Wellens acierta con el camino más corto y repite victoria
El belga defiende su posición en la curva final ante Woods y gana en Ourense, donde Roglic y sus rivales llegan juntos
Por los Cañones del Sil seis ciclistas llegaron a Ourense. Seis. Como las caras de un dado. Pero la suerte no iba a jugar esta ... partida. Arensman, el más joven, venía con la fatiga en el cuello. Como Van Baarle. A Marc Soler le pesaban las piernas por haberse gastado en la 'crono' del día anterior. Y Stybar, que ha ganado etapas en el Tour y la Vuelta, y clásicas como la Strade Bianche, notó que le faltaba reprís para el repecho final. Los cuatro supieron que estaban descartados cuando a 500 metros de la meta el belga Tim Wellens y el canadiense Michael Woods apretaron en ese momento en el que ya no queda aliento. Iban parejos. Con las fuerzas en paralelo. Los dos podían vencer. ¿Que decida la suerte? No. Wellens sabía que la última curva, zurda, daba directo a la pancarta. La defendió bien ceñido a la valla. Acertó con el camino más corto y ganó su segunda 'clásica' en esta Vuelta.
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Hay muchos modos de ser ciclista. El de Wellens es genético, tradicional. Su padre y sus tíos corrieron el Tour al servicio de Maertens. Wellens es ciclista por costumbre. Suele pasar en Bélgica. La historia de Woods es del otro lado del Atlántico. Canadiense. Ni le sonaban los mitos ciclistas. Lo suyo era el atletismo. Correr. La prueba de 1.500. Con 17 años tenía ya un registro de 3 minutos y 42 segundos. Fue campeón panamericano. Pero uno de sus tobillos no lo soportó. En 2011, un médico le jubiló. Adiós a los Juegos Olímpicos y las medallas. Si quería hacer deporte, nada de impactos sobre ese pie. Probó con la vieja bicicleta de su padre. Sorpresa. Se le daba bien.
Apenas dos años después batió en Hawaii el récord de la subida al volcán Haleakale. Jonathan Vaugthers, mánager de su actual equipo (EF), no dejó escapar a aquel antiguo fondista. No sabía nada del ciclismo; simplemente, tenía fuerza. Motor. Y esa es la pieza sobre la que se puede edificar una gran carrera. Woods ganó en la Vuelta 2018 la etapa del monte Oiz bajo la niebla y emocionado por la reciente muerte del bebé que esperaba. En esta edición, también en Euskadi, venció en Valdegovía. La fuerza es su llave para el triunfo. Y en esta decimocuarta etapa, ya en el kilómetro final y frente a los otros cinco fugados, Woods recurrió a esa potencia.
Subía el primero, girando el cuello y mirando. Cuando vio que Wellens se lanzaba, supo que había otro con la misma energía. Y, para su desgracia, con algo más: instinto. El belga era igual de fuerte y más certero. La victoria no estaba en la meta sino un poco antes, en la curva a la izquierda previa. La cruzó primero. La ruta más breve. Woods, por la derecha, se abrió pero no le pudo remontar. «Me preocupaba Woods -comentó Wellens-. Sabía que tenía que tomar antes que él ese giro». Lo que tantas veces habrá oído contar a su padre y sus tíos en la cenas de Navidad, que ya se acercan.
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La combatividad del Sunweb
Por escapar del virus, la Vuelta apura su última semana en noviembre, mes habitual para las vacaciones de los ciclistas. A estas alturas, los corredores ya no se guardan nada. Gastan hasta la última gota de energía que les queda en el depósito. Así salieron desde Lugo. A 49 kilómetros por hora. Al ritmo de un toro mecánico. Y, claro, no había manera de que con tanta prisa se formara un fuga. La velocidad se tragaba todos los intentos.
En ese tramo casi anónimo de la carrera se comprobó el espíritu combativo del Sunweb, el equipo que sorprendió en el Tour con Hirschi y Andersen, y con Hindley en el Giro. A la Vuelta ha venido con aprendices. Pero igual de atrevidos. Estuvieron en cada arrancada. Primero Salmon. Luego, Sutterlin. Más tarde, Power, Storer y Kanter. Y al fin, Arensman, un crío de 20 años que en 2018 le peleó hasta el final el Tour del Porvenir a Pogacar. Mientras Arensman pedaleaba ya en la escapada del día con Soler, Stybar, Woods, Van Baarle, Wellens y Perichon, uno de los novatos entusiastas del Sunweb, Salmon, se echó a la cuneta agotado. Antes de retirarse lo había dado todo. El sello del Sunweb.
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A semejante marcha, solo ciclistas de peso pueden subirse a la fuga. Entre los siete iban tres ganadores de etapa en esta edición: Woods, Soler y Wellens, el vencedor en el muro de Sabiñánigo. «La llegada a Ourense es parecida. Perfecta para mí», decía el belga antes de tomar la salida desde Lugo hacia la Ribeira Sacra por los surcos cavados por los ríos Sil y Miño. A por los escapados tiraron primero el Astana, que quería ofrecerle a Alex Aranburu la ocasión de mostrar su pegada, y luego el Total Energie, convencido de las remotas opciones de Julien Simon.
No les atraparon. Soler quiso irse cuesta arriba y cuesta abajo en los repechos que iban hacia Ourense. «Pero es que los que venían en el fuga son ganadores», lamentó tras jugar su baza. No le sonrió la suerte. La fortuna no iba a tener nada que ver. La fuerza seleccionó a los dos mejores, Woods y Wellens, que ganó por tradición. A cuatro minutos llegaron Roglic, Carapaz, Martin, Carthy y Mas, juntos a la espera de alguna etapa donde tratar de separarse.
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