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Un pequeño detalle lo cambia todo, una ambición desmedida le da la vuelta al Giro. Quedan 51,2 kilómetros para la meta, el pelotón de ... los favoritos está a punto de cazar a los dos hombres de cabeza, Hermans y Groves, que ya escuchan el chasquido de la grava por detrás, en medio del polvo del camino, que se pega a las cubiertas y a los discos de freno; que obliga a correr con la boca cerrada. Se circula por Serravalle, el segundo tramo de tierra seca y gravilla, con Pello Bilbao regulando la marcha de Tiberi. No parece un lugar peligroso. Hay una curva a la izquierda y el comienzo de un descenso cuando Hamilton, por la derecha, en la parte delantera del grupo, pisa un bache, cae y arrastra a Roglic, Pidcock y alguno más. Ayuso frena y tiene que volver a acelerar, y para entonces se ha abierto un hueco mínimo. Ya nadie podrá cerrarlo.
Y lo provoca la ambición del mexicano Isaac Del Toro, 21 años, que acelera como un poseso cuando encuentra esa oportunidad. No piensa en nadie ni en nada; no escucha las voces del pinganillo. Le siguen los más espabilados: Van Aert y tres corredores del Ineos, entre ellos Egan Bernal, que parece otro después de años sin saber de él, y también su amigo de Zipaquirá, Brandon Smith Rivera Vargas, de la misma generación. Corren juntos desde infantiles, se conocen. Son cómplices, junto a Arensman, de la tremolina que empieza a montarse cuando las caras de los ciclistas ya empiezan a recibir el maquillaje ocre de la tierra que se levanta en forma de polvo.
Porque Del Toro, la osadía y la ambición de la juventud, no ha esperado a nadie, ni a su compañero Ayuso; menos, claro, a Roglic, enredado en sus dudas después de la caída y un pinchazo posterior que le hace perder más tiempo todavía. Bernal también es ambicioso, y gasta las energías de sus compañeros y las propias intentando abrir camino junto a Del Toro y ese sabueso que olfatea las oportunidades como nadie que es Van Aert, en busca de la quincuagésima victoria de su carrera como profesional. Es demasiado generoso el colombiano, y mientras Ayuso, por detrás, se desgasta para distanciar a Roglic y después, en un grupo más grande, con McNulty y Yates, sus compañeros de equipo, empieza a regular sus fuerzas, él no.
Bernal, liberado
Se siente un ciclista nuevo Bernal, liberado ya de los miedos y las limitaciones de aquel choque brutal contra un camión en su país; de la caída en el descenso de Miraflores en San Sebastián, enfrente del restaurante de Arzak, en el que se partió la mandíbula, de los inconvenientes posteriores, las secuelas indeseadas, y también de la fractura de clavícula que sufrió en febrero, precisamente en un tramo de tierra entre los olivos de Jaén.
El valiente Bernal se pone en cabeza, acelera y gasta energías, tal vez de donde no tiene todavía, aunque le salga el carácter de campeón, así que cuando no puede más, cede ante Van Aert y, sobre todo, Del Toro. Por detrás Ayuso mantiene las distancias, mientras Roglic trata de resistir y lo consigue en parte. Desesperado, casi sin ayuda, se arremanga para trabajar y minimizar los daños, percance tras percance, para perder el menor tiempo posible, pero Del Toro es una fuerza desatada, que en la pared de Santa Catalina intenta dejar a Van Aert, que sufre, pero aguanta, se pone por delante y en la última curva, la que conduce a la Piazza del Campo, el escenario del Palio de Siena, arriesga y deja las marcas del tubular en la protección de la valla para adelantarse y ganar la etapa.
Pero el premio de Del Toro no es el de consolación, ni mucho menos. Es el nuevo líder, el primer mexicano de la historia en vestirse de rosa. «Es genial ser el primero de mi país en llevarlo. No sabía qué esperar de la tierra, solo me concentré en hacerlo lo mejor posible y es increíble lo que logré». 21 años, otro fenómeno de la nueva generación de ciclistas jóvenes que hace una década ni siquiera hubieran debutado como profesionales. «Del Toro hizo una carrera extraordinaria», confiesa Van Aert. «Me decepcionó no poder cooperar plenamente con él, pero también es rival de mi compañero de equipo Simon Yates en la general». Lo comprendía el mexicano: «Sabía que Van Aert tenía a Yates detrás y sería difícil conseguir su colaboración, pero lo entiendo y no me quejo, así es el ciclismo». Hoy segunda jornada de descanso.
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