El ciclismo pesca talento en el triatlón
La falta de carreras en su deporte por la pandemia ha descubierto a Romo y Okamika, que en 2021 estarán en el pelotón profesional
El triatlón, al menos en su versión moderna, nació en los años setenta en Estados Unidos. Lance Armstrong es uno de sus primeros frutos. De ... adolescente ya asombraba. Pero soñaba con ser olímpico y el triatlón no iba a obtener esa categoría hasta el año 2000. Así que se centró en el ciclismo y estuvo en los Juegos de Barcelona de 1992. Unas semanas después debutó como ciclista profesional en la Clásica de San Sebastián. La terminó el último. E hizo una promesa que cumplió tres ediciones después. Ganó la prueba donostiarra en 1995. Luego vinieron sus siete victorias en el Tour y una ristra de escándalos. En la próxima temporada ciclista, dos triatletas, el vizcaíno Ander Okamika (en el equipo Burgos) y el manchego Javier Romo (en el Astana) darán el salto al ciclismo profesional.
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Hay más precedentes, como Víctor Campenaerts, Cameron Wurf , Richie Porte y Adam Hansen. Y también ciclistas veteranos que recorren el camino contrario y, ya jubilados, brillan en el triatlón como Alexandre Vinokourov y Laurent Jalabert. Esos vasos comunicantes han tenido más trasiego esta temporada. En 2000, el triatlón se ha quedado sin carreras, casi en paro. El ciclismo, en cambio, ha logrado sacar adelante buena parte de su calendario. Y por ahí, condicionados por esas circunstancias, han emergido las cualidades ciclistas de Okamika y Romo, que se proclamaron campeones de España en sus categorías (élite y sub'23) en el último Campeonato de España de ciclismo.
No hace tanto, a los ciclistas se les recomendaba no estar de pie. Mejor, tumbados o con las piernas elevadas. Nada de correr, por supuesto. En paralelo, el triatlón acogía a preparadores físicos, muchos procedentes de la natación, que han contribuido al desarrollo de los métodos de entrenamiento. Los triatletas son estajanovistas. No paran. El día se les queda corto. Compiten menos que los ciclistas pero se entrenan más. Y están hechos a la soledad, a esforzarse en silencio con la cabeza bajo el agua. Son atletas. Más completos que los ciclistas. Trabajan todos los músculos y cuentan con una capacidad aeróbica enorme.
Cuando, como Okamika o Romo, deciden dedicarse en exclusiva al ciclismo se enfrentan a un obstáculo:no tienen los mecanismos que requiere el pelotón profesional. Es lo que preparadores como Jon Iriberri llaman «reserva de adaptación». «No es lo mismo ser ciclista desde cadete que empezar con más de veinte años. Los triatletas cometen muchos errores en carrera y, aun así, consiguen resultados. Por eso, su margen de progresión es muy alto», apunta. «Pero necesitan un tiempo mínimo de adaptación». Y técnicos que les corrijan los fallos. El ciclismo siempre anda en busca de un 'mirlo blanco', de un portento como Primoz Roglic, antiguo esquiador que no empezó a correr en bicicleta hasta los 21 años.
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Esa edad tiene Javier Romo. En Villafranca de los Caballeros, Toledo, no hay mar. Romo, que es de allí, comenzó a correr por los caminos de piedra del pueblo. Su hermano se apuntó a un curso de natación y le imitó. Iban con su madre a Alcázar de San Juan, a la piscina. Allí organizaron un acuatlón, prueba que combina la carrera a pie y la natación. Un entrenador de triatlón se fijó en las cualidades de aquel crío. Le abrió las puertas de su deporte.
Romo probó. Correr, nadar... y pedalear. Acudió con una bicicleta de montaña a su primer triatlón. Le miraron raro. Acabó segundo. Descubrió su vocación. Pero en su pueblo apenas había instalaciones. Y al entrenador lo veía cada dos meses. Para ser triatleta de verdad había que ir a Madrid, al Centro de Alto Rendimiento. Solicitó una beca. La consiguió cuando era cadete. Empezó a brillar. Al inicio de esta temporada, recién cumplidos los 21 años, tenía planes para dar otro paso hacia la élite mundial. Pero llegó la pandemia y borró todo el calendario competitivo de triatlón. Se cerraron las piscinas.
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De repente, se quedó parado. De los tres deportes del triatlón su preferido es el ciclismo. Se consoló con largas sesiones de bicicleta. «Vivo en Albacete y coincidí un día entrenando con Óscar Sevilla y Héctor Carretero (ciclista del Movistar). Subimos algunos puertos fuerte y vieron que yo iba bien. Héctor me llamó después y me dijo que me animara a competir, que lo probara», recuerda.
Con el Café Baqué
La temporada de ciclismo amateur se reabrió en verano. El equipo vizcaíno Café Baqué le hizo un hueco a Javier Romo. Lo aprovechó a la primera, en su debut, en la carrera de Villatuerta. Entró el primero en la última curva, con demasiada velocidad y se salió de la trazada buena. No ganó, pero todos se fijaron en el novato. Tenía motor de sobra. Y enseguida lo demostró en el Campeonato de España. Ante los mejores corredores sub'23, se exhibió en el duro circuito de Úbeda y Baeza. El recién llegado se llevó el oro. Ese destello se ha traducido en un contrato profesional de tres años con el equipo Astana, el de los hermanos Izagirre, Omar Fraile y Jakob Fuglsang. En un chasquido, Romo está en la cima del ciclismo mundial.
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«Sin la pandemia igual no me hubiera atrevido a dar este salto», confiesa. Pisa otro mundo, aunque con la experiencia que trae del triatlón, un deporte de mineros. «Para mejorar en la natación me faltaba fuerza y por eso hacía mucho gimnasio para trabajar el tren superior. Al pasar a la bici me sobra un poco de peso. El entrenamiento ciclista es mucho más sencillo, me entreno menos horas, descanso mejor. Antes era piscina, pista de atletismo, coger la bici... Estás todo el día entrenando, el triatlón es más sacrificado que la bici. Ahora te entrenas por la mañana y las tardes las tienes un poco libres», compara. Los triatletas son los únicos ciclistas que no piensan que el ciclismo sea el deporte más duro.
El Astana apuesta por el triatleta manchego con 3 años de contrato
Javier Romo pisa otro planeta. El Astana ha apostado por él con un contrato de tres temporadas, largo en el ciclismo. «El equipo sabe que vengo de otro deporte, que quizá me falte un poco de adaptación, y me han dado la oportunidad de estar más tranquilo. No conozco a ningún corredor», dice. Ni se conoce a sí mismo como ciclista. «No sé qué corredor soy –asume–. El tiempo lo dirá. Seguro que tengo mucho que mejorar y aprender. Los ciclistas españoles de equipo tienen mucha experiencia y espero aprender mucho de ellos».
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