Ver fotos
Las caídas asustan al Tour más que el virus
«Ha sido una carnicería», dice Fraile tras una etapa ganada por Kristoff en la que Roglic hace de patrón y manda frenar
Publicidad
Tras meses de miedo al virus y de dudas sobre si iba a haber Tour en plena pandemia, la primera etapa sucumbió al pavor a ... las caídas. Todo se alineó en contra de la Grande Boucle. Llovió sobre las carreteras de Niza, estrechas, pespunteadas de curvas, colocadas entre muros y barrancos, y convertidas en cristal por la nube que empapó la Costa Azul. Por los descensos corrían regueros de agua y espuma. El asfalto parecía jabón después de semanas de sequía. Estaba, además, barnizado con el aceite que pierden los coches turistas. El efecto dominó comenzó a tirar ciclistas. Corrió un escalofrío, el recuerdo de las caídas recientes de Jakobsen y Evenepoel. Y la cautela le pudo al coraje. El equipo de Roglic, el Jumbo, mandó frenar. El esloveno ejerció de patrón del Tour. Líder nato. Y se selló la paz, que puso a salvo la piel del pelotón y malgastó la etapa de apertura, que al final fue al sprint para el noruego Kristoff, primer líder de esta ronda con tantos miedos.
«Ha sido una carnicería», resumió Omar Fraile. «Mira que yo voy bien con agua, pero era tocar el freno y patinar», describió el corredor del Astana. Asustado. Mirara donde mirara, veía «maillots y culotes rotos». El vizcaíno hizo recuento. «Se ha caído el ochenta por ciento del pelotón». El belga Van Aert, especialista en ciclocross, tenía el susto en el cuerpo. «Había aceite y jabón en el asfalto», dijo. La puntilla llegó en la larga recta del Paseo de los Ingleses, ya seca, que enfilaba hacia la meta. Un patinazo sobre la pintura de un paso de cebra y adiós. Al suelo Pinot, Quintana, Soler... «Ha sido un día de peligro constante», resoplaba Omar. También se santiguaba Mikel Landa, intacto tras tanto golpe, aunque dolido por la lesión de Valls, que acabó en el hospital con la clavícula dañada.
En la salida de Niza todo eran precauciones. Ciclistas con mascarilla. Miedo al coronavirus. Temor a que el Tour no llegue a París acuchillado a traición por esta pandemia que no cesa. Las autoridades sanitarias francesas obligaron a endurecer las normas contra el Covid-19 y ahora si dos miembros de un equipo, sean corredores o auxiliares, dan positivo en un test PCR, toda la escuadra será excluida. Así, como viviendo a cierta distancia de lo deportivo, arrancó esta extraña edición de la Grande Boucle.
Publicidad
Pero enseguida recuperó su esencia. En cuanto apareció la lluvia y las retorcidas carreteras de Niza se pusieron a brillar como una navaja, el espacio que ocupaba el miedo al virus lo ocupó el miedo de siempre: a las caídas. Mientras los tres fugados desde el banderazo inicial, el suizo Schar y los franceses Grellier y Gautier, abrían la cortina gris que mojaba la Costa Azul, por detrás apareció el rojo de la sangre. El Tour jugaba a los bolos con el pelotón. Tiró a Fraile, a 'Supermán' López, a Latour, a Cosnefroy, a Bennett, a Sivakov, a Amador, a Alaphilippe...
Los ciclistas están hechos de porcelana. Si se caen, ufff, es fácil que se rompan. Cundió el pánico. Hasta Bernal y Dumoulin se quedaron cortados en un descenso. Todos tragaban saliva. Rezaban. Rogaban una pizca de suerte en un escenario perfecto para perder el Tour a la primera. Al pobre Sivakov, uno de los sostenes de Bernal, la fortuna no le escuchó. Volvió a patinar contra un bordillo. Bajo un cielo encapotado de mal agüero, el corredor franco-ruso se desesperaba ya rezagado cuando delante explotaba otra bomba en el pelotón. Otra docena de dorsales al piso, entre ellos, Pinot, Amador, Porte y Nieve. Estaba claro: este Tour va a ser el de la supervivencia, y no sólo por el virus.
Publicidad
Martin hace de policía
Tanto se caían en las curvas del alto de Rimiez que el Jumbo, el equipo de Roglic, mandó parar. Tony Martin, que de joven iba para policía, desplegó los brazos como un guardia urbano ordenando el tráfico. Y su compañero Bennett le recriminó a Omar Fraile (Astana) que acelerara en el descenso, que hiciera su trabajo. «No queríamos atacar -explicó el vizcaíno-, sólo marcar el paso, ir delante». Así llegó la tregua, una situación antinatural en el ciclismo. Todos de la mano.
¿Todos? Omar y Gorka Izagirre -ciclistas de agua- ocuparon la cabeza del grupo en el descenso de Rimiez con su líder, el colombiano López, su rueda. Le apodan 'Supermán', pero no lleva capa. No sabe volar. En el tercer giro resbaló sobre la pintura del asfalto, derrapó y con los dos pies en el suelo se incrustó de lleno enuna señal de tráfico. Ese golpe sonó como el 'gong' definitivo. Todos frenaron.
Publicidad
Ion Izagirre le donó subicicleta a López y al Astana, el único conjunto que parecía con ganas, se le mojó la mecha. Roglic le echó la bronca a Omar e impuso la calma en esta jornada de vértigo al inicio y de miedo al final. La falta de pericia de López apagó definitivamente la etapa. Lástima. Cuesta arriba, el Tour verá estas tres semanas a los más fuertes, pero no pudo ver en las peligrosas carreteras de Niza a los más hábiles. Sí vio la maestría de un viejo velocista, Kristoff, ganador del Tour de Flandes. Se escondió mejor que nadie. No le dio ni una brizna de viento en un sprint desordenado y recogió en Niza el doble premio, la etapa y el liderato.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión