Era su sueño y lo conquistaron
Hace 10 años. El 11 de julio de 2010 se coronó en Sudáfrica la mejor generación del futbol español
Por primera vez en su historia, la selección española viajó a Sudáfrica como una de las grandes favoritas al título mundial. Esta condición era aceptada ... por todos, comenzando por sus principales rivales, la vieja aristocracia del fútbol que siempre aparece, puntual como un relojero inglés, en las grandes citas del fútbol. España había deslumbrado en la Eurocopa dos años antes y se presentaba en la Copa del Mundo con una cuenta de resultados extraordinaria: 26 victorias en sus últimos 27 partidos. En el último amistoso, el equipo de Vicente del Bosque había barrido a Polonia por 6-0 en La Condomina. El ambiente en el vuelo de Iberia a Johannesburgo, por tanto, era de lo más optimista.
A las ocho de la mañana, hora y cuarto antes del aterrizaje, el comandante Guillermo Gómez-Paratcha se dirigió a los pasajeros con un mensaje sorprendente. Lo hubiera firmado Manolo 'el del bombo'. No se refirió a la hora de llegada prevista, ni aportó esas informaciones que se ofrecen siempre en los aviones sin que uno haya llegado a saber nunca el motivo: la altura en pies a la que vuela y la temporada en el exterior del aparato. Era otra cosa. El Airbus acababa de entrar en el espacio aéreo sudafricano y el comandante quiso celebrarlo. «Estamos cruzando la frontera. Sudáfrica tiembla. Llega la Roja. A por ellos», dijo. Se escucharon algunas risas. Un comandante tan forofo no es algo que se vea todos los días.
Pese a todo, no se trataba de euforia. Hubiera sido absurdo después de tantos desengaños acumulados en los Mundiales. Era una cuestión de confianza. Sencillamente, resultaba imposible no creer en aquel equipo formado por la mejor generación de futbolistas que ha dado España. Y era imposible porque los propios jugadores eran quienes más creían en ellos mismos. Esto es algo sobre lo que no ha dejado de hablarse durante estos diez años en el sinfín de retrospectivas que se han hecho sobre el Mundial de Sudáfrica. En aquel momento, sin embargo, no era más que una impresión. El buen humor presidía los entrenamientos de la selección en los campos de la Northwest University de Potchefstroom, a 120 kilómetros de Johannesburgo. En la sala de prensa, los mensajes de los jugadores iban siempre en la misma longitud de onda: transmitían fe y convicción. Toda la que se puede transmitir sin parecer un cantamañanas. Pero había que demostrarlo en el terreno de juego.
La conjura
El equipo de Vicente del Bosque lo hizo, precisamente, tras una derrota poco menos que inimaginable ante Suiza en su debut. Lo ocurrido aquel 16 de junio en el estadio Moses Mabhida de Durban fue un accidente. Los helvéticos, sin más, ganaron de churro. Dio igual. La derrota tuvo los efectos nocivos de costumbre. Abrió los armarios de los viejos fantasmas y situó a España en una situación límite. No podía volver a fallar si no quería regresar a casa como protagonista de un ridículo sonado. Y disparó las críticas en un sector inflamado del periodismo, que llegó a enredarse en una polémica que, vista con perspectiva, puede considerarse una de las más absurdas e idiotas de la historia del fútbol: la debilidad de Busquets y su supuesta incompatibilidad con Xabi Alonso.
Los jugadores españoles optaron por tomarse con calma el temporal y hacer piña. Organizaron una reunión en la que los pesos pesados llevaron la voz cantante y todo quedó claro. La coincidencia fue absoluta. Necesitaban estar tranquilos y aislarse del ruido exterior. Todos sabían que estaban ante la oportunidad de sus vidas, que nunca volverían a tener otra igual para ser campeones del mundo. Y sabían también, o desde luego lo sospechaban, que posiblemente España no llegaría nunca a reunir de nuevo un equipo con tanto talento. De manera que se conjuraron para no fallar y lo consiguieron. La victoria ante Honduras en el mítico Ellis Park calmó las aguas y el equipo de Del Bosque tomó oxígeno en su camino a la cumbre. Su falta de gol -sólo Villa estuvo entonado- le hizo sufrir ante rivales con una coraza muy dura como Chile, Portugal y Paraguay, pero su dominio del balón, unido a una defensa espectacular, le convirtieron en un bloque invulnerable. A partir de octavos, de hecho, Casillas no volvió a encajar ningún gol.
Ser campeón del mundo, sin embargo, obligaba a subir otro escalón más en el rendimiento. Llegó entonces el partido decisivo, la famosa semifinal ante Alemania en el Moses Mabhida de Durban, el mismo lugar de la derrota ante Suiza. Inevitablemente, se habló de una final anticipada. Era la revancha de la final de la anterior Eurocopa, aunque el equipo germano se había renovado con varios jóvenes talentos. Se trataba, sin duda, de una generación llamada a ser campeona del mundo, como de hecho lo fue. Jupp Heynckes tenía una enorme confianza en el equipo de Low. En una entrevista con este periódico en la víspera de la semifinal, consideró a sus paisanos favoritos. «La mejor España no ha aparecido todavía y no sé si lo va a hacer», comentó.
Sinfonía en Durban
Pues bien, la mejor España apareció aquel 8 de julio de 2010. Abrumó a Alemania con un maravilloso fútbol coral y un control del balón inmejorable, uno de los mejores que se han visto nunca en una Copa del Mundo. Sólo un desperdicio irritante de ocasiones impidió la goleada y provocó unos minutos finales de sufrimiento para defender el histórico gol de Puyol, un formidable cabezazo salido de las entrañas de un defensa excepcional.
La sinfonía de Durban situó a la Roja donde quería. En todos los sentidos. El mundo volvió a descubrirse ante su fútbol de toque, liderado por Xavi Hernández. España accedía por primera vez en su historia a una final del Mundial. La primera estrella estaba más cerca. En el cuartel general de Potchefstroom, la ilusión comenzó a desbordarse. El ambiente era excepcional dentro del equipo. En la sala de prensa, Vicente del Bosque lanzó el mensaje obligado en aquellas circunstancias. «Prudencia y humildad», pidió. Los jugadores hacían esfuerzos para dominar su entusiasmo con la vista puesta en Holanda. Xavi concedió una entrevista a quien esto suscribe. Fue una larga charla en una esquina del campo de rugby de la Northwest University. Su discurso no tuvo desperdicio. Hablaba de la calidad de sus compañeros como un forofo y no como quien era, el portador de la llama que alumbrada a aquel equipo. Y lanzó un mensaje profético de cara a la final. «Es el momento de nuestra generación. No podemos desaprovecharlo».
No lo hicieron, aunque hubo que sufrir. Se ha hablado tanto durante estos diez años de lo ocurrido aquella noche del 11 de julio de 2010 en el Soccer City de Johannesburgo que pocas cosas pueden añadirse sin que suene reiterativo. ¿Qué más se puede decir del gol de Iniesta, o de la parada de Casillas a Robben, o de la patada de De Jong a Xabi Alonso? Lo que sí puede decirse es que, tantas veces injusto y caprichoso, el fútbol hizo justicia en aquel partido. En primer lugar, castigando a Holanda, que respondió a unos primeros minutos primorosos por parte de España con una actitud barriobajera inaudita. La imagen de la 'Orange' dando patadas a mansalva con el beneplácito de un árbitro desastroso como Howard Webb avergonzó a los propios aficionados holandeses y a muchas de sus figuras históricas. Van Marwijk y sus jugadores no sólo perdieron aquella final sino que ensuciaron el alma del fútbol holandés. Aquella Holanda, sencillamente, no podía ser campeona tras no haberlo sido la de Cruyff. Era el momento de España, el de la coronación de un equipo para la historia, de un grupo de jugadores únicos y unidos como siameses para poder cumplir el sueño de sus vidas. Lo consiguieron.
El mundial de 2010
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España 0 - Suiza 1. Mal comienzo: Fernandes encendió las alarmas con su gol.
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España 2- Honduras 0. Villa al rescate: Dos goles del asturiano mantienen viva a La Roja.
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España 2 - Chile 1. A la siguiente ronda: Villa e Iniesta sellan el pase.
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España 1- Portugal 0. Octavos de final: Villa tumba a la Portugal de Cristiano.
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Paraguay 0 - España 1. La agonía de cuartos: El asturiano surgió en el minuto 83.
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Alemania 0- España 1. Al borde del infarto: Y apareció la cabeza de Puyol.
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Países Bajos 0- España 1. En la prórroga: Iniesta hace historia con su diana.
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