Difícil de asumir
Necesito unos minutos antes de ponerme a contarles el desasosiego que corre por mi cuerpo tras ver la derrota de la selección española ante el ... combinado belga. No se había difuminado todavía el buen regusto que había dejado en mi paladar baloncestístico la victoria de Alemania ante la siempre talentosa Lituania, tras dos prórrogas y con anotaciones centenarias, y llegó sin pausa nuestro partido. Ya sabía que españoles y belgas no podrían brindarme un espectáculo igual que el de germanos y bálticos, pero desde luego no dudaba de que una victoria, más o menos brillante, debía caer de nuestro lado.
Después de dos triunfos ante selecciones de la Europa Oriental, de las que por cierto conocemos tan poco, nos enfrentamos ante uno de los combinados más pequeños de la zona comunitaria. Y resulta que los 'modestos' belgas viven el presente baloncestístico, no se dejan apabullar, ven vídeos de los rivales, nacionalizan americanos y juegan sin complejos ante cualquiera. A partir de estas premisas, aciertan un poco más de lo normal y nos ganan.
Lo peor de nuestra joven selección en este partido fue la incapacidad mostrada para vivir momentos difíciles sin quebrarse. El rostro desencajado de Sergio Scariolo -como no le había visto en la treintena de años que le sigo- y sus reprimendas en los tiempos muertos no tenían ninguna consonancia con la importancia del enfrentamiento, sino con la falta de carácter de los chicos para nadar a contracorriente.
Encuadrada en el grupo más asequible de los cuadros, a España no le queda más que un partido trascendental: el próximo miércoles se enfrenta a Turquía. El vencedor de este partido tiene muchos boletos para medirse al segundo del Grupo D, que posiblemente sea Israel. Mientras, al perdedor le tocará en suerte jugar contra la Serbia del gigante Jokic y su banda de amigos. Los hebreos son ganables. Los bálticos, me temo que innaccesibles.
Como reflexión general y al margen de lo mejor o peor que pueda ser el desenlace del europeo, al baloncesto español le perjudica la tendencia del juego actual. Hace unos años le pregunté a un ilustre jugador ya retirado, no muy mayor y con más de un centenar de internacionalidades, que si se veía jugando el baloncesto del momento. Su respuesta fue sabia: «Si llego a nacer ocho años más tarde, no hubiera podido jugar». Nuestro grupo es el segundo más bajo del la competición, se queda en 1.98 metros de promedio; Willy es el más alto con 2.09, y lo normal, con la excepción de cuatro combinados, es que por lo menos dos pasen de 2.10. Simplemente con la presencia de Aldama (2.11) la selección sería más competitiva. Llegarán días de reflexión.
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