Los ciclistas piden que les dejen dar bidones a los niños
La UCI sanciona hasta con expulsión de carrera la acción de arrojar plásticos a las cunetas para salvaguardar así el medio ambiente
Segunda jornada de esta Itzulia, el pasado martes. Los ciclistas han partido desde Zalla y van hacia la meta de Sestao. En el segundo puerto ... del recorrido, Beci, el belga Thomas de Gendt, un corredor que ha ganado etapas en el Tour, el Giro y la Vuelta, se arrima a la cuneta al ver a un niño. Y le da un bidón. De mano a mano. Sin tirarlo al suelo. Lo hace casi a escondidas. Furtivo. Esa acción está prohibida desde el 1 de abril. Si los comisarios ven a un ciclista arrojar la ponchera a la cuneta lo expulsan de inmediato si está en una carrera de un día. En una vuelta, le penalizan con 30 segundos si es la primera vez. Con un minuto a la segunda y con tarjeta roja a la tercera. La Unión Ciclista Internacional (UCI) quiere así reducir al máximo los residuos plásticos que genera una prueba ciclista. De Gendt, como el pelotón, lo entiende. Lo defiende. Pero pide revisar la norma para que un ciclista puede darle a un niño ese impagable regalo.
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El plástico tarda siglos en biodegradarse. Es un mancha. Una agresión al medio ambiente. La UCI ha recibido durante años quejas por los envoltorios de comida y otros restos que dejan a su paso las carreras. Por eso, como en la Itzulia, ha establecido puntos de recogida cada 30 o 40 kilómetros. En esas zonas los corredores descargan el material de sobra, que es retirado de inmediato.
Pero cuesta variar algunos hábitos. Dos días después de la aplicación de la nueva norma ya fue detectado el primer infractor, el estadounidense Kyle Murphy. Arrojó un envoltorio de plástico fuera de los tramos indicados y fue expulsado del G. P. Miguel Induráin. Al día siguiente, el suizo Michael Schar recibió el mismo castigo por tirar un botellín para que lo recogiera un chaval, que le aplaudía desde una acera en el Tour de Flandes. Schar, en una carta, recordó la emoción que sintió de chaval cuando un ciclista profesional le dio una ponchera. En la carrera femenina de Flandes también fue expulsada Elisa Longo Borghini. ¿Su pecado? Quitarse de encima un bidón. «Pido disculpas. Pero creo que la pena fue excesiva. Me están haciendo sentir como un criminal», protestó.
En medio de esa polémica, De Gendt reclama sentido común. «Si alguien tira un botellín al campo, debe ser descalificado. Pero hay muchos aficionados que te los piden y me parece muy riguroso expulsar a alguien por dárselos», apunta. Eso le pasó en el alto de Beci. «Un niño me lo pidió. Se lo di en la mano. Creo que eso debería estar permitido», defiende. El bidón es un vínculo entre el aficionado y el ciclista. «Siempre me hace ilusión darle un botellín a un niño. Y sé que a él aún le hace mucha más. Lo digo por experiencia», agrega el sevillano Juanme López, del equipo Trek.
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Piezas de colección
Para un niño que empieza a sentir la pasión ciclista, el bidón es un recipiente sin fondo. Cabe toda su ilusión. Iñaki Lakarra, que es profesor en la Universidad de Mondragón, recogió su primera ponchera en 1976, en la carrera de Estella. Un botellín del equipo Teka. Un tesoro para él, que era un crío.
Ahora, tras toda una vida a rueda del ciclismo, acumula más de cuatro mil diferentes. Guarda en su museo reliquias de su devoción ciclista: una gorra de Eddy Merckx, un bidón personalizado de Lance Armstrong, una bolsa de avituallamiento de Txomin Perurena... No son residuos, sino joyas de coleccionista. Como dice De Gendt, basta con aplicar el sentido común: se acabó arrojar bidones a tuntún, pero sí se debería permitir que los ciclistas los tiraran con cuidado al ver algún niño o aficionado en la cuneta. Nadie los reciclará mejor.
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