones magistrales en Anfield.
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