Ion Izagirre se incrusta contra una casa y se retira del Tour
Como en la edición de 2017, el corredor de Ormaiztegi tiene que abandonar por culpa de una caída que esta vez le daña la clavícula derecha
Lavausseau, un pueblo de 700 vecinos, está a 30 kilómetros de la colina donde se asienta Poitiers, la meta ayer de la decimopriera etapa. Es un localidad tranquila, vieja, con las calles hechas antes de que hubiera tanto tráfico. El Tour cruzó por allí por un estrechamiento entre dos casas. Alguien no calculó bien la trazada y, zas, media docena de corredores salieron despedidos. José Joaquín Rojas, que anda gafado, volvió a arañarse la piel. Heridas sobre las mataduras de día anteriores. Y Ion Izagirre se incrustó cotra el muro de una de las viviendas. Quedó sentado, con sangre corriéndole por la cara y en una postura forzada. Tenía la clavícula derecha dañada. No pudo seguir. La Grande Boucle siguió adelante sin él. Como en la edición de 2017.
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Entonces fue peor. Y antes. La primera etapa era una contrarreloj breve por las calles de la ciudad alemana de Dusseldorf. Mojadas. Al parecer, en la curva situada en el kilómetro siete, había algo de aceite por el paso de numerosos vehículos de la caravana de la ronda gala. En ese giro patinó Alejandro Valverde. Se hizo tanto daño que pensaron que ya nunca podría volver a competir. Pero el ciclista murciano regresó y al mismo nivel. También resbaló ahí contra las mismas vallas Ion Izagirre, que se fracturó dos vértebas, la L1 y la L2. Tuvo que ser operado en la ciudad alemana e iniciar un lento proceso de rehabilitación.
«Ha sido una caída fea», relató Pello Bilbao, corredor del Bahrain-McLaren y testigo del impacto. «Íbamos entre dos caas. Se han ido contra la acera y Ion ha pegado con el muro. Caída fea», insistio el corredor de Gernika, uno de los mejores gregarios de Mikel Landa en este Tour. «Desde fuera igual ha parecido un día tranquilo, pero hemos estado todo el día alerta, pendientes de si pegaba el viento. El final era muy callejero, con mucho peligro», describió.
López pierde a su guía
Con la ausencia de Ion Izagirre, el Astana pierde a uno de los sostenes de Miguel Ángel López, 'Supermán'. El guipuzcoano era clave para el colombiano en las etapas de montaña, tanto cuesta arriba, como, sobre todo, en los descensos, donde López necesita un guía. El corredor de Ormaiztegi es pura habilidad en las b ajadas, especialmente si el piso está empapado. Así ganó en la meta de Morzine durante el Tour de 2016. La caída de ayer le impedirá ayudar a 'Supermán' en la lucha por el podio y también intentar repetir triunfo de etapa.
No fue la única baja. En la salida no estuvo Formolo, gregario de Pogacar. Pese a alcanzar la meta el día anterior, lo hizo con una clavícula partida. Su líder, el joven esloveno, pierde cobertura para la montaña que viene.
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Y se fue también del Tour el austriaco Gregor Muhlberger, del Bora. Estaba enfermo. Durante cien kilómetros se empeñó en seguir al pelotón. Perdía el contacto en los repechos y se reenganchaba cuando el grupo, frenado por el viento, se tomaba un respiro. Pero cuando la etapa se aceleró tuvo que claudicar. A 50 kilómetros del final se arrimó rendido a la cuneta. Se sentó sobre el capó de un coche de su escuadra y se echó las manos a la cara. Otra víctima del Tour, tan aficionado a cobrarse piezas.
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