Kamna triunfa en el velatorio de Bernal
El alemán vence en Villard-de-Lans, donde el Ineos buscó sin éxito el triunfo para consolar al colombiano, descolgado de nuevo
Hay subidas sin bajada. Como la montaña de Saint-Nizier, previa a la cuesta que iba hasta la meta en Villard-de-Lans. Los veinte ... de la fuga rodaban atentos a las señales. Todos hipnotizados por Alaphilippe y Carapaz, los favoritos. Pendientes de ellos. Y ellos mirándose de reojo. Carapaz temía a Alaphilippe, a su tremendo remate. Así que el ecuatoriano sacó todo su arsenal. Hizo todo lo que sabe en el tramo final de Saint-Nizier. Alaphilippe cayó en su red. El francés aguantó la primera andanada y, zas, reventó. Plof.
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Carapaz, satisfecho con la pieza cobrada, no recogió la zarpa porque se le pegó un alemán de sangre fría. Lennard Kamna asistía al duelo Alaphilippe-Carapaz consciente de que sólo tenía una opción. Un disparo. Vio desaparecer al galo. Soportó la segunda detonación del ecuatoriano y, casi bajo la pancarta del puerto, notó que Carapaz bajaba su nivel. Era el momento. Descerrajó sus piernas. Cuadró la silueta. Le sacó diez metros. Una zanja. Abismal. Saint Nizier no tiene bajada. Y Kamna, contrarrelojista polivalente, se largó en una carretera hecha para él mientras Carapaz, un escalador, echaba más que nunca de menos un descenso. No lo había.
Kamna, que había perdido ante Daniel Martínez en el final agónico del Puy Mary, alcanzó primero la raya de Villard-de-Lans. El joven alemán y su equipo, el Bora, llevan dos semanas de siembra. Al fin la cosecha. Y la recompensa para un joven de 24 años que fue subcampeón del mundo sub'23 y que ganó la 'etapa reina' del pasado Dauphiné. Con diez años descubrió el Tour en la cuneta del Alpe d'Huez en pantalón corto y chanchas. Y supo lo que quería ser. Lo que es.
A Carapaz, aquellos diez metros en la cima de Saint-Nizier se le volvieron más de un minuto de retraso en la meta. No pudo ni lograr la victoria ni consolar a su equipo, el Ineos, el del derrotado Egan Bernal, que no puede, que tiene la espalda molida y que por ir torcido empieza a dañarse una rodilla. La etapa la descorchó el conjunto británico. Uno de los suyos, Van Baarle hizo coincidir el banderazo con la primera arrancada. El Ineos, herido de rabia, ha perdido el Tour. Le duele. El hundimiento de Bernal no figuraba en los datos de sus ordenadores. Apagón. Por primera vez tienen que vivir a distancia del podio.
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Y reaccionaron bien. Bernal se colocó el último del pelotón, se retiró de la escena y liberó a sus gregarios. Van Baarle inició la traca. Amador, Carapaz y Sivakov se metieron en la fuga. Era un grupo amplio y de élite. Con Alaphilippe, Rolland, Roche, Pacher, Trentin, Barguil, Kamna, Nieve, Powless, Anacona, Reichenbach, Oss, Benoot... y Verona y Erviti, que querían apuntalar el liderazgo del Movistar en la clasificación por equipos. En la tercera semana del Tour, casi todos van a conservar lo conseguido.
Arrancan Pogacar y López
Detrás, en el pelotón, el Jumbo se adueñó de todo. Dejó hacer a los escapados. Nadie parece con piernas y carácter para cuestionar al equipo de Roglic. No es fácil. Los potenciómetros hablan de plusmarcas de vatios en cada subida. Sin casi carreras antes del Tour y con tiempo de sobra para prepararse con mimo, los candidatos al podio están a su mejor nivel. Todos a la par, salvo Roglic y Pogacar, que flotan un punto por encima. El desnivel lo provoca el equipo de Roglic, que inclina el Tour de su lado. Van Aert y Gesink tiran hasta la mitad el último puerto a ritmo de asfixia. Y luego es Dumoulin, ganador del Giro y segundo en la Grande Boucle, el que se pone al frente. Y, ¿cuántos corredores hay mejores que Dumoulin? Sobran dedos en la mano.
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Para alterar el guion hace falta una de esas secuencias inolvidables. Como la de Pantani cuando, suicida, destrozó casi de salida aquella etapa del Joux Plaine. Armstrong, intocable entonces, se puso nervioso. Dudó. Y sufrió como pocas veces para conservar su dominio. Eso sí, el autor de la locura, Pantani, ni llegó a la meta. Se retiró vacío. El Tour no olvida nunca derrotas así. Para meterse en la memoria de la Grande Boucle es perfecta la siguiente etapa, la de la Madeleine y el col de la Loze. De esta jornada se encargaron los de la fuga y se la llevó Kamna, el que mejor gestionó sus virtudes. Más que ganarla, supo resolverla.
A más de un cuarto de hora apareció el pelotón con los ilustres del Tour. Nada cambió. Maniató el Jumbo y a 600 metros de la meta retó Pogacar, el insumiso. López le remachó. Pero todos, incluidos Roglic, Urán, Porte y Landa, entraron de la mano. Para cambiar el rumbo de este Tour, que viaja directo a Eslovenia, bien con Roglic o bien con Pogacar, esas manos tendrán que ser puños en la etapa que viene, en el col de la Loze, que será demasiado alto para muchos. Y que, si alguien se atreve, puede entrar en la historia centenaria de la Grande Boucle
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