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Alaphilippe entra vencedor en la primera etapa alpina del Tour. Afp
El Sky apaga la primera etapa alpina

El Sky apaga la primera etapa alpina

Alaphilippe, brillante, supera a Ion Izagirre en la primera jornada de montaña, maniatada por el equipo de Froome

J. Gómez Peña

Le Grand-Bornard

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Martes, 17 de julio 2018

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«Nada. Un arañazo». Mikel Landa enseña el hilo de sangre seca que brilla bajo la venda de su brazo derecho. Sobre el rodillo, descongestiona el músculo tras la primera etapa alpina, la que ha ganado, con su estilo de equilibrista y su talento, el francés Alapilippe por delante de Ion Izagirre, demasiado calculador. La venda de Landa es de la caída el domingo entre los tramos de pavés. El arañazo es de esta etapa, de un enganchón en los kilómetros neutralizados. Dos golpes. Ya sabe soportarlos. «El Sky, con su ritmo, nos ha quitado a todos las ganas de movernos», confiesa.«Hoy no era la etapa para que yo atacara. Necesitaba un par de días para recuperarme de las heridas del domingo», dice. Sonríe mientras le cuelgan de la nariz gotas de fatiga. El Tour le ha concedido esa tregua. «La próxima etapa es más propicia. Los tres del Movistar podemos hacer daño», avisa. Landa, aún herido, guarda en un bolsillo ese gen rebelde. Tiene un contrato firmado con la historia del Tour: buscará, con Valverde y Quintana, entrar en la leyenda. Para eso es ciclista. Y para lograrlo tendrá que acabar con el Imperio, con el Sky.

El conjunto británico le puso una tapa a la primera jornada alpina. Tiene tanto poder, tanto intimida, que Froome y su lugarteniente Thomas deciden el ritmo del Tour. Ellos mandan. Ni siquiera esta esquina de los Alpes donde los maquis plantaron las semillas de la Resistencia frente a los nazis encendió a los rivales del Sky. Ahogados ante el ritmo de gregarios de la talla de Castroviejo, Kwiatkowski, Poels y Bernal. Superávit de talento. Entre todos le pusieron un candado a las subidas a La Romme y la Colombiere. El Sky se limitó a descartar a Urán y a candidatos menores como Mollema, Majka y Zakarin. El resto, incluidos Landa, Valverde y Quintana, ocupó su puesto a rueda del tanque inglés. Y eso que esta etapa tenía perfume de pólvora.

Por la Colombiere pasó Pantani en el Tour 2000 enrabietado por la humillación a que le había sometido Armstrong en el Mont Ventoux. 'El Pirata', destrozado por esa fuga suicida, ni llegó a la meta, pero provocó el desfallecimiento del todopoderoso americano. «Vivir libre o morir' es el lema de estas montañas. En la Colombiere también, Contador atacó en 2009 y dejó atrás a Armstrong, que era su compañero en el Astana. Le habían prohibido hacerlo, tenía que someterse al tejano. Se negó. Bruyneel, director de ambos, maldecía al madrileño en el coche. «¡Para, Alberto, para!», le ordenaba. Pantani y Contador eran rebeldes. La Colombiere los detectó enseguida. En este paisaje nació la Resistencia de Francia en el II Guerra Mundial.

Pero la sombra de los dos finales en alto que vienen, en La Rossiere y el Alpe d'Huez, apagó el inicio de la montaña. Enseguida se apresuró hacia la meta una fuga cargada de buenas piernas: Ion Izagirre, Calmejane, Taaramae, Gaudu, Alaphilippe... Y Van Avermaet, el líder del Tour, el campeón olímpico, el clasicómano belga que mejor honra el maillot amarillo. Sabe que, en realidad, no es suyo. Es un líder regente. Estaba predestinado a perderlo en el inicio de los Alpes. Pero, espíritu corsario, se resistió a ese destino. Por eso, igual que hizo en 2016, Van Avermaet defendió su prenda al ataque. La montaña no es su sitio. Los Alpes le calaron de sudor hasta los huesos y ni así se dobló. Con su peso no pudo seguir a Alaphilippe en la subida a La Romme, ni luego a Ion Izagirre en la Colombiere, pero alcanzó la meta con dos minutos de ventaja sobre el grupo de Froome, Dumoulin, Bardet, Nibali y el Movistar. Decían que era el día para su claudicación y lo acabó más líder. Caerá al final, pero de pie. Los rebeldes le sientan bien al ciclismo.

Alaphilippe, el más valiente

También lo es Alaphilippe. Chico inquieto, heredero en los gestos de Voeckler, hábil, con pegada y ambicioso. «Ganar en el Tour es mi sueño ciclista», dijo. Voraz, se quedó con todos los escenarios de la etapa. Pasó primero por la carretera de tierra de Glieres, símbolo de la Resistencia. Pellizco emocional en Francia. Luego atacó en La Romme para atrapar a Taaramae en la subida y dejarle en el descenso. Y ya solo, ya en La Colombiere, retuvo los dos minutos de ventaja que le sacaba a su mejor perseguidor, Ion Izagirre. El guipuzcoano, ganador de una etapa así en 2016, se contuvo en exceso. Para cuando salió a por el funambulista galo ya era tarde. «Alaphilippe ha sido el más fuerte», resumió Izagirre. Y el más atrevido. Le gusta el riesgo. No acepta las normas. Fue un niño hiperactivo y su padre lo sacó de la escuela para tenerlo bajo control. Ni así. Se escapaba. Libre. Como en esta primera etapa alpina, que ya es suya. Disfrutó como un enano en el descenso hasta Le Grand-Bornand. Hablaba solo, gesticulaba. Ciclista feliz. Una bici y una montaña.

Con Van Avermaet y Alaphilippe se acabó la rebeldía en estos montes insumisos. Landa se lamía las heridas. Valverde -solventó sin problemas una salida de cadena-, Quintana, Dumoulin, Nibali y Bardet se limitaron a ponerse a la sombra del Sky, que ocupaba toda la carrera. Solo Daniel Martin se soltó el nudo en el kilómetro final de La Colombiere. Su arrancada ni inmutó al Imperio británico, que quiere manejar el Tour a su antojo. De momento, ha sofocado sin problemas la revuelta. Pero los rebeldes siguen ahí. Seguro. Las dos etapas alpinas que restan los pondrán al descubierto. Eso sí, habrá que darle una patada a la tapa del Sky.

Izagirre, «con la miel en los labios»

El cuerpo del un ciclista del Tour juega con la fatiga. La conoce bien, pero nunca llega a controlarla del todo. El tramo final de la etapa juntaba las subidas a La Romme y a La Colombiere. En la primera, Ion Izagirre pensó que todo se había acabado. Vio ahí cómo se alejaban Alaphilippe y Taaramea, compañeros de fuga. «No esperaba quedarme tan lejos de ellos. He sufrido mucho en La Romme. He entrado en crisis», reconoció. De ese puerto al inicio de La Colombiere hay un breve descenso. Un soplo de aire. Le sirvió para respirar de nuevo. «Le he dado un poco la vuelta al cuerpo, pero Alaphilippe estaba muy lejos», lamentó. El francés le mantuvo la distancia hasta la meta. A Izagirre le quedó el consuelo de rematar a Taaramae en el sprint. En realidad no le consolaba ese segundo puesto. El más amargo.

«Ha sido una pena. Me quedo con la miel en los labios, pero Alaphilippe ha sido el justo vencedor», dijo el corredor de Ormaiztegi. En el Tour trabaja de gregario de Nibali. Sabe que no tendrá muchas más oportunidades para él. Le dolía la ocasión perdida. «Aquí hemos venido para que Nibali esté en lo más alto del podio. Vincenzo está muy bien, muy motivado. Tenemos mucha confianza en él», señaló ya de nuevo en su papel de escudero.

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