Tercera etapa y liderato de la Vuelta para el voraz Roglic
El esloveno despliega otra vez su potencia en el repecho final de Suances y empata a tiempo con Carapaz antes de la montaña asturiana
Primoz Roglic no se acaba nunca. Cuando era esquiador de saltos aprendió que los detalles lo son todo. Un descuido mientras volaba tras salir del trampolín suponía el desastre. Para él, el ciclismo más que un deporte es un método. Lo primero que hizo tras vender su moto para comprarse una bicicleta fue leer libros sobre preparación física. Quiso aprender cómo ser el más fuerte y, también, el más resistente. El mejor.
Publicidad
Durante los meses de pandemia, mientras otros dudaban, el esloveno mantuvo su plan de preparación. Estricto. Disciplinado. Se saca el cien por cien de lo que tiene, y tiene mucho. Casi gana todo lo que disputa. Venció en el Tour de l'Ain, era líder del Dauphiné cuando una caída le apartó y sólo Pogacar pudo quitarle el Tour el último día. Con ese desgaste, muchos de sus rivales están ya de vacaciones. Roglic sigue. En Suances ganó su tercera etapa en esta Vuelta (tras Arrate y Moncalvillo) y, empatado a tiempo pero con mejores puestos, apartó a Carapaz del liderato. Los los llegan de la mano a las etapas asturianas, las más duras de esta edición. La Vuelta disfruta de ese duelo en el que aún quieren irrumpir Carthy, Martin y el Movistar de Enric Mas. Todos tienen la misma misión: probar que la resistencia de Roglic también caduca. No parece fácil.
En su libro '1000 sitios que ver en España', el escritor Juan Eslava Galán elige entre todas una puesta de sol, la de Suances desde la playa de Tagle, la meta de la décima etapa. En su lema turístico, Cantabria presume con razón de ser infinita. Cada vez que pasa, la Vuelta a España lo comprueba. Y más en este edición otoñal que descubre otros colores. Y aromas. Como el mar que se respira en el viejo puerto de Castro Urdiales, punto de salida de esta jornada previa a las dos jornadas de alta montaña en Asturias. Era, por toda esa dureza que viene, la ocasión para los que nada tendrán que hacer en La Farrapona o el Angliru.
Cuatro de ellos, Van Moer, Ligthart, Molleenar y el bilbaíno Jonathan Lastra, se encargaron de montar la fuga que iba encadenando postales por la costa cántabra. Como si tuvieran prisa por verlo todo, llegaron a contar con casi doce minutos de renta. ¿Suficiente? Lastra, que veranea en Laredo y pisaba terreno conocido, andaba con ganas. Un lesión le impidió iniciar esta temporada que luego quedó suspendida por la pandemia. Aprovechó el parón para recuperarse. Y cuando el virus lo permitió, regresó a la competición y se partió la clavícula derecha el 30 de agosto en el Memorial Marco Pantani. La fractura era mala. Tuvo que pasar por el quirófano y luego acelerar la rehabilitación para estar en esta Vuelta, la carrera con la que salvar al año. Así que, ya metido en la fuga y con esa ventaja, había que darlo todo. Lo dio. Y no bastó.
Fraile protege a Aranburu
Muchos querían llegar los primeros a ver la puesta de sol en Suances. La meta aguardaba en la cúspide de un repecho de kilómetro y medio. Es una distancia que animaba a pegadores como Aranburu, Bagioli, Grossschartner y Cort Nielsen, y que obligaba a estar atentos a los que pelean por el título, como Carapaz y Roglic. Los cuatro de la fuga subieron la cuesta de San Cipriano y pasaron junto al Ángel exterminador que se alza en el cementerio de Comillas. Un presagio. Quedaban 35 kilómetros y sólo les sostenían dos minutos y medio de ventaja. El pelotón, al ritmo del Mitchelton, cavaba cuatro tumbas.
Publicidad
A Lastra y sus acompañantes les dieron tierra al paso por esa ristra de repechos costeros que miraban el mar picado del paraíso de Oyambre. La carrera enloqueció. El francés Cavagna y el luso Oliveira quisieron algo que no pudieron alcanzar. El Astana los agarró por el cuello. Omar Fraile llevaba todo el día con Alex Aranburu en su bolsillo, bien protegido. Si el guipuzcoano paraba a mear, Fraile le escoltaba. El vizcaíno, antiguo remero, tiró del pelotón hacia la playa de Suances. Como el alavés Aberasturi, que protegía a Serrano. Entre todos iniciaron un sprint de casi dos kilómetros. Un sprint imposible. «Esperaba un final más corto», reconoció Fraile. Reventaron uno a uno.
La cuesta de Suances se les hizo larga a casi todos, a Guillaume Martin, a Grossschartner, a Aranburu y a Carapaz, que tiene tendencia a desenfundar demasiado pronto. Desde atrás, todo potencia y sobre un desarrollo brutal, apareció Roglic lanzado sin querer por Bagioli. Apisonadora. A otra velocidad, la misma que mantiene desde que se reinició esta temporada pandémica. La misma mueca impasible en el rostro. La máscara eslovena. Los pasó a todos, los dejó tres segundos atrás, sumó los diez segundos de bonificación, ganó la preciosa etapa de Suances y asistió a tiempo, y vestido como líder de la Vuelta, a la mejor puesta de este sol que cuando amanezca estará ya sobre la montaña asturiana.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión