Carlos Rodríguez se estrena el día de la derrota de Roglic

Viernes, 8 de abril 2022, 20:45

A esa cuesta la llaman la del Kalbario. Dicen en Mallabia que el nombre le viene por unas cruces que clavaron allí durante la Guerra Civil. «Y porque está así», aporta un vecino poniendo una mano vertical. Así de empinado es el empedrado que sube al Kalbario. Carlos Rodríguez sufrió letra a letra el significado del nombre de ese muro. «Era interminable», juró. Venía fugado. Vacío. No podía levantarse sobre los pedales porque con esa inclinación y tanta pintada en el piso le patinaría la rueda. Justo pudo levantar a medio vuelo un brazo para celebrar su primer triunfo profesional, el primero de los muchos que vendrán. «Me sabe mal ganar así», se disculpó. Por órdenes de su equipo, el Ineos, no le había dado relevo a Marc Soler, su compañero de escapada. Esa disculpa talla la personalidad de Rodríguez, el campeón de un futuro que está aquí. Ya ganará a la manera que le reserva el destino: a lo grande.

El andaluz tiene 21 años, pasó de juvenil a la plantilla profesional del Ineos. Perdió el pasado Tour del Porvenir por 7 segundos. Y en Mallabia, en el Kalbario, celebró su bautizo justo el día que Primoz Roglic supo que esta no será su tercera Itzulia. Su trono lo disputan en un puñado de segundos Evenepoel, nuevo líder, Dani Martínez (a 2 segundos), Ion Izagirre (s 21), Vlasov (a 22), Pello Bilbao (a 22), Vingegaard (a 29) y Enric Mas (a 37). Roglic se aleja a más de un minuto. La apuesta de su equipo es ya Vingegaard. La etapa final de Arrate y la lluvia que se anuncia pondrán a todos esos candidatos en orden. «Todo está abierto», avisa Pello.

Antes de la victoria de Carlos Rodríguez llegó la derrota de Roglic. Inesperada. Mientras el joven andaluz y Marc Soler mantenían su fuga, detrás Evenepoel, siempre valiente, aprovechó un tobogán del alto de Karabieta para comprobar algo que le susurraba el instinto. Roglic iba demasiado retrasado. Acertó. Con Evenepoel, cuesta abajo ya, se marcharon Vlasov, Ion Izagirre, Daniel Martínez, Enric Mas y Vingegaard. A unos metros, Roglic no reaccionaba. Pello Bilbao no esperó más. Tenía otra marcha y se columpió en dos curvas que conoce como si fueran suyas para soldarse al vagón de Evenepoel. Entre ellos iba el que será ganador de la Itzulia. La etapa ya era, aunque antes tuvo que pasar su 'kalbario', para Carlos Rodríguez. Una etapa gigante desde el inicio.

A Pello Bilbao no se le nota inquietud alguna. Habla pausado, como dándose tiempo para enlazar en orden cada respuesta. La quinta etapa de esta Itzulia, entre Zamudio y Mallabia, es su campo habitual de entrenamiento. El ciclista del Bahrain ha pasado su vida rodando por ahí, sumido en su propio aliento, en sus pensamientos. Imaginándose en busca de un tesoro, de la Itzulia, por ejemplo. Pello conoce con precisión las medidas de su cuerpo. Sus límites. Esperar a la última etapa, la de Arrate, significaba jugarse la carrera en un cara a cara desigual con rivales que en circunstancias así suelen batirle. Así que buscó otro camino. Quiso rentabilizar el factor cancha. Tras el vendaval que zarandeó las cimas de Morga y Paresi, se fugó cerca de Gernika, en casa. En las carreteras donde ha desgastado tantos tubulares.

Por la cima de Bedarona, Pello tiraba de la fuga que compartía con Soler, Carlos Rodríguez, Samitier, Hamilton, Elissonde y Kuss, el guardaespaldas de Roglic. La presencia de Bilbao, quinto en la general a 19 segundos del líder esloveno, conectó a la carrera a una línea de alta tensión. Roglic colocó a sus gregarios en hilera, en formación de caza. Pello es un rival de peso. No se le pueden hacer concesiones. En cuanto el vizcaíno supo de la tormenta desatada a su espalda, echó el freno. No valía la pena. Y así su renuncia dejó libre al resto de la fuga.

Pello se bajó de la escapada y Hamilton se cayó. Fue en una curva zurza y rápida del descenso de Gontzagaraigana. Trazó mal el giro, demasiado abierto y tropezó contra el guardarraíl. Voló dos metros hasta un nido de ramas rotas que le evitó un golpe mayor. Le costó salir de ese agujero. Le temblaban las rodillas del susto. Para cuando lo hizo, a gatas, la Itzulia ya se le había ido. Sin Pello ni Hamilton, la escapada quedó en manos de Carlos Rodríguez y Soler, el mejor clasificado, a 1 minuto y 8 segundos de Roglic. El catalán, con más de tres minutos de ventaja, entrecerraba los ojos en pleno esfuerzo. ¿Y si daba la sorpresa? De que no la diera se encargaron el Jumbo y el Quick Step, la manada de lobos de Alaphilippe y Evenepoel.

Pero tuvieron que sudar tinta. Una vieja promesa, Soler, y una promesa actual, Carlos Rodríguez, pusieron al pelotón en apuros. En realidad, todo lo hizo Soler, chico rebelde criado en el Movistar y que ahora se ha puesto al servicio de Pogacar en el UAE. En la Itzulia corre libre. Rodríguez, gregario aquí de Dani Martínez y Yates, tenía orden de no intervenir. A Soler le dio igual. Empuñó su bicicleta como si fuera una espada. En duelo contra todos. Mientras, el cielo iba cuajando. Alguna gota de lluvia, tímida, mojó el primer paso por Mallabia tras superar Trabakua. Al Jumbo y al Quick Step se les unieron en la persecución el Cofidis de Ion Izagirre, el Bahrain de Pello Bilbao y el Bora de Vlasov. Soler estaba sentenciado pese a los cuatro minutos de renta. Honor al caído.

Carlos Rodríguez le remató en Karabieta. Y tiró hacia su primer triunfo. Le costó mantener el equilibrio en esa imposible rampa final resbaladiza del Kalbario. A unos metros llegó su líder, Dani Martínez, seguido por el líder de la Itzulia, Evenepoel. Y cerca, a pie tras un enganchón, aparecieron increpándose Vingegaar y Vlasov. Todos tiene cita con Arrate para dirimir sus cuentas.

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