Izagirre remata a Pello Bilbao en la orilla en Hondarribia
En una magnífica etapa, el equipo de Pogacar lanza en Erlaitz al peligroso McNulty, que le quita a Roglic el liderato
Hondarribia juega con ventaja. Tiene de todo, montaña y mar. Hasta tiene su plaza de Armas, donde se celebra el Alarde durante las fiestas. ... Ese día los vecinos salen de casa con escopeta. Por tener, Hondarribia tuvo hasta una gran etapa.
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Los ciclistas subieron armados la cuesta de Erlaitz, la que baja hasta la playa. Atacaron Landa y McNulty en la subida. Primer alarde. Les cogió el Jumbo, el equipo del líder Roglic, justo en la cima. Más disparos. Pello Bilbao y Chaves se largaron en el descenso. Se les juntaron McNulty, Izagirre, Buchmann y Vingegaard, gregario de Roglic. La Itzulia saltaba por los aires mientras detrás Roglic miraba a Pogacar, Landa, Valverde y Yates. Pero ya no eran esos sus rivales, sino McNulty, compañero de Pogacar en el UAE, que amenazaba desde el tercer puesto de la general a apenas 30 segundos. A Roglic le habían pillado en el fuego cruzado. Y perdió la batalla, quizá la guerra. El grupo de McNulty, nuevo líder, alcanzó Hondarribia con 49 segundos de renta y allí el último disparo, la traca final, fue de Ion Izagirre, que batió por dos dedos a Pello Bilbao.
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Tan ajustado fue el sprint que primero lo celebró el vizcaíno, brazos arriba, y luego fue para el guipuzcoano. A Bilbao le felicitaban mientras Izagirre se lamentaba. «He visto a Pello alegrarse y me he imaginado que había ganado él. Hasta le he dado la enhorabuena», contó Izagirre. Pero se equivocaba. Pello se detuvo frente a una televisión y vio lo que no quería ver. Casi había ganado. Casi. Gesto de decepción. Y de inmediato fue a felicitar a su rival y amigo. Elegante en la derrota.
«No me lo creía ¡Qué alegría después del palo que me llevé en la 'crono' de Bilbao! Es mi primera victoria de etapa en el Itzulia», repetía Izagirre. El aire salino de la bahía de Txingudi le revolvía el pelo. «El viento daba en contra y he sabido medir la distancia para el sprint», narró. Acertó con el cálculo. Y mantuvo la sangre fría, la calma en un enjambre de balas. No saltó a por Chaves. Esperó a que lo atraparan Buchmann y McNulty y luego los remató con un golpe de riñón agónico en pugna con Pello. Disfrutaba como loco de un triunfo que creía perdido. Así sabe mejor.
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Y como él de feliz estaba el estadounidense Brandon McNulty, un portento de 23 años que tiene talla para defender su liderato el sábado en Arrate. Campeón del mundo juvenil de contrarreloj, ganó en el Etna el Giro de Sicilia. Un rodador que escala. Otra estrella emergente de la 'generación del 98'. Tremenda añada. McNulty, perla cultivada como Pogacar por el vizcaíno Matxin, tiene 23 segundos en la general sobre Roglic y 28 sobre Vingegaard. Tras ellos están Pello Bilbao (a 36), Pogacar (a 43), Yates (a 1.02), Valverde (a 1.13), Izagirre (a 1.15) y Landa (a 1.23). Las armas sigue en alto. En Arrate hay un conocido campo de tiro.
El ciclista filósofo
Así de trepidante fue el final. Como el inicio. A 48 kilómetros por hora durante más de media etapa, no da tiempo ni para pensar. O sí. Guillaume Martin es, además de ciclista, filósofo. Ha escrito un libro, 'Sócrates en bicicleta', en el que coloca a Platón, Aristóteles, Nietzche, Heidegger y otros pensadores con un dorsal en el Tour. Los convierte en 'ciclósofos' para demostrar que el esfuerzo físico extremo no es incompatible con la actividad intelectual. Martin es el ejemplo. Se tomó con filosofía las dos primeras horas de tortura y, cuando vio un resquicio, se fugó en la subida a Alkiza con O'Connor, Cepeda y el lebrijano Juanpe López.
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El sevillano se sentía en casa. Aquí ganó la Vuelta al Bidasoa en 2018. Y fue con una arrancada en Erlaitz. Eco. En eso pensaba, ciclóforo, mientras compartía la escapada camino de su montaña. Antes había que sudar en Jaizkibel. Juanpe se quedó a solas con O'Connor. Cepeda y Martin se tomaban su derrota con filosofía. No quedaba otra. El pelotón, al ritmo del Bahrain de Landa, los sepultó. Como luego hizo con Juampe y O'Connor. Los candidatos al podio, sentados en una mesa redonda, no dejaban de pensar en cómo resolver la subida a Erlaitz y su revirado descenso hacia la meta de Hondarribia.
Landa dio el primer golpe en esa mesa. McNulty, sentado sobre su pedaleo ágil, se puso a remar al lado. A unos metros, a la vista, Roglic mandaba tirar a por ellos a Foss y Vingegaard. Todo controlado, creía el líder esloveno. En el ciclismo lo seguro es frágil, cambiante. Y Erlaitz, durísimo cuesta arriba, es puro peligro hacia abajo. Chaves, colombiano con alma guipuzcoana, y Pello Bilbao se atrevieron a saltar sobre las arenas movedizas del descenso. McNulty les siguió. También Izagirre, Buchmann ... y Vingegaard, a quien el Jumbo no ordenó esperar para escoltar a Roglic.
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El líder esloveno perdió en el tablero táctico ante el UAE de Matxin. El equipo de Pogacar había dado jaque con McNulty, un corredor que como anuncia el técnico de Basauri, ganará pronto «lo que quiera». En Arrate se verá si la jugada de Erlaitz fue jaque mate. Como poco, Roglic llegará al último día con un ala tocada tras el alarde de Izagirre y McNulty en Hondarribia, donde Pello Bilbao creyó haber ganado la etapa. Casi. «¡Por qué poco!», lamentaba el vizcaíno juntando dos dedos.
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