¿Controlas o gestionas tus emociones?

¿Te has hecho alguna vez esta pregunta? Tus emociones, ¿las controlas o las gestionas? Si te parece, vamos poco a poco a poner un poco de luz en este mundo tan complejo.

Controlar las emociones es la manera con la que nos relacionábamos hace algún tiempo con las emociones. Venimos de entornos en los que hemos escuchado frases como "no llores", "no te abras, ten cuidado", "no confíes", "es importante que no se te note qué te pasa"… Y como consecuencia de todo eso, aprendimos a reprimirlas para que no se nos notara, aprendimos a taparlas, a evitar mostrar nuestros sentimientos.

A esto le unimos que se siguen clasificando a las emociones como buenas y malas y claro, nadie quiere sentirse mal. Si nos dijeron que sentir tristeza era malo, era un signo de debilidad, lógicamente evitaremos sentir esa incomodidad que nos trae la tristeza.

Ante esta manera de relacionarnos con las emociones es posible que tratemos de no sentirlas y vayamos a nuestro armario y usemos los parches emocionales. ¿Te suenan? Los utilizamos para calmar estos estados emocionales que nos incomodan. En ocasiones son automáticos, ni siquiera nos damos cuente que nos los ponemos. Tienen una característica en común, nos tranquilizan momentáneamente pero luego volvemos a sentirnos incómodos. Algunos parches que usamos son centrarnos en el exceso de trabajo, la comida emocional, las compras compulsivas…. Y sí, la práctica deportiva también puede ser uno.

El otro día en la radio escuché cómo un deportista contaba que si no salía a correr cada día luego estaba enfadado y con muy mal humor. Le preguntaron el motivo de esa reacción. Respondió que era su válvula de escape. Y si, esto es lo que nos pasa. La actividad deportiva nos genera bienestar, equilibra nuestra mente y nuestro cerebro funciona mejor entre otras muchas bondades pero, yo me pregunto, ¿no sería mejor ir a la raíz de su malestar diario? ¿No sería más adecuado tratar de resolver esa necesidad de escape? Y ¿por qué? Porque no practicar deporte sabemos que no es saludable, pero practicarlo en exceso o desde la rigidez, desde la necesidad, puede llevarnos a la lesión. Recordemos la relación que existe entre estrés y lesión.

Por todo esto y aunque sea pasito a pasito, vamos aprendiendo a que en lugar de controlar, se trata de gestionar. Todos los estados emocionales que vivimos son estados naturales que nos dan información de lo que nos pasa. Comprender qué nos dice la tristeza, la alegría, la rabia, el miedo, la ilusión, nos ayuda a conocernos más. Sentirlas, poner un nombre a eso que siento, posibilita gestionarlas y, lo que es más importante, darnos cuenta de qué nos gusta, qué nos molesta, qué no quiero o qué es importante para mí en estos momentos.

Controlarlas es sinónimo de evitarlas, taparlas, esconderlas. Gestionarlas es sinónimo de bienestar, de conocimiento, de crecimiento como persona. En estos momentos la gestión emocional es clave para no ser controlados por esas emociones no gestionadas.

Seguiremos profundizando un poco más. Si te apetece aprender a gestionar tu mundo emocional, comienza por identificar tus estado emocionales. Responde a esta pregunta cada vez que notes un cambio de ánimo. ¿Cómo me siento ahora? Siento miedo, enfado, tristeza, melancolía, resignación… Ponle un nombre. Ampliar nuestro vocabulario emocional posibilita ampliar las posibilidades de gestionarlas.

¡¡Un abrazo y hasta pronto!!