Un ciclista del Astana reparte medicinas a los ancianos
«Ser útil no tiene precio», dice el italiano Davide Martinelli, que vive en un pueblo de Lombardía sin farmacia
De Gino Bartali se recuerdan sus dos victorias en el Tour, las tres en el Giro, las gestas... Y sobre todo, nadie olvida que de forma anónima salvo del holocausto a centenares de judíos transportando pasaportes falsos en su bicicleta durante la II Guerra Mundial. Ahora es tiempo de otra guerra, de otros héroes, de Davide Martinelli.
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En Lodetto, un pequeño pueblo de 1.500 vecinos, no hay farmacia. Está en Lombardía, la región italiana donde más se ha ensañado el coronavirus. Un grupo de chavales tejió en las redes sociales una iniciativa solidaria. Llevar medicamentos a los ancianos. Entre esos jóvenes estaba Stefano, que tiene un primo famoso en la localidad, Davide Martinelli, ciclista profesional en el Astana. El corredor se sumó enseguida a la campaña. Se pasó revista. «Tengo una bici, dos piernas que necesitan entrenar y una mochila». De sobra para la misión. Y lleva días pedaleando entre Lodetto y la farmacia y los supermercados de Rovato. Recorre unos 40 kilómetros, regresa, llama a la puerta de los vecinos y les entrega lo que necesitan.
Ahí recibe el premio. «He escuchado historias que me han conmovido sobre ancianos que no pueden viajar a comprar a Rovato y que gracias a estos voluntarios han solucionado sus problemas», relata. Martinelli, hijo del director de equipo Giuseppe Martinelli, era un ídolo en Lodetto pese a que en su palmarés sólo figuran un par de victorias, una etapa en el Tour de Provence y otra en la Vuelta a Polonia. «Durante años he recibido el cariño de toda mi comunidad, pero no había tenido la oportunidad de devolver ese cariño porque paso mucho tiempo fuera de casa en las carreras», comenta. Ahora, con el confinamiento, sí puede agradecer puerta a puerta ese apoyo. «Es mi ocasión de ser útil». Mucho más que famoso.
«Hoy he tenido el honor de ir a una farmacia a recoger las medicinas de una pareja de ancianos. En total hice 40 kilómetros. Nada especial para un ciclista profesional, pero cuando entregué los fármacos con las debidas precauciones -mascarilla y guantes- sentí un agradecimiento que aún resuena en mi cabeza. Soy el hombre más feliz del mundo, el ciclismo es precioso, muy bonito, pero ser útil para los demás no tiene precio», subraya.
Su iniciativa corre por las redes sociales y los medios de comunicación. Chris Froome lo pone como ejemplo. «Gran trabajo, Davide. Se agradece leer historias como estas en tiempos tan tristes». Martinelli se ha puesto a rueda de uno de los más grandes, Bartali.
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