Los dopados no podrán dormir tranquilos
La revisión con nuevos métodos de detección de las muestras de orina y sangre conservadas durante 10 años puede cambiar la historia del deporte, como ha pasado con la Vuelta de Cobo
Aunque la trampa es de piernas largas y corre a menudo más que la lucha antidopaje, los deportistas que recurren -y que recurrieron- a fármacos ... ilegales para mejorar su rendimiento no podrán dormir tranquilos durante diez años. Es el periodo en el que prescribe el fraude. Las muestras tomadas para los tests antidopaje se conservan durante una década y pueden ser analizadas de nuevo con la lupa de nuevos métodos de detección. La sanción al ciclista Juanjo Cobo, desposeído ahora del triunfo en la Vuelta a España de 2011 por irregularidades en el pasaporte biológico, es una aviso a navegantes. El palmarés de algunas competiciones casi olvidadas puede llenarse de tachones.
Aunque la trampa es veloz se ha topado con un enemigo paciente: el congelador. Esas muestras de orina y sangre pueden convertirse en pruebas que, con el paso del tiempo, deslegitimen a unos cuantos campeones. La Agencia Francesa de Lucha Antidopaje (AFLD) acaba de anunciar que el laboratorio de Chatenay-Malabry ha desarrollado un método para detectar las casi invisibles microdosis de EPO, uno de los fármacos más habituales en los casos de dopaje. Durante las dos últimas décadas del pasado siglo, la EPO campaba a sus anchas, entre otros deportes, por el ciclismo. Cuando los laboratorios antidopaje perfeccionaron un sistema para descubrir esa trampa, algunos optaron por las microdosis. El riesgo era muy pequeño. Si el atleta no pasaba un control durante las 24 horas posteriores a la administración de la sustancia, el test daba negativo. Se libraba.
Con el sistema desarrollado ahora por la Agencia francesa, el radar se extiende hasta la 48 horas. El método tiene aún que ser validado por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), por lo que no será aplicado hasta 2020, según publica el diario 'L'Equipe'. Los deportistas que aún se arriesgan a este tipo de prácticas lo tendrán en cuenta y buscarán otro tipo de atajos. Pero los que tiraron de microtransfusiones en el pasado comenzarán a tragar saliva. Su prestigio está almacenado en un congelador que puede abrirse en cualquier momento y cambiar el resultado de las carreras.
Test para microdosis de EPO
Por el laboratorio parisino de Chatenay-Malabry pasan las muestras de los tests antidopaje de, por ejemplo, el Tour. El centro ha conseguido financiación para estrechar el cerco sobre la EPO y los corticoides, y para aplicar la inteligencia artificial en la lectura de los datos del pasaporte biológico, la huella dactilar que refleja las variables fisiológicas de cada deportista. El pasaporte hace un seguimiento de los parámetros sanguíneos y hormonales del atleta. Cuando hay alguna alteración sin justificar, los analistas antidopaje dirigen el foco hacia ese deportista. Incrementan el número de controles a los que le someten. O esperan hasta que los métodos de detección de sustancias o prácticas ilegales afinen su puntería y los aplican a posteriori.
A Cobo le queda la opción de recurrir al Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) y luego a un tribunal ordinario. Pero asumiría los gastos del proceso si la sentencia es en su contra. El exciclista, al parecer, no se plantea recurrir para recuperar una Vuelta a España que ha sido suya durante ocho años y que, seguramente, irá directa al palmarés de Chris Froome. Tampoco aceptó las dos propuestas de sanción económica que la Unión Ciclista Internacional (UCI) le trasladó en 2015 y 2017. Los ciclistas ricos pueden defenderse mejor.
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