Mendilibar, un técnico al que se le entiende todo
José Luis Mendilibar lo ha vuelto a hacer. Este jueves se cumple un año de la final de la Europa League que el Sevilla le ... ganó a la Roma de Mourinho. Como para celebrar el aniversario, el técnico de Zaldibar se ha regalado el título de la Conference League dirigiendo al Olympiakos frente a la Fiorentina. Cuando a sus 63 años la carrera de Mendi parecía haber iniciado el descenso, resulta que sigue buscando nuevas cimas. Lo suyo es el triunfo de la perseverancia, un éxito que todo el fútbol debe celebrar como propio porque Mendilibar es fútbol en estado puro, el deporte amado y disfrutado en los cinco continentes por su sencillez y por los valores que encierra, ese fútbol de siempre que la modernidad amenaza con el desahucio.
Mendilibar es uno de esos currantes de los banquillos que nunca entrenarán a uno de los llamados grandes, y ni falta que le hace, porque carece del glamour de otros con más prosopopeya. Su discurso es tan sencillo como claro, así que no necesita exégetas que le interpreten; le entiende todo el mundo sin necesidad de traducción simultánea.
Cuando el Borussia eliminó al PSG en París hace unas semanas Luis Enrique sostuvo en la sala de prensa la injusticia del fracaso de su equipo apelando a título de disculpa o de explicación, quién sabe, a que había sumado un 3 en 'expected goals'. En el mismo sitio y en la misma circunstancia, Mendilibar y otros de su generación, hubieran dicho que si sus jugadores no le meten un gol al arco iris, no hay nada que hacer. Y le hubiéramos entendido todos a la primera.
Mendi habla claro y sin rodeos, en el campo de entrenamiento y ante los micrófonos. Y le ha ido bien porque allí donde ha estado ha dejado un gran recuerdo. Debajo de sus gritos, sus silbidos y sus broncas, hay un profesional íntegro que hace su trabajo sin sacar pecho cuando le va bien, ni buscar excusas cuando se le tuercen las cosas.
Siendo de Zaldibar y habiendo militado en las categorías inferiores del Athletic, primero como futbolista y después como técnico de base, sienta mal que su tropiezo más doloroso lo sufriera precisamente en el banquillo rojiblanco. Había triunfado en el Lanzarote, con el que rozó el ascenso a Segunda División en su primera experiencia lejos de casa, y su buen trabajo le valió el premio del banquillo del Eibar, entonces un correoso equipo clásico en Segunda División. Quedó cuarto, cuando entonces ascendían los tres primeros.
Llamó la atención de Fernando Lamikiz, quien a punto de empezar su segunda temporada en la presidencia del Athletic, quería armar su propio proyecto después de un primer año con Valverde, herencia de Javier Uria e Ignacio Ugartetxe.
Pero lo que pudo ser una buena idea acabó en catástrofe. Todo fue precipitado y un tanto caótico. Mendilibar dirigió su primer entrenamiento apenas una semana después del último partido del Eibar, sin vacaciones. Tenía solo cinco días para preparar a eliminatoria contra el Cluj en la Intertoto, una competición a la que el Athletic se apuntó anteponiendo la obligación de estar en Europa a una planificación racional. Mendilibar afrontó aquella eliminatoria con tan solo ocho jugadores del primer equipo. El Athletic cayó eliminado. Mendilibar empezó con mal pie y su carrera como entrenador de Primera División acabaría de forma abrupta antes de que finalizara el mes de octubre con un saldo de tres victorias, tres empates y siete derrotas.
Hubo demasiada improvisación y muchas prisas. Para terminar de arreglarlo, el vestuario recibió a Mendilibar con cierta displicencia al carecer de trayectoria en la élite ni como entrenador ni como futbolista. Al contrario de lo que suele ser imprescindible para lograr el éxito, el técnico llegó al lugar equivocado en el momento menos oportuno.
El paso del tiempo ha demostrado que aquel primer fracaso fue una tremenda injusticia. Salvo un par de malas experiencias en el Levante y el Alavés, Mendi ha triunfado allí donde ha ido. Ascendió al Valladolid a Primera con récord de puntos, firmó dos grandes temporadas en Osasuna, donde un año quedó a las puertas de Europa y fue decisivo en el asentamiento del Eibar durante seis temporadas consecutivas en Primera.
El Sevilla le fichó para salvarse del descenso y no solo lo consiguió con holgura sino que además, sumó un título continental. Se lo agradecieron con un cese en la octava jornada de la siguiente temporada.
Olympiakos le contrató este año para cerrar una crisis que le había alejado de su lugar natural en la cabeza de la tabla. Ha acabado tercero y campeón de la Conference League. Sin alharacas. Con naturalidad. Hablando claro para que todos le entiendan. Incluso en Grecia.
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