Vingegaard besa el suelo y el cielo en la segunda etapa de La Vuelta
El danés cae sin consecuencias en una montonera bajo la lluvia, vence en el sprint cuesta arriba a Ciccone y ya es el líder de la carrera
El ciclismo mantiene su temor al 'sky'. No el equipo que tiranizaba el Tour, si no a la traducción al castellano. Al cielo. Se cierra, ... empapa el suelo y lo cambia todo. En un pelotón tranquilo y relajado que llevaba más de 300 kilómetros sin caídas nadie se siente seguro si llueve. Ni siquiera Vingegaard, el ciclista mejor protegido de La Vuelta. Siete percherones a su servicio. Un escuadrón. Es igual. Una rotonda, un frenazo asustadizo, un ciclista del Israel al suelo. Cae un soldado amarillo. Y otro. Y otro. Y otro. También el danés. Todos menos dos. Ordenados hasta para tropezar.
A su compañero Axel Zingle parece que se le sale el hombro. Se sube a la ambulancia y vuelve a su sitio, el hombro y el ciclista. A proteger al gerifalte del Visma, un líder humano, que hace lo que todos cuando ocurre un contratiempo: tranquilizar a los de casa. Dedo pulgar hacia arriba y manda un beso al aire cuando vuelve al gran grupo, que le espera.
Quedaban algo menos de 30 kilómetros. El chaparrón se quedó en aguacero, más liviano, y todo se decidió donde se esperaba. En los últimos metros. Limone Piemonte era un final en alto, una cuesta más larga y tendida que dura (9,8 kilómetros de subida al 5,1% de desnivel medio). Ciccone giró en cabeza la última curva. Buscaba un triunfo en casa. Se le dan bien esos finales explosivos. «Tenía la sensación de que no le iba a superar», reconoce el danés. Pero en la agonía de la rampa final, Vingegaard gasta su energía extra, le adelanta y vuelve a levantar el brazo y a besarse el dedo anular. Jadea y celebra con los compañeros y hace lo de todos ante una buena noticia: llamar a casa. Ha vuelto a ganar.
Jonas Vingegaard takes the first uphill finish... and LA ROJA!
— La Vuelta (@lavuelta) August 24, 2025
¡Jonas Vingegaard se lleva la primera el primer final en alto... Y LA ROJA! @CarrefourES pic.twitter.com/o7SSpCCXga
«Hacía mucho, dice con hambre. Más allá de un par de cronos y generales, no levantaba los brazos desde el Tour de Francia del año pasado. «Prefería coger el maillot de líder más tarde pero ves la oportunidad y no la puedes dejar pasar». Lo dijo Landa. No dejan ni las migas.
Landa, con los mejores
Ciccone firma una segunda posición amarga. La avala uno de los patrones de la localidad, San Secondo. Sigue esquivo a la hora de hablar de sus opciones para el podio. Prefiere ganar etapas. Tendrá más opciones el Lidl-Trek, ayer con la miel en los labios y Pedersen asustado por un perro (atado) en el asfalto justo a la hora de lanzar el sprint intermedio. En tercera posición emerge Gaudu y cuarto Bernal. A dos segundos, el resto de favoritos, incluído Landa. El nuevo maillot rojo, «feliz». «La caída ha sido por estar el suelo mojado. Me he caído fuerte, pero al ser tan resbaladizo he patinado y no he tenido ninguna herida», sonríe sobre el rodillo mientras supura una rozadura en el codo.
En la salida de Alba olía a trufa blanca, la especialidad del lugar, al chocolate de la fábrica de Ferrero Rocher y al aroma dulce de que muchos equipos se sentían con opciones de victoria. Especialmente el Q36.5 de Pidcock y el vasco Azparren, cuyo bigote comandó buena parte de la etapa. Su empeño apenas dejó ilusionarse a Glivar (Alpecin), Slock (Lotto), Otruba (Caja Rural), y Nico Denz (RedBull-Bora), los primeros y casi únicos en atacar. Nadie les siguió. Pese a tener dos minutos y media de ventaja, Patxi Vila mandó parar a su corredor. «La idea era una fuga numerosa, con Nico y varios con opciones de ganar, pero así, pocas opciones de victoria».Su hueco en la fuga lo ocupó el asturiano Sinuhé Fernández (Burgos-Burpellet-BH), que iba para ingeniero forestal, y que enseguida cedió. Slock fue el que más lejos llegó, pero atado en corto.
Al paso por la imponente Cuneo, la etapa, llana y gris, empezó a oscurecerse más. Los ciclistas bajaban a por chubasqueros.El cielo amagaba y no pudo aguantar. Los focos de los coches y motos deslumbran a la lluvia, que se costó el primer abandono. Guillaume Martín se fue largo en una curva. No pudo volver. El sonido del miedo debe ser parecido al de los chirridos de los frenos de disco.
Ayuso y Almeida, a la par
La caída no asustó a Vingegaard, que a falta de cuatro kilómetros ordenó a Kelderman poner la marcha cuartelera tras las huellas de Fausto Coppi. El campeonísimo hacía la mili en esta zona en 1942 y ejercía como mensajero en la subida de Limone, una estación de esquí que lleva hasta Francia. Así aprovechó para entrenar y batir el récord de la hora en la tregua del bombardeo de los ingleses en Milán. Después fue enviado a África, capturado y llevado a un campo de concentración donde le reconocieron y le dejaron una bicicleta. Vingegaard aún está lejos de esa fama internacional. Necesita esta Vuelta que parte de Italia pero se decidirá en España.
«Seguramente no se ganará por 12 segundos, pero es un buen inicio», se alegra el doble ganador del Tour. Sabe que sus rivales más temibles son los UAE. Marc Soler fue el primero en probarlo a 600 metros, cuando las rampas llegaban al 7%. Kuss no tardó en secarle. El Visma manda. Gall prendió la mecha, Almeida y Ayuso entre jadeos, querían pero no podían adelantar en lo que iba a ser un sprint cuesta arriba. Pero están ahí, igualados. A 12 segundos de Vingegaard, que solo deja más rezagado a una de las esperanzas italianas, Antonio Tiberi, que queda a 31 segundos. Más tarde llegó Zingle. Se volvió a dislocar el hombro mientras bebía un gel. Otra vez a la ambulancia. Al reemprender la marcha, otro susto. Le robaron la bici.
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