El amargo despertar del Barakaldo
La afición soñaba con relanzar el club, pero su destino pende de una deuda con la Seguridad Social
Hubo un tiempo en el que Lasesarre tenía una tribuna de madera, desde la que los niños presenciaban sus primeros partidos de fútbol antes que ... en San Mamés. No lejos del campo instalaba su carpa el Circo Price, donde Pinito del Oro colgaba de un trapecio sin red. Era una época lejana para los hinchas más jóvenes del Barakaldo CF, cuando su equipo competía en Segunda.
Demófilo Sanz, de la cafetería Mendi, en la céntrica calle Zaballa, no lo ha olvidado a sus 82 años. «Por las tardes vienen por aquí señoras mayores a tomar café –explica–. Alguna se acerca con su amiga a esas fotos que ves de antiguos jugadores del Barakaldo y dice: 'Este era mi marido'. O se trata de su hermano, o cuenta que fue un novio». Las imágenes del bar hablan de un periodo dorado del Barakaldo en la división de plata entre 1948 y 1961, con la excepción la campaña 1957/58 en Tercera; de otra etapa más breve en Segunda entre 1964 y 1966; de otras dos más en esa categoría en 1972-75 y 1977-79, y de la temporada del adiós definitivo, el descenso en la 1980-81. Desde entonces, el club gualdinegro, el segundo equipo de fútbol más importante de Bizkaia, ha basculado entre la Segunda B y la Tercera, arrastrando 102 años recuerdos, con un presupuesto que la temporada que acaba de terminar se acercó a los 900.000 euros. «Por ahí andan Venancio y Zarra», indica Sanz, señalando las fotos enmarcadas. También Dani, Sarabia, Liceranzu y tantos otros.
El Senado de la calle Zaballa
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Demófilo Sanz «Lasesarre se llena pocas veces. No hemos subido y ahora nos salen las pulgas»
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Iñaki Vallejo «Al Barakaldo le pasa lo que al municipio. No encuentras una empresa grande que dé dinero»
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Alberto Fernández «El club lo ha intentado todo. Se han llevado niños a Lasesarre, se han regalado entradas»
Pero ese pasado ha dejado de ser el refugio de algunos clientes del Mendi, los que se reúnen en el establecimiento antes de bajar desde allí a Lasesarre. El tema de conversación son los 600.000 euros que la Seguridad Social reclama a su equipo por irregularidades en las fichas entre 2014 y 2018. Es un problema que ha afectado y afectará a los clubes del fútbol de bronce y que está relacionado con la paulatina profesionalización de esas ligas, pero para el Barakaldo ha sido un amargo despertar, y la reacción de sus opositores, de los peñistas y también de las instituciones ha sido levantar un muro de silencio, lo que fomenta las especulaciones. «La Seguridad Social no se casa con nadie», resume Demófilo Sanz, de larga experiencia como empresario.
«Si no se puede negociar a largo plazo, esto no tiene solución», tercia Iñaki Vallejo, titular del café Baratzalde también en la calle Zaballa. El local lo abrió su padre, el fallecido Víctor Vallejo, el hincha más importante de la historia del Barakaldo y una institución gualdinegra entre los años cincuenta y bien entrados los setenta. «Él fue el alma del club, tenía más fuerza que las directivas», asegura Iñaki. «Si algo le parecía mal, lo decía, y pesaba más que lo que dijeran todos los demás».
Las cifras
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600.000 euros es la propuesta de sanción de la Seguridad Social por irregularidades en las fichas durante las temporadas comprendidas entre 2014 y 2018. La directiva la ha remitido a los servicios jurídicos para estudiarla.
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900.000 es el presupuesto aproximado del Barakaldo durante la temporada que acaba de concluir tras caer en el play-off de ascenso a Segunda ante el Hércules.
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7.960 asientos es la capacidad del nuevo Lasesarre, que fue inaugurado en 2003. El club gualdinegro tiene 102 años de historia.
En aquellos años hasta don Santiago Bernabéu llegó a pasar por el local de Víctor, que exhibía símbolos del equipo fabril por todas partes y que su hijo ha reformado con decoración más moderna, aunque el retrato del fundador lo preside todo desde el fondo. «Lo que le pasa al Barakaldo –concluye Iñaki– está en relación directa con lo que le pasa al municipio. No encuentras una empresa grande que pueda aportar dinero». «Ahora somos una ciudad de servicios», interviene un cliente, con la sorna baracaldesa de los tiempos de Altos Hornos y la Sefanitro.
De momento, la Seguridad Social sólo ha enviado al Barakaldo una propuesta de sanción, pero es de una dureza desconocida. La noticia llega, además, tras frustrarse el ascenso del equipo a Segunda al caer en el play-off con el Hércules. Y a pocas semanas de la asamblea de julio, en la que los socios del Barakaldo –en total, algo más de 1.500– discutirán sobre la conversión de la entidad en una sociedad anónima deportiva (SAD).
Ese cambio requiere una auditoría que hay que presentar en el Consejo Superior de Deportes, pero al aflorar un pasivo inesperado la captación de accionistas se complica. Han enmudecido hasta los inversores liderados por el exdirectivo Jesús María Isusi, que estaban dispuestos a aportar un capital social de un millón de euros para alumbrar la futura SAD. Cuando se suponía que sólo había de devolver al club el empuje de antaño, la cuestión es qué futuro le aguarda.
Zona cero gualdinegra
«El Barakaldo lo ha intentado de todas las maneras posibles», dice Alberto, propietario del bar 'Los Jamones', otro de los establecimientos de la calle Zaballa por donde pasan seguidores clásicos del club. «Se han llevado niños a Lasesarre, se han regalado entradas. Pero a los partidos van mil personas y a los play-off, dos mil. Si el club no gana, las culpas son de todos, pero se cargan sobre el entrenador, sobre la directiva... Llega un momento en que los propios directivos se cansan, porque hagan lo que hagan salen malparados». Esa frustración se acentúa cuando el Barakaldo se queda tantas veces a las puertas del ascenso, pero cae invariablemente en los play-off ante clubes poderosos y una masa social más numerosa. Así ocurrió en mayo pasado con el Hércules.
«Por mi establecimiento pasan exjugadores del Barakaldo», explica Alberto, que está al corriente de los vavivenes del club aunque «no me considero futbolero»; quizás sea a fuerza de escuchar. El bar 'Los Jamones' exhibe el cartelito de 'socio protector', firmado por el actual presidente, Orlando Sáinz, y forma con los otros locales de su calle una especie de zona cero gualdinegra donde esta semana sólo un puñado de baracaldeses se atrevía a comentar la delicada situación de su equipo. A medida que bajaba a los aledaños de Lasesarre imperaba una estricta ley del silencio. «Lo siento, estoy muy metido», decía un hostelero.
En Zaballa, Demófilo Sanz jugueteaba con un balón del Barakaldo, sentado en una mesa del Mendi, junto a las fotos de las antiguas plantillas gualdinegras. «Hoy Lasesarre se llena pocas veces. No hemos subido a Segunda y nos salen las pulgas», explica. «Hemos visto pasar directivos con mucho entusiasmo, pero ésa no es la cuestión. Todo depende de la gestión».
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