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Cort Nielsen celebra el triunfo por delante de Roglic, segundo en Ciudad Rodrigo. Efe

Roglic araña 6 segundos en la etapa que no pudo ganar Valverde

Cort Nielsen se lleva el sprint de Ciudad Rodrigo por delante del líder esloveno, que se jugará la Vuelta en La Covatilla

Viernes, 6 de noviembre 2020, 18:17

La pandemia ha puesto de moda un término: 'burbuja'. Es tiempo de aislarse. Por eso es la época perfecta para Primoz Roglic, un ciclista inmutable, impermeable, con una capacidad de concentración única. Siempre está alerta, nada le entretiene. En la etapa de Las Hurdes y la Sierra de Francia, el Movistar y el Ineos trataron, con más ganas que fuerza, de inquietarle. Por si el esloveno tenía un descuido, algún desliz. Pero no encontraron nada. Sin grietas. Cuando sus rivales se giraban, ahí estaba el líder, omnipresente. Siempre está.

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Vista su incapacidad para pillar en fuera de juego a Roglic, el Movistar preparó la llegada a Ciudad Rodrigo para Valverde. Que tiene 40 años. Que no se ve ya para estas guerras. «Esprinta tú», le repetía el murciano a su compañero Rojas. Le convencieron y, como desacostumbrado, lanzó el sprint con la puntería torcida. Muy lejos. Le pasaron, entre otros, el danés Magnus Cort Nielsen, el que ganó, y Roglic, segundo bajo la pancarta. Eso le dio al líder seis segundos de bonificación. Seis pepitas de oro para afrontar con 45 segundos sobre Carapaz y 53 sobre Carthy la decisiva jornada de La Covatilla. En este sprint casi recuperó los 10 segundos que había perdido en todo el Angliru. No ha dejado de rascar bonificaciones desde la primera etapa en Arrate. Siempre en su sitio. Y si la Covatilla no dice lo contrario, su lugar en Madrid será el mismo que en la Vuelta 2019, el primer cajón del podio. Sin salir de esa burbuja.

Fuga de tres ciclistas del Burgos

Como en todo, en el ciclismo también hay ricos y pobres. Equipos millonarios y otros, como el Burgos, que sudan cada año para seguir a flote con lo justo. El talento tiene precio. Las mejores piernas son inaccesibles para las escuadras modestas. El Burgos, como el Caja Rural, lucha para lograr un plaza de invitado en las carreras de primer nivel como la Vuelta. Y luego, cuando al fin pueden correr la ronda española, se empeñan en dejarse ver y sueñan con una victoria como la de Madrazo el año pasado en Javalambre. Pero pocas veces el pez pequeño se come al grande. Y menos en esta temporada recortada por la pandemia. Nadie regala ni las migas.

Aun así, hay que intentarlo. Del Burgos eran tres de los seis fugados de la decimosexta etapa, entra Salamanca y Ciudad Rodrigo. Sabían que era la última oportunidad. La escapada final. Madrazo, Ezquerra y Osorio, el trío del equipo castellano, se juntaron con tres corredores de conjuntos World Tour, Cavagna, Stannard y Goossens. Hubo más miedo al viento que aire de costado. Y, con Roglic y sus rivales a la defensiva, la fuga hizo camino. Rodaban hacia Las Hurdes, aquella tierra maldita, aislada, con miseria ancestral y enfermedades endémicas. Así la retrató Luis Buñuel en su documental 'Tierra sin pan'. En una de las secuencias, en blanco y negro, se ve a tres niñas mojando un duro mendrugo de pan en un riachuelo. Las Hurdes, paraíso natural que hoy es un reclamo turístico, tiene un pasado pobre. El Burgos buscó amparo en un ambiente así.

Los seis afrontaron El Portillo de las Batuecas por la localidad de La Alberca. Ahí cayó el primero del Burgos, Osorio. A cinco minutos, el pelotón aceleró al ritmo del Ineos de Carapaz, el segundo en la general tras Roglic. Van Baarle y Amador, como inspirados por la belleza salvaje de Las Hurdes, convirtieron el descenso en puro vértigo entre curvas a dos tintas, medio secas, medio húmedas. Roglic no les concedió ni un centímetro a los gregarios de Carapaz. Se pegó a ellos. Duerme con los ojos abiertos. Cruzaron volando la localidad de Las Mestas, famosa porque de allí es 'Don Cirilo', el inventor del 'Ciripolen', una especie de viagra rústico. El caso es que por sus calles el pelotón pasó encendido. Con alas.

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Faltaba otro puerto, el más duro, El Robledo. El segundo fugado del Burgos, Ezquerra, se quedó sin fuelle. El tercero, Madrazo, tampoco llegó a Riomalo de Arriba. A la fuga ya no le quedaban dorsales de equipos pobres. Solo resistían Cavagna (Deceuninck) y Stannard (Mitchelton), un joven prometedor que desistió en un repecho cruel tras Serradilla del Llano. ¿Llano? Cavagna, a quien llaman el TGV de Clermont-Ferrand, coronó esa cota con apenas 5 segundos sobre el reducido pelotón. Pero no miró atrás. Es un tren. No para. El campeón francés de contrarreloj se tiró hacia Ciudad Rodrigo, la antigua Miróbriga. El viento se puso de su lado. A favor. Pero ni así, con ese propulsor aéreo y las piernas de un portento como Cavagna, es fácil ganar una etapa en esta Vuelta. Sólo al alcance de unos pocos.

Enseguida lo iba a comprobar Valverde. Cuando cazaron a Cavagna apenas restaban dos kilómetros. Iba a ser un sprint sin los velocistas, ahogados en la sierra. Lo lanzó Bennett desde el córner, a destiempo. Valverde, solo, también reaccionó demasiado pronto. Le pasaron Cort Nielsen (ganador de etapas en la Vuelta y el Tour) y el portugués Rui Costa (descalificado luego). El luso cambió su trayectoria y obligó a frenar a Roglic, el que siempre está. Pese al parón, el líder remontó para acabar segundo y ahorrar otros seis segundos bonificados. Le salen las cuentas. Queda una cuestión por resolver: en la etapa que viene se enfrentará a un fantasma. Perdió el pasado Tour en la penúltima jornada, la que toca ahora. ¿Será eso capaz de desconcentrarle, de sacarle de su burbuja? La Covatilla destapará la respuesta.

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