El Circuito de Getxo varía su recorrido para evitar el peligro y ser más atractivo
La clásica, que se celebrará el 31 de julio, mantiene ocho pasos por la cuesta de Txomintxu desde la playa de Ereaga
Cuando en 1924 comenzó a celebrarse el Circuito de Getxo apenas había automóviles por las carreteras. Ahora, un siglo después, organizar una carrera ciclista en ... una zona urbana obliga a cerrar parte del municipio al tráfico. Por eso, la Sociedad Ciclista Punta Galea, encargada de este evento en el que colabora EL CORREO, ha diseñado para la próxima edición un nuevo recorrido. Se mantienen la fecha, 31 de julio, y la subida desde la playa de Ereaga por la cuesta de Txomintxu hasta la meta en el repecho de Arkotxa. Pero esta vez el trazado de las ocho vueltas -una menos que en 2018- evita en lo posible tramos urbanos cargados de cruces y badenes. La clásica quiere evitar peligros e irá por la carretera de Leioa que pasa junto a la Universidad hasta Akarlanda (Unbe) para bajar por Asua y retornar a Getxo por el borde de la Ría. «Es un circuito más lógico, sin tantas curvas y resaltos», resume Jonathan Castroviejo, aspirante el viernes al oro en el Campeonato de España de contrarreloj y escudero de Egan Bernal y Geraint Thomas, los dos líderes del Ineos, en el próximo Tour (desde el 6 de julio).
Castroviejo es de Getxo y creció en el club Punta Galea. Para reconocer el circuito, le esperan en Arkotxa varios juveniles del equipo getxotarra y algunos corredores sub'23 del conjunto Eiser, también englobado en la misma estructura. Cuando llega Castroviejo, callan y le observan. El ciclista del Ineos, pura aerodinámica, es su modelo, la prueba de que se puede llegar a la cima desde esta cantera vizcaína que también alumbró, entre otros, a Roberto Laiseka, Mikel Zarrabetia, Iñigo Landaluze y los hermanos Otxoa, Javier y Ricardo, los dos fallecidos. El Circuito de Getxo les rinde homenaje. Al grupo que va a pisar el recorrido se suma Oskar Malatsetxebarria, hoy profesional en el equipo Massi y antes miembro del Eiser.
Los chavales de la cantera se sacan fotografías con Castroviejo. Y se ponen a su rueda para dar una vuelta al circuito, de unos 24 kilómetros. Cruzan Algorta, bajan a la Avenida de los Chopos, pasan a Artatza y suben por San Bartolomé hasta la Universidad de Leioa. Es un tramo limpio. «Aquí pueden trabajar los equipos», comenta Castroviejo. Le gusta la novedad. Carretera ancha. El descenso de Unbe hasta Asua tampoco tiene dificultad. «Y en la carretera que vuelve a la meta por la ría el viento suele pegar de cara. Habrá reagrupamiento», augura. Sabe que la clave está en la subida a Txomintxu, la esencia de esta clásica que forma parte de la tradición ciclista vizcaína. El 31 de julio, fiesta de San Ignacio, es una mañana para ver bicicletas junto a las toallas de Ereaga. Un rito. Un recuerdo de cuneta que comparten padres e hijos desde hace décadas.
Este cambio de trazado trata de hacer más atractiva y segura la clásica. La globalización del ciclismo ha favorecido la creación de carreras en las cuatro esquinas del mundo, pero al mismo tiempo ha concentrado a los mejores equipos en las grandes pruebas. El resto vive de las migajas. Y así, poco a poco, el nuevo orden del ciclismo ha arrinconado a las pruebas locales, de poco interés para las mejores escuadras. Estas competiciones sobreviven sostenidas por organizadores románticos que se resisten a que su patimonio sentimental pase al olvido. De su empeño desinteresado salen las raíces que sostienen carreras como el Circuito de Getxo y los mimbres para confeccionar ciclistas de élite como Jonathan Castroviejo.
Circuito de Getxo
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Datos Se disputa el 31 de julio, con salida (9.00) y meta en Arkotxa, frente a los Juzgados de Getxo.
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Recorrido 192 kilómetros repartidos en un circuito al que los ciclistas darán ocho vueltas, incluida la subida a Txomintxu.
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Novedad en 2019 e evitan tramos urbanos y se sube por la carretera de la Universidad, se baja a Asua y se vuelve por la ría.
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