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Fue José Miguel Echavarri, entonces director del equipo Banesto, quien acertó con la frase perfecta, con un juego de palabras, para definir a José María Jiménez, Chava. «Su vida es subida». No se sabe muy bien por qué, el apodo, que viene de «Chabacano», que es como llamaban en El Barraco a su abuelo, se escribe con uve, otra contradicción más en el ciclista más contradictorio de las últimas décadas, que fue capaz de conseguir las victorias más luminosas y los más oscuros desastres deportivos. Sobre Jiménez ciclista y Jiménez persona es el documental que estrena Movistar en colaboración con el periodico digital 'Relevo', y en el que sobrecoge el testimonio de Azucena, su mujer, que, hasta la fecha, nunca había dado testimonio de la vida de su marido. Periodistas, amigos y compañeros del ciclista, intervienen con su testimonio en el reportaje de Sergio Santos, que conoció a Chava cuando era un niño.
José María Jiménez, Chava, quiso ser ciclista cuando se dio cuenta de que esa era su única salida para no pasarse toda la vida sirviendo vinos en la barra del bar El Pescador, el de sus padres. Por eso y porque se topó en el camino con Víctor Sastre, un instalador frigorífico que fundó la peña con el nombre de Ángel Arroyo, que era en realidad un equipo de infantiles y juveniles, un grupo de chavales ilusionados por repetir las hazañas de los ciclistas de su provincia.
Víctor es el padre de Carlos Sastre, ganador del Tour en 2008, y que se casó con una hermana de Chava.
El otro nombre fundamental en la carrera de Jiménez fue José Miguel Echavarri. El navarro estaba a cargo de uno de los equipos más potentes del pelotón internacional. Un escalador a sus órdenes, Pedro Delgado, había conseguido ganar el Tour y, dos años después, en 1990, cuando la figura de Indurain empezaba ya a despuntar, a Jiménez le dieron la oportunidad de ingresar en el equipo de la cantera. El corredor debía desplazarse en coche a las carreras en el País Vasco. Allí conoció el ambiente del Banesto en el hostal Manolo, en Zegama, un establecimiento regentado por la madre de Manuel Arizkorreta, el masajista del equipo.
Jiménez empezó a hacerse figura en aquel equipo de ciclistas prometedores. Ganó 12 carreras como amateur y en 1993 Echavarri le hizo dar el salto al equipo profesional. Jiménez se convirtió en uno de los gregarios de Indurain, sobre todo en las etapas de montaña.
Porque Jiménez era de los mejores escaladores de la época. Lo demostró ya en 1994. Su primer triunfo como profesional llegó en la Subida a Urkiola. Fue la primera de las 27 que consiguió hasta su retirada. Llegó, incluso, a ganar un campeonato de España, una prueba habitualmente destinada a los rodadores, pero que en 1997 recaló en Melilla. Atacó en el Cuartel de la Legión, donde más se empinaban las cuestas del enclave africano.
Ese año fue fundamental en la carrera de Chava. Hasta la temporada anterior fue uno de los más fieles gregarios de Indurain. Le había acompañado, en 1995, a las montañas de Colorado para preparar el exitoso Mundial de Colombia. Con el astro navarro estuvo un mes concentrado. A su vera permaneció cuatro años.
Jiménez se mantuvo fiel hasta el último día. Cuando Indurain se bajó de la bicicleta para siempre en la puerta del hotel El Capitán, en Cangas de Onís, el 20 de septiembre de 1996, le acompañó en su calvario durante las primeras rampas del Fito. Allí el navarro le dijo que se fuera hacia delante, y comenzó Jiménez su carrera en solitario, y también allí empezó a labrarse su perfil contradictorio. Nació el Jiménez capaz de lo mejor y de lo peor, de esconderse y desaparecer; de resurgir y brillar, incluso en el mismo día, como en la Vuelta de 1997, en la etapa con final en Sierra Nevada. Decía que se encontraba mal, su director le tuvo que pedir que no se bajara de la bicicleta. Acabó cuarto después de una ascensión espectacular.
Corría para el espectáculo, corría para la gente.
— Movistar Plus+ (@MovistarPlus) May 14, 2024
Por eso siempre se le recordará, por eso nunca será olvidado.#Chava, el ciclista del pueblo.
Un documental producido por @relevo. 𝐄𝐒𝐓𝐑𝐄𝐍𝐎 jueves 23 a las 22:00 en Movistar Plus+ (dial 7). pic.twitter.com/jA1cQasafr
Al año siguiente se alió con el triunfo y con la polémica, otra vez en la Vuelta a España, en la que ganó cuatro etapas. Le acusaron, sin embargo, de torpedear a su compañero de equipo Abraham Olano, a la sazón el líder, y el hombre que acabaría ganando la carrera. Pese a todo, el espectáculo que dio fue insuperable. Acabó tercero, desplazando del podio al estadounidense Lance Armstrong, que regresaba tras el cáncer.
Tres años después también ganó tres etapas en la Vuelta, entre ellas la del Angliru. Fue el primero en inscribir su nombre en la cima asturiana. Lo hizo entre la niebla, en otra de sus habituales exhibiciones. Pero en esa misma edición dio una de sus espectaculares espantadas. En Aitana, cuando se esperaba su victoria y su ascensión a los cielos del podio, perdió más de 11 minutos. Ese mismo año se había quedado fuera de la lista de su equipo para el Tour por su baja forma. Fue una constante en su carrera. En 2000 firmó un contrato de 150 millones de pesetas anuales y en la Vuelta, donde se esperaba un Jiménez brillante, apenas aguantó una semana.
En febrero de 2001 llegó la sorpresa. José María Jiménez estaba enfermo. Tenía una depresión aguda que le mantenía encerrado en su casa, en la cama la mayor parte del tiempo. Quiso volver a los entrenamientos, pero no pudo. Atravesó periodos depresivos y otros en los que, aparentemente, se sentía bien. Nunca abandonó la medicación ni las visitas periódicas a la clínica San Miguel, en la que falleció de un derrame cerebral.
Su compañero y amigo David Navas, su sobrino Sergio, o los periodistas Alfredo Relaño y Javier Ares, desmenuzan en el documental la vida del ciclista hasta el día de su muerte. Sobrecoge escuchar a Santi Blanco rememorar la frase que le dijo Chava poco antes de que falleciera el 6 de diciembre de 2003: «Blanco, me quiero morir».
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