La victoria en el Tour silenciada por los cañones
El vizcaíno Federico Ezquerra consiguió el primer triunfo vasco en el Tour, justo al día siguiente de que estallase la Guerra Civil
Ojalá las llegadas estuvieran en la cima de los puertos», declaraba Federico Ezquerra al periódico L'Auto después de ganar en Cannes, un 19 de julio de 1936, la victoria en el Tour más silenciada por la Prensa española, que ese día dedicaba sus páginas a la rebelión de parte del ejército que dio origen a la Guerra Civil. El ciclista de Gordexola, que acumuló 87 victorias en su palmarés, conseguía vencer por fin en la carrera francesa, pero casi nadie lo celebró. Fue el primer triunfo vasco.
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En Bizkaia todo el mundo conocía a Ezquerra, mucho tiempo después de su retirada, por la gran tienda de bicicletas que tenía en la Alameda de Recalde, presidida por la fotografía de su primera hazaña en el Galibier, cuando el patrón del Tour, Henri Desgrange, le calificó como el rey de la montaña tras coronar primero, a veces sujetando con una mano la bomba de la bicicleta, prometiendo «hostias» a quien le cerrara el paso, después de dejar atrás al ídolo francés René Vietto.
Federico era el hijo de un capataz de obras de la Diputación, que empezó a correr en bicicleta para curarse una lesión de tobillo mientras practicaba el fútbol, y que la primera vez que montó en bicicleta se cayó al río con el traje que estrenaba aquel día. Mientras Franco, Mola o Queipo de Llano culminaban la rebelión militar en España, en Francia Ezquerra, ajeno a las noticias, solo pensaba en la etapa. «Nunca llegué a ser un gran bajador ni un gran rodador», manifestaba al acabar el día. «Cuando partí para el Tour sabía que sólo podía ganar dos etapas: la de Balón de Alsacia y la de Cannes».
Y fue en Cannes. «No es especialmente bello nuestro Federico cuando se sube a los pedales, inclinándose hacia adelante, balanceando de un muslo al otro su bicicleta al ritmo seco del metrónomo. El esfuerzo sale del riñón, y parece que este esfuerzo se produce de forma ascendente. La cadera parece tirar del pedal cuando retrocede, en lugar de presionarlo. Esta forma de movimiento proporciona esta impresión de ligereza», escribió Jacques Goddet en su crónica del día siguiente.
Fue un triunfo de la astucia. «Veevaecke, Maes y Ezquerra llegan juntos para atacar el Mont des Mules. La pendiente es dura, los dos belgas desmontan simultáneamente para cambiar de marcha, el español reduce la velocidad un par de segundos, los mira un instante, como si dudara, luego se inclina y toma una decisión. Decide recorrer la ruta, con fuertes pendientes y rápidos descensos, sin cambiar de marcha. Si alguna vez una decisión rápida fue acertada, sin duda fue esta». Con el mismo desarrollo que en el llano, en un ciclismo en el que no existía el cambio automático, Ezquerra distanció a sus acompañantes. «Pensé que iban a tener que volver a cambiar de marcha para el descenso y que allí ya ganaría unos treinta segundos. Ya había tomado esta delantera al pie de La Turbie cuando, habiendo bajado los belgas para girar la rueda, continué con 47x16. En la cima no dudé. No cambié la multiplicación y me lancé a toda velocidad».
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Pero la victoria de Ezquerra queda oscurecida por las noticias de España. Cuando terminó el Tour decidió, junto al madrileño Julián Berrendero y el catalán Mariano Cañardo, no regresar a España. Se quedaron en Francia. Los tres corrieron el Tour de 1937. Un año más tarde regresó Ezquerra, para no ser declarado desertor. Cañardo, mito del deporte republicano y primer ciclista profesional en España, volvió en 1939, y todavía ganaría la Volta. Berrendero, que se había quedado a vivir en Pau, cruzó la frontera al acabar la Guerra y fue detenido en Irún. Pasó 18 meses en campos de concentración, hasta que fue indultado en 1941. Ese mismo año ganó la Vuelta a España, y también la de 1942.
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