Kuss y el Jumbo hacen historia

Kuss ha llegado al éxito desde su oficio de gregario. A Nencini le tocó ser un líder alterativo en un cruce de épocas que le puso frente a mitos como Coppi, Bobet, Anquetil, Bahamontes, Gaul... Grandes escaladores y contrarrelojistas. Aunque nadie bajaba los puertos como Nencini. Hay una frase de otro de sus rivales, Geminiani, que le define: «La única razón para seguir a Gastone en un descenso es si deseas la muerte». Lo comprobó el francés Riviére, que durante el Tour de 1960 quiso soldarse a la rueda de Nencini y acabó con la espalda rota en un barranco del col de Perjuret. Esa caída le atornilló a una silla de ruedas y a los calmantes y drogas que aceleraron su final.

Tres años antes de convertirse en el cuarto italiano que conquistaba el Tour (tras Bottecchia, Bartali y Coppi), Nencini había completado una campaña increíble en 1957. Acabó entre los diez primeros las tres grandes vueltas, incluido el Giro que ganó. Rentabilizó la pelea entre Bobet y Gaul. El francés aprovechó una parada para orinar del luxemburgués y lanzó un ataque. El catalán Poblet y Nencini se fueron con Bobet y se repartieron el botín: la etapa fue para el veloz ciclista de Moncada y el liderato, para el 'león de Mugello', que lo mantuvo hasta el final en Milán.

Nencini, que reclamó galones en aquel tiempo lleno de ciclistas legendarios, supo exprimir sus virtudes para conquistar el Giro y el Tour. Era indómito. Siempre con un cigarrillo en la boca. Así, fumando, celebró su triunfo en el Parque de los Príncipes, donde terminó la Grande Boucle de 1960. Aquella tarde, la de su gran éxito, se acordó de Riviére, el que se había roto la columna vertebral por tratar de seguirle en el vértigo del Perjuret, y le envió el ramo de flores del vencedor.

Y si Kuss ha alcanzado a Nencini, el Jumbo se ha puesto a la par del KAS al colocar a tres corredores en el podio final de la Vuelta. Hay que rebobinar hasta 1966. La ronda española andaba con el dinero justo. Incluso llegó a plantearse su suspensión. Sin fondos para contratar a las figuras del pelotón europeo, la lista de participantes tuvo acento local. El equipo belga Wiels Gancia Groene, que vino sin sus estrellas, y una escuadra neerlandesa de segundo nivel, el Televizier-Batavus, se midieron a los equipos españoles.

Aquella edición, que comenzó en Murcia y acabó en Bilbao, en el velódromo portátil del campo de Garellano, iba a ser casi un monólogo del KAS. En la séptima etapa, de apenas 105 kilómetros entre Calatayud y Zaragoza, todo saltó por la aires. Doce corredores se fugaron, entre ellos, ocho del KAS: Gabika, Vélez, Echeverría, Elorza, Gómez del Moral, San Miguel, Momeñe y Uriona. Volaron a más de 48 kilómetros por hora y descartaron al resto. La Vuelta era suya. Se decidió en la contrarreloj de 61 kilómetros entre Vitoria y Haro. La ganó Gabika, vencedor de aquella Vuelta.

Otros dos dorsales del KAS, Vélez y Echeverría, subieron con el vizcaíno al podio final. Luis Otaño, del equipo Fagor, acabó cuarto por delante de tres integrantes del KAS: Momeñe, Uriona y Gómez del Moral. Seis entre los siete primeros. Eso no lo ha logrado ni el Jumbo de Kuss, Vingegaard y Roglic. Aunque, eso sí, la escuadra neerlandesa ha hollado una cima aún más alta y hasta ahora sin pisar: ha ganado las tres grandes vueltas en la misma temporada gracias al Giro de Roglic, al Tour de Vingegaard y a esta Vuelta de Kuss.